Aún en tiempo de Pascua y como preparación a Pentecostés.
Si queremos seguirle, si nos preguntamos dónde y cómo, hay que buscarle en Galilea, en el lugar cotidiano, en medio de nuestras tareas de cada día, donde Él se hace el encontradizo, donde nos espera, vivo y resucitado para hablarnos al corazón, para confiarnos una tarea, una misión... con su compañía, todo es posible. Él nos precede, va delante de nosotros y con nosotros.
Búscale y encontrale en tu Galilea particular…
Gracias a Dios cada año se nos ofrece la oportunidad de reactualizar litúrgica y sacramentalmente en nuestras vidas la irrupción del Espíritu Santo. Con Él todo cambia. Él puede darnos nueva “luz” a nuestros ojos para que nuestra mirada sea más contemplativa y TODO se vuelva ocasión de Encuentro con El.
¡Ven Espíritu santo y fortalécenos para adoptar en nuestra vida el
estilo de vida de Jesús, sus preferencias y opciones!
Nos precede en Galilea
Cuando pasó el sábado, María Magdalena, María de Santiago y Salomé compraron perfumes para ir a ungir a Jesús. El primer día de la semana, muy temprano, llegan al sepulcro al salir el sol. Se decían: ¿Quién nos correrá la piedra del sepulcro? Alzaron la vista y observaron que estaba corrida la piedra. Era muy grande. Entrando en el sepulcro, vieron a un joven vestido de blanco sentado a la derecha y quedaron espantadas. Les dijo: No tengáis miedo. Buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Mirad el lugar donde lo habían puesto. Pero id a decir a los discípulos y a Pedro que irá delante de ellos a Galilea. Allí lo verán, como les había dicho. Salieron huyendo del sepulcro, temblando y fuera de sí. Y de puro miedo, no dijeron nada a nadie. (Mc 16,1-8)
El anuncio de que el Resucitado precede a los suyos en Galilea, tiene como trasfondo una de las convicciones más arraigadas de los autores del Antiguo Testamento: el Señor camina junto a su pueblo precediéndole. "El Señor caminaba delante de ellos, de día en una columna de nubes, para guiarlos; de noche, en una columna de fuego, para alumbrarles; así podían caminar día y noche. No se apartaba delante de ellos ni la columna de nube de día ni la columna de fuego de noche." (Ex 13,21-22).
El comienzo del relato de Marcos nos sitúa en el quicio entre un mundo que termina "pasó el sábado", y un comienzo absoluto: "el primer día de la semana" en el que, vencidas las tinieblas, sale el sol de la nueva luz del Resucitado.
"Ver a Jesús" es el hilo conductor de todo el relato: las mujeres ven que el obstáculo físico de acceso a su cuerpo ha sido removido; ven al joven vestido de blanco; éste les invita a que vean el lugar donde le pusieron; el mensaje del cielo remite a Galilea para ver al Jesús que no han visto en el sepulcro. Todo gira en torno al tema ausencia/presencia y se contraponen dos lugares y dos modos de verle: el sepulcro y Galilea.
Querer verlo y buscarlo en el sepulcro desemboca en ausencia, mientras que ir a Galilea desemboca en seguimiento.
Para las mujeres Jesús es un muerto y a un muerto se le encuentra en un sepulcro, lugar que encierra su memoria y sello que clausura su existencia, su práctica y su presencia en la historia.
Lo único que se pude hacer por él es ungirlo, es decir, terminar los ritos funerarios que cierran el ciclo de la existencia humana. Pero las mujeres deben cambiar su proyecto de ver/ungir a Jesús. No hay nada que hacer porque no hay nadie a quien ungir. El sepulcro está abierto y no sirve como lugar de encuentro; no ha tenido poder para clausurar la presencia de Jesús en la historia, porque nada de él ha quedado allí. Para encontrarlo hay que salir.
Porque el ausente aquí, está presente en Galilea. El verbo ir delante, preceder, es el único
que tiene a Jesús como sujeto.
¿Cómo entender la reacción de miedo y silencio de las mujeres? Si como es probable Marcos cerró su evangelio con este episodio, el hecho es que no creyó conveniente hablar de la fe de los discípulos. Pero aunque acaba con el silencio de mujeres aterradas por el misterio, anuncia nuevos encuentros y un nuevo comienzo: el que los precede y cita en Galilea, provocará el seguimiento. Allí precederá siempre a quien le confiese vivo y marche tras sus huellas.
Las palabras del ángel nos están dirigidas también a nosotros para recordarnos que Jesús no está donde correspondería a un muerto: toda muerte ha sido vencida en la suya. Dios Padre "ha dado la razón" a su modo de vida, devolviéndole la vida de forma nueva.
Lo mismo que las mujeres, lo mismo que los cristianos perseguidos de Roma a quienes Marcos dedica su Evangelio, vivimos en un mundo en el que la historia pertenece a los vencedores y por eso
puede resonarnos muy adentro este relato sobre un judío vencido.
Buscar a Jesús Nazareno, el crucificado, ahí se resume toda la actitud del verdadero discípulo y ahí se nos aclara lo que significa ser Hijo: vivir de cara a Dios y a su reino, preferir absolutamente al Padre y a los hombres, por encima de la propia vida, renunciar a ejercer cualquier tipo de poder sobre los que lo maltrataban. Jesús es el Hijo y el Mesías porque se ha entregado sin retener nada para sí mismo y esa es su manera de revelar en plenitud quién es Dios: Aquel que se despoja sin cesar para darse en el amor.
Si queremos seguirle, tenemos que buscarle en Galilea, es decir, en medio de la vida cotidiana: en los lugares en que nos movemos, en nuestros trayectos, encuentros, relaciones, ocupaciones... Todo eso es la Galilea en la que Jesús nos precede como Señor resucitado.
Y todo cambia cuando se contempla como espacio y ocasión de encuentro con él.
La mirada contemplativa es capaz de reconocerle precediéndonos y esperándonos en cada uno de esos lugares y momentos y podemos agradecerle todas las "galileas" de nuestra vida en las que ya
se nos ha hecho el encontradizo.
De este encuentro brota necesariamente un estilo de vida nuevo, una llamada a continuar su misión, a adoptar su estilo de vida, sus preferencias y sus opciones: en eso consiste verle y seguirle.
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