lunes, 13 de mayo de 2024

Vamos REGRESANDO A CASA. Mc 16, 15-20

A lo largo de estos cuarenta días del tiempo pascual, número de días que evoca algunas de las experiencias más significativas de la historia del Pueblo de Dios, hemos compartido junto a los discípulos la buena noticia de que Jesús está VIVO -de que toda realidad esconde la posibilidad de una vida nueva-. Hemos sido testigos de cómo las lágrimas por la muerte de Jesús y la frustración que sobrevino se transformó después, en incredulidad frente al anuncio de la resurrección.

Y como frente a las expectativas rotas lo mejor será para los discípulos no moverse (encerrarse) o escaparse -hoy podríamos decir no innova; no dejar que la situación transforme las creencias, los hábitos y las costumbres de vida; llenarse de cosas; en última: resistirse a crecer- y permanecer en la comodidad que de alguna manera da la tristeza y la incredulidad.

Cuántos "no creo en Dios" no son más que expresión de falta de pasión por la vida - de no querer preguntarse por qué se vive...
O una defensa muy precaria para permanecer inmóviles en lo seguro y en lo cómodo.
Olvidándonos que la vida será siempre búsqueda constante; camino abierto; encuentro por venir, aun en medio de la oscuridad y de la contrariedad.

Pero podemos preferir vivir sin ser conscientes de las opciones que tomamos, del porque lo hacemos, aunque eso traiga aburrimiento y desencanto, en la inconsciencia todo vale, no hay responsabilidad ni verdad en juego.

LA BUENA NOTICIA DE JESÚS sanará a los discípulos de su incredulidad haciéndolos misioneros, enviándoles a los demás para abrir el corazón y los ojos a la verdad que salva: que Dios está con nosotros en la vida.

Los hace testigos de una buena noticia que no les pertenece y confiados en Alguien que a pesar del abandono y de la incredulidad ha confiado en ellos.
Son enviados a los demás no por haber demostrado ser los mejores ni los más preparados.
Son enviados habiendo sido miedosos, traidores; y perdonados.
Son enviados habiendo sido liberados, habiéndoles descubierto la posibilidad que llevan dentro de poder elegir por fuera de toda forma posesiva.

Será preciso entonces hacernos conscientes de la inmovilidad que hay en nuestro corazón.
De aquellas cosas que tal vez atan nuestros pies o de aquellas otras que nos han vuelto indiferentes.

¿Por qué estamos inmóviles? ¿Qué nos paraliza?
¿Qué miedos seguimos arrastrando?
¿Quién nos ha decepcionado tanto que creemos que así como estamos es mejor?
¿Por qué resolvemos las dudas de una única manera: sentarnos a que las cosas pasen?

POR NO PERDONAR, NO AVANZAMOS.
POR NO ABRIRNOS, NO VEMOS.
POR NO ESCUCHAR, NO SERVIMOS.

La fiesta de la Ascensión, si nos permitimos quitarle todo el ropaje como está contado, puede enseñarnos que el camino de Jesús que comenzó en la encarnación - que paso por la vida haciendo el bien - que permaneció en el amor aun en medio de la cruz -camino atravesado por la contradicción y por la libertad de permanecer en el perdón, la entrega y el servicio- ese camino conduce a "MÁS VIDA"; nos regresa a Dios, dónde siempre estamos.
NOS HACE UNO CON LA VIDA QUE LLEVAMOS DENTRO.

Pero tenemos que descubrir también que caminar haciendo experiencia de Dios en nosotros, como lo hizo Jesús, lleva necesariamente a dejar de ser el centro; a ir soltando todas aquellas cosas o roles con los que nos hemos identificado llegando a sentir vacío y abandono si nos las quitan o dejan de estar. 
No somos ni nos define esa relación, esa profesión, ese rol, ese título, ese reconocimiento, esa experiencia ni esa historia… a lo que le hemos dado la seguridad de nuestra vida y que por momentos se han convertido en la razón del porqué hacemos las cosas. 

Caminar haciendo de nuestra vida cotidiana un ascenso a Dios es dejar que aparezca lo mejor de nosotros mismos.
Es soltar lo que no es verdadero en nosotros porque "nada ni nadie podrá agregarnos algo más a lo que somos y hemos recibido cómo don".
Es descubrir que lo mejor de nosotros está en lo profundo y no se identifica con nada, pero se expresa en el servicio, en la apertura, en el perdón, en la aceptación, en la disponibilidad y en la entrega cotidiana.

Es descubrir que la vida está hecha para compartirla. 
Que la vida es camino. ES DON AGRADECIDO.
Su felicidad está en la apertura y en la entrega.


Que la vida es estar siempre saliendo.
Siempre aprendiendo.
"AGRADECIDOS y DISPONIBLES vamos volviendo".

lunes, 6 de mayo de 2024

Y sabremos que el AMOR ES POSIBLE. 15, 9- 17

 

"Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes..."

¿Será posible, después de tantas historias que llevamos dentro, un amor gratuito y verdadero?
¿No existe acaso en todo encuentro -por más íntimo que sea- una cuota de desentendimiento y decepción?
¿No experimentamos un poquito de miedo cuando nos entregamos de alguna manera a los demás - o cuándo confiamos?

Todos hemos experimentado la necesidad de un "lugar en el mundo" dónde poder bajar la guardia, ser nosotros mismos y poder expresar sin miedos lo que llevamos dentro -las broncas, los odios, los celos, las envidias, los deseos, etc-, sintiéndonos seguros y sin presiones sabiendo que no seremos ni juzgados ni exigidos ni presionados a cambiar algo para sentirnos buenos.

Pero nuestro corazón tiene registros dónde hemos experimentado esa forma de relación dónde lo posesivo se hacía presente bajo las formas del chantaje y la manipulación, dónde la propia debilidad era usada para manejarnos según unos caprichos egoístas.

Cómo no andar protegidos en medio de estas experiencias, cómo no vigilarnos entre nosotros mirando qué movimientos hacemos, cómo no estar alertas para reaccionar ante cualquier agresión atacando el punto débil del otro... cómo no actuar nosotros también desde el poder y el miedo... y cómo no pensar que el amor entonces no es otra forma más de sometimiento...

"No hay amor más grande
que dar la vida por los amigos..."

También en nuestra experiencia humana hemos experimentado la aceptación en medio de un momento de enojo, el abrazo en medio de una profunda desesperación, la escucha atenta a nuestra envidia o a nuestros celos, dónde habiendo expresado nuestra división interna recibimos un "no tengas miedo, yo estoy".
Es de valientes abrirle el corazón a alguien mostrando la luz y también las sombras que lo habitan, porque este es justamente el camino que abre a un nuevo horizonte, a un nuevo estilo de vida; dónde el círculo cerrado del miedo y del poder se rompe.

El amor no se basa en la voluntad de escuchar, de comprender los problemas ajenos o de aguantar, sino que tiene como base el encuentro en la mutua debilidad.
El compartir la debilidad -lo que desgarra el corazón- hace brotar el amor y queda superado todo tipo de violencia.
Si le permitimos al trigo que crezca junto con la cizaña no le tendremos miedo a cada conflicto o discusión; porque es ahí donde el amor genera una sonrisa y donde el humor puede suavizar en vez de caer en la ironía o en el "ya lo sabía, nunca cambiarás".
Encontrarnos desde la debilidad nos hace descubrir que Amar es expresar Verdad, Ternura y un total Desarme de sí mismo.

El AMOR es ante todo VERAZ. 
Amor como aceptación de nuestra frágil condición humana, dónde ningún ser humano tiene poder sobre otro. 
El Amor es expresión entonces del encuentro en la verdad de cada uno creando así el espacio dónde poder ser en libertad. 
Y se convierte en guía de la fidelidad en los vínculos despojándonos de todo fingimiento, de todo cuánto no sea auténtico.

El AMOR es la TERNURA. En el amor las manos no agarran, sujetan o retienen sino que levantan, acarician, dan fuerza, incitan a crecer. En el amor la boca no muerde, devora o destruye sino que se convierte en palabra que sana, en beso que alienta a no tener miedo. En el amor los ojos no pretenden atrapar ni generar vergüenza sino que se convierten en mirada que recubre la vida y el cuerpo del otro en una profunda calidez humana.

El AMOR requiere un total DESARME. Un vínculo de "amor en la verdad" es un encuentro sin armas. 
Recuerdos, sospechas, dudas y comentarios guardados en nuestro interior pueden convertirse en armas que escondemos por cualquier cosa. 
Y aunque este desarme lleva tiempo, el don de esa mutua apertura y libertad es el PERDÓN. Y la vulnerabilidad compartida se transforma en el núcleo de fortaleza de todo vínculo y lo que parecía que producía vergüenza crea libertad, autonomía y mutua donación. 
El poder mata. La debilidad crea.
El amor se expresa aquí como un acto de perdón en el que toda situación -por más terrible que sea- no es irreversible; y en dónde toda persona -por más herida que esté- es transformada... se vuelve creadora.

"Amémonos unos a otros, 
ya que el amor es de Dios, 
y todo el que ama ha nacido de Dios 
y conoce a Dios." 1Jn 4, 7-9

Entonces, ¿es posible amar?
Tal vez lo primero es aceptar la ambigüedad del corazón que va del deseo de posesión al deseo de perdón. Nos sale ser ambiciosos y competitivos y al mismo tiempo queremos perdonar. Nos sentimos seguros y fuertes pero a veces queremos expresar que no podemos o que necesitamos de los demás. Queremos herir y a veces curar. 
Y tenemos razones para sentir miedo.
El amor significa apertura, vulnerabilidad, disponibilidad y desarme.
Esto es algo muy arriesgado porque puede haber quien no responda con amor sino que nos tome por nuestra parte frágil y la utilice... y nos rechace con un gesto de desprecio. Y esto no es sólo una posibilidad sino que es una cruda realidad de muchos.

Aun así es posible trascender - ir más allá- de esas estructuras y abrir nuestro caparazón aunque sea un poco, en algún lugar, de algún modo, alguna vez.

Porque en Jesús se nos ha revelado que el AMOR ES UNA POSIBILIDAD.
Tal vez está sea la mejor definición de la buena noticia de Jesús - de lo que nos vino a revelar: ES POSIBLE AMAR.
Amándonos nos hace pisar terreno firme para que la disponibilidad no nos genere ansiedad... y la entrega sea un hogar dónde sentirnos bienvenidos... y la debilidad no sea amenaza sino sea una riqueza y un don porque estamos rodeados por una fuerza creadora.

El Amor es una posibilidad que nace en medio de las personas cuando son capaces de encontrarse en la debilidad.
Y aquí el amor ya no es en la búsqueda de aferrarse al otro por miedo a lo que pueda suceder o para sentirse de alguna manera, sino que es encuentro en la libertad que es capacidad de crear algo nuevo.
Y este amor no tiene necesidad de demostraciones de ningún tipo.

En la medida en que experimentamos la vida de seguimiento a Jesús como una vida que impone restricciones a nuestra libertad de expresión, hemos confundido su esencia.
Lo esencial de la buena noticia de Jesús es justamente sobre la posibilidad que tenemos, de trascender la forma posesiva de nuestra existencia humana.

JESÚS mostrando totalmente su vulnerabilidad rompió con todas las cadenas del egoísmo posesivo que lleva a la muerte y encontró VIDA permaneciendo en el amor en medio de la absoluta entrega.
Y de esa forma nos desafía a romper el círculo que nos aprisiona.

Jesús nos desafía a mirar a los demás sin miedo y a entrar con Él en la mesa de los vínculos donde se comparte la debilidad, sabiendo que eso no supondrá nuestra destrucción sino una nueva creación, nueva energía, nueva vida... 
y sabremos que el AMOR ES POSIBLE.

sábado, 4 de mayo de 2024

Ni lobos ni asalariados. Jn 10, 11-18

 
"YO SOY EL BUEN PASTOR.
El buen Pastor da su vida por las ovejas."

"DAR VIDA". 
El evangelio no podría haber sido más explícito para decirnos cuál ha sido la actitud interior de toda la vida de Jesús, el sentido de su vida.

Vivir en clave de "dar vida" supone descentrarse de sí, desposeerse, lo que va más allá de dar tiempos o cosas a los demás.
Significa una tensión constante a que los demás puedan encontrarse siempre con una alternativa para descubrir el valor de sus propias vidas.
Significa ejercitar la "misericordia" que transforma las fallas y los errores en posibilidades para crecer (siendo conscientes de que la primera reacción es ya una interpretación).

VIVIR EN FAVOR DE LOS DEMÁS 
es expresión de una profunda familiaridad 
y de una tierna cercanía.

Pero también la palabra nos invita a descubrir que se entra cada vez más en contacto con esa VIDA NUEVA del buen Pastor, siempre y cuando, crezca en nosotros la misma actitud interior hacia los demás.

LA PROPIA VIDA HABLARÁ DE LO QUE HA EXPERIMENTADO.
Y sin que nos demos cuenta trataremos a los demás cómo en lo más profundo del corazón sentimos que somos tratados.

Por eso en JESÚS queremos reconocer un ROSTRO, una MIRADA que salva, una VOZ que libera, un TÚ que desbloquea lo que ya está entre nosotros, para que lo podamos recibir.
En JESÚS queremos abandonar los miedos y confiar en caminar hacía los lugares que él camino y la Vida Nueva tendrá más espacio en nosotros.

Pero muy lejana a la actitud del buen Pastor Jesús es la del "asalariado"... que buscando el propio interés se desalienta cuando el sostener la apuesta de "vivir en clave de servicio", suponga correr riesgos, perder seguridades o cuando tenga que renunciar a ciertas comodidades,llegando hasta abandonar aquello que comenzó tal vez con entusiasmo.

Somos asalariados de la vida cuando vamos perdiendo la capacidad de DAR GRACIAS, y creyendo en nuestros méritos vamos dejando de disfrutar de nuestras entregas que son nuestra vida.
Somos asalariados de la vida de los demás cuando -conociéndolos o no- nos hemos puesto a clasificarlos.
Somos asalariados de la vida cuando nos hemos acercado a los demás buscando algún beneficio personal dejándonos llevar por las apariencias.
Somos asalariados de la vida cuando hemos hecho "leña del árbol caído" para sentirnos aceptados por otros.

Y muy lejana también a la actitud del buen Pastor es la del "lobo",  que oprime y violenta y les quita la vida.
Somos lobos de la propia vida cuando no somos capaces de valorarla -de respetarla, de seguir creyendo aún en medio de las caídas- y no ponemos límites sanos cuando percibimos manipulación. 
Somos lobos de la vida de los demás cuando buscamos manejar sus vidas condicionando el afecto.
Somos lobos de la vida de los demás cuándo solo tenemos mirada para las faltas y la intolerancia se vuelve trato habitual.
Somos lobos de la vida cuando rotulamos a las personas y no les permitimos aprender de los errores.
Somos lobos cuando nos ponemos duros y rígidos generando divisiones o partidismos, no pudiendo aceptar las diferencias ni que unidad no significa uniformidad; no dejando de esa manera que los demás sean.

Acercarnos para dar vida - o vivir en clave del "dar vida"- supondrá entonces estar conscientes de que en la escucha y en la mirada que tenemos de los demás se nos juegan nuestros miedos, nuestras heridas, etc; que muchas se transforman en los "asalariados y lobos", modos con los que nos relacionamos con la vida de los demás.

Vivir en clave de "dar vida" es permanecer en la tensión que supone el diálogo con el otro que no puede ser utilizado en favor de nuestras carencias ni sometido a nuestras ideas.

Vivir en clave de "dar vida" es aceptar el desgaste cotidiano que supone buscar el bien siempre.
En una cultura que confunde alegría por placer, es aceptar que el "ego" pierda protagonismo y no sea gratificado en todo... ("Lo único que sé es cuándo tengo bastante")
Es aceptar los silencios, aprendiendo a callar cuándo el juicio es lo único que surge.
Es esperar en la vida y lo que tiene de proceso.
Es aceptar que en lo cotidiano haya molestias, conflictos, renuncias, equivocaciones y errores... aprendiendo a gestionar nuestras emociones y sentimientos poniéndonos en contacto con "quiénes somos" y a "qué somos llamados".


DAR VIDA
es aceptar más. Juzgar menos.
Es bendecir más. Tener menos.
Es servir más.
Es sabernos "cuencos" que dan lo que reciben... 
Allí el sentido de la vida.










sábado, 13 de abril de 2024

Denme de comer... Lc 24, 35-48

 
NO PARECE SER COSA  FÁCIL CREER EN EL RESUCITADO... en esa VIDA que atraviesa y sostiene toda la nuestra... en esa que se va abriendo a través de las grietas de nuestra existencia.
Porque si de esto somos testigos, muchas cosas en la propia vida se transformarían a al menos serían atravesadas con más confianza.

Nos seguimos encontrando con que la primera comunidad es un grupo de gente donde hay de todo... donde la experiencia tenida o el testimonio de otros no es suficiente para dejar atrás lo que encierra y pone trabas... es como si estuviesen atados a lo que les paso o a unas ideas de como tendrían que estar las cosas ahora.
Perdidos en sus propias heridas se han vuelto incapaces de abrirse a una nueva comprensión de las cosas.

Necesitamos ser conscientes de que muchas veces permanecer en nuestras heridas nos ha justificado a no hacer nada... justamente porque estas encierran y alejan... dándole a la vida una engañosa seguridad.

Mientras están contando lo sucedido en el camino, Jesús se les hace presente deseándoles la paz pero, tan atados están aquellos discípulos a ciertas imágenes -el pasado son sólo imágenes- o a ciertas vivencias -de lo que significa creer- que no pueden verlo sino como un fantasma.

Si entre nosotros seguimos creyendo que el Dios de Jesús es el dios de los buenos y de los puros... de los correctos... lo seguimos confundiendo con un fantasma y difícilmente haremos experiencia del Resucitado.
Si seguimos viviendo una fe del miedo al juicio y a la condena... o tan atada al comercio de que a Dios hay que darle más para que nos dé más... un fantasma entonces habrá ante nosotros y la experiencia del Resucitado no nos alcanzará.
Si seguimos separando la vida cotidiana, con todos sus aspectos, de la opción fundamental por la persona de Jesús… se nos seguirá presentando un fantasma.

Y Jesús les muestra sus manos y sus pies: sus marcas.
"SOY YO EN PERSONA"
Aun así no pueden creer por la alegría que tienen.
Y les pide de comer.

Las intenciones del evangelista son claras: por un lado afirmar que el encuentro con el Resucitado fue el encuentro con una persona viva... no fue ni con un invento de la imaginación ni con una idea... pero que no fue percibida como antes, de ahí  la alegría y la incredulidad que viven.
Y al mismo tiempo quiere también afirmar la continuidad del Crucificado en el testimonio del Resucitado que ahora vive la comunidad.

Y LES PIDE DE COMER, haciendo referencia a todo cuanto sucedía en las comidas en donde él estaba; de ahí que podríamos decir que Jesús tiene hambre de esas relaciones nuevas -de esos modos de relación y de encuentro- que surgieron alrededor de esas mesas; porque es allí donde hacemos experiencia de que está vivo.

Por eso frente a las heridas que encierran en el miedo y el sufrimiento... y que continuamente busca razones para estar separados de los demás; o
 frente a la duda que muchas veces paraliza bloqueando la creatividad y sacando ganas de vivir;  la PALABRA nos muestra un camino... 
Nos invita a escuchar y a atender a quienes vienen a nosotros con las mismas marcas pidiendo pan -pidiendo "modos nuevos de relación"- ... con la certeza de que en la disponibilidad a los demás, nos hacemos disponibles a que irrumpa una interpretación de la vida, de Dios, de nosotros más abierta y más sencilla... irrumpiendo así la Vida Nueva de Dios en la "que vivimos, nos movemos y existimos".

Ese camino -esta alternativa- está marcado por una única convicción: que en las marcas de los demás está Jesús y que ayer como hoy nos pide: 
"¿TIENEN ALGO PARA COMER?"
NO SABEMOS VER.










Tal vez nos hemos acostumbrado - hasta es más cómodo- seguir esperando una manifestación de Dios que nos convenza...  que nos resuelva la debilidad que llevamos... que sea tan para mí que no necesite ir hacia los demás... o seguimos encerrados en la vivencia de un pasado que ya pasó... que nos seguimos resistiendo a creer que el RESUCITADO está en una comunidad que vive lo que el Crucificado vivió.

QUÉ DIFÍCIL NOS RESULTA VER... 
PARA ELLO TENDRÍAMOS QUE SOLTAR
por eso no terminamos de creer.

domingo, 7 de abril de 2024

Resucitando. Jn 20, 19-31

Cuánta más dolorosa ha sido la frustración 

más dolorosa será la apertura. 
ENCIERRO y TEMOR.
Qué difícil resulta atravesar lo doloroso de la vida y no quedarnos justamente allí sin darnos cuenta de que eso nubla toda la capacidad de percibir la realidad.

Y si unas estructuras de pensamiento como el no querer "abrazar las heridas de la vida" no mueren... lo nuevo no puede nacer.
Que difícil permanecer en la "ESPERANZA" en medio del dolor sin que el pasado vivido lo domine todo; 
sin buscar culpables ni auto-reprocharse por haber elegido o no; 
sin que la ansiedad de sentirse desamparado nos lleve a alejarnos de todos; 
y sin que la sensación de impotencia del momento nos haga creer que nada podemos hacer, marcando así todas las decisiones.

Existe la necesidad de re-aprender muchas veces lo que significa hacer proceso cuando hay que atravesar la muerte, el dolor o cualquier situación dolorosa.
Tal vez habrá que animarse a dar pequeños pasos... el primero de todos: aprender a silenciarnos -dejando tantas creencias que llevamos dentro- y poner en palabras lo que nos ha pasado.
El segundo: dejarnos recibir por otros que sin juicios y desde una escucha atenta abrazan la vida que allí está herida.

De este proceso -que es pascua- nos habla el evangelio de hoy... compartiendo, estando juntos "cerrados y con temor", poniendo en palabras lo que han sufrido, lo que lástima, hacen experiencia de lo sagrado de la vida -de lo valioso que son- y son capaces de percibir que todo, absolutamente todo, lleva dentro VIDA.
Y allí experimentan PAZ... y el encuentro con la "vida hecha de límite" se vuelve "Cuerpo de Jesús", con llagas y todo, dónde el Amor siempre ha estado, haciendo que de las heridas broten nuevas posibilidades.

El "desde dónde mirar" lo que vivimos... como el "desde dónde vivir" es lo que transforma la vida... y esto sucede con el material que la vida nos da, sin negar ni ocultar nada.

Por eso, necesitamos aprender el arte de la espera que sabe "dejarse hacer" con lo que vive... no crecemos si andamos defendiéndonos de todo o quedándonos en la resistencia o en el enojo... u ocultándonos las heridas que llevamos dentro.  
Es posible esperar en esa Vida de Dios que está como un semilla muy pequeña en cada uno y que transforma el límite y el sufrimiento en un potencial de vida y sanación para los demás.

Y es allí, al "poner en palabras la vida", donde se conectan con quiénes son y a quiénes están llamados a ir... y la pascua, como camino de apertura, se vuelve MISIÓN.
Una ida a los demás que será "en nombre de Jesús", siempre y cuando esté atravesada por el don de la Reconciliación.
Habrá Jesús. 
HABRÁ VIDA DE DIOS SÓLO SI HAY PERDÓN.
Y PERDÓN como posibilidad siempre nueva.

Ese camino de "pasar del encierro a la apertura", "del miedo al anuncio", que vive la comunidad, Tomás también lo tendrá que hacer.
Tomás tendrá  que dejarse rescatar de los espacios que lo han encerrado hasta el punto de sentirse incomprendido y solo con sus llagas.
Y es así que al hacer experiencia de unas llagas -de unas heridas que mantenían la vida aprisionada...  que se reconocen... que se pueden narrar... que no se niegan..., Tomás puede reconocer sus propias llagas, las que mantiene seguras porque están ocultas, las que avergüenzan y bloquean la vida y lo dejan solo y enojado.

Cuanta VIDA sigue aprisionada porque no nos animamos a encontrarnos con nuestras heridas.
Cuántas heridas nos encierran y nos hacen andar con miedos.

NECESITAMOS TAMBIÉN QUE A NOSOTROS NOS RESCATEN DE LA ANGUSTIA Y DEL MIEDO, A LOS QUE PARECE QUE TERMINAMOS AMANDO.

Creer en el Resucitado  es creer que Jesús "amando en el extremo de la vida" mostró lo que está escondido como un tesoro en cada situación.

Que nos abramos a esa "mirada nueva" que es capaz de percibir al "QUE VIVE" en las llagas de los hombres y de las mujeres "de las manos rotas y abiertas" por la pobreza, por la enfermedad, por el desempleo, por la violencia... etc... etc.

"La VIDA que transforma todo en camino" vive en las "heridas abiertas del costado" de tantos que se encuentran solos, o se encuentran descartados, excluidos o padecen el dolor insoportable de la pérdida de un ser querido.


PERO
SEAMOS CONSCIENTES,
solos no encontraremos el camino.

jueves, 28 de marzo de 2024

“Ustedes serán felices si hacen lo mismo” Jn 13, 1-13

Alrededor de una mesa de amigos, en una cena que tiene sabor a despedida, dónde sólo hay tiempo para lo importante…para lo que cuenta…  
Jesús, cómo lo ha hecho desde el primer día que estuvo con ellos se pone a servirlos; y lo hace realizando un gesto que vuelve a desconcertarlos y a dejar sin sentido lo que creen acerca de Dios.

Jesús encuentra a sus discípulos allí dónde están, con sus expectativas, deseos y búsquedas, con sus creencias; y los conducirá a través de sus gestos -a través de su propio cuerpo abierto y entregado- a celebrar su pascua.

Por eso sentarse a esta mesa es hacer pascua con Jesús, es decir, dar un paso rompiendo con esa omnipotencia –y con todos esos otros atributos- que le seguimos poniendo a Dios y descender hacia abajo, hacía los pies de toda existencia humana dónde ahora se encuentra.

En Jesús, las manos de Dios se han hecho vacías de poder y de toda forma de sometimiento, se han hecho cercanas y entrañablemente liberadoras de todo miedo... de toda culpa… de todo aquello que tenga la pretensión de alejarnos de lo que somos en verdad.

Jesús al ponerse a lavar los pies realiza un gesto repulsivo para los judíos… un gesto considerado impuro que sólo lo realizaban los esclavos extranjeros. Hacerlo era quedar impuro, de ahí el escándalo de Pedro.
Pedro sigue creyendo que Dios no puede estar mezclado con nuestra humanidad tan hecha de tierra –opaca, oscura, molesta, quebradiza-. Pedro sigue separando y levantando barreras y Dios en ese juego es sólo para unos pocos.

Jesús rompe con ese modo de entender a Dios que te da derechos sobre los cuales afirmarse, para después juzgar, condenar y rechazar a los demás.

Jesús poniéndose a los pies se abaja, se hace nada; y allí Dios se da como el agua que se derrama en los pies de los discípulos… simplemente para seguir siendo el que se da y ser el lugar desde dónde la vida se sostiene y recibe sentido. Y no habrá obstáculo para recibirlo.
 
Esto nos lleva a comprometernos más con nuestra existencia que es Don… que es valiosa… que encontrará un camino de plenitud y de felicidad cuánto más se asuma como Don y cómo Don a los demás.

El pan partido y el vino que se derrama son otro modo de hablar del gesto de Jesús de hacerse vacío –de hacerse nada- para que Dios sea un torrente de vida nueva para toda existencia.
El pan cumple con su misión cuándo alimenta al igual que el vino para saciar la sed… guardarlos para siempre es dañarlos para que no sirvan para nada.


Vivir en clave del pan que se parte y se reparte…en clave de un Dios que se lo encuentra a nuestros pies…en clave de eucaristía es vivir en una profunda acción de gracias por el don de la vida, asumiendo todo cuánto ella trae, porque nadie puede darse si antes no se tiene.
Es dejarse partir por la vida, aun cuando eso suponga dolor y ruptura; teniendo la certeza de que allí se abren brechas –aberturas- por dónde brotará más vida.

Vivir en clave de Jesús es romper con la maldición de la apropiación que en nombre de cualquier cosa separa, excluye y condena.
Es no tener miedo a perder o a sentir vacío o a quedarnos hambrientos -insatisfechos-, situaciones que nos llevan a devorar al otro y no recibirlo como una ocasión de entrega.
Es permitirle al perdón que nos despoje de cuánto se ha quedado agarrado al corazón; de cuánto seguimos reteniendo provocando más enojo, más sufrimiento, más depresión.

Vivir en clave de eucaristía es saber que en cada gesto de reino -de más humanidad-, en dónde somos corridos del centro -despojados, desapropiados, desarmados-, vamos volviendo al lugar de dónde salimos y en dónde siempre estamos. 

La VIDA ha sido hecha como el PAN.
SE LA RECIBE o SE LA ARREBATA.
SE LA ENTREGA o SE LA RETIENE.

Allí dónde recibimos más vida es dónde también se muere.
SOMOS PARA DARNOS.

domingo, 17 de marzo de 2024

Morir para tener "más vida". Juan 12, 20-33

Habiéndose quedado tal vez con aquello de que "todo el mundo lo sigue" después de la entrada a Jerusalén dice el evangelio de Juan que unos griegos se acercan a los discípulos para querer ver a Jesús.


Al enterarse de que lo andan buscando Jesús responde con cualquier otra cosa: "...si el grano de trigo que cae en tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto."

Es como si Jesús estuviese desahogando el corazón expresando el sentido que ha tenido toda su vida... el para qué ha vivido o detrás de qué ha corrido.

MORIR PARA DAR VIDA.
MORIR PARA TENER VIDA EN VERDAD.
Pero... ¿qué es lo que tiene morir?

"Ha llegado la hora"
 donde se mostrará con más claridad que sigue siendo tan válido el permanecer en la entrega aun cuando se haga presente el rechazo y la incomprensión.
Tal vez lo que tiene que morir entonces es esa búsqueda de asegurar la vida... de conservarla a lo que dé lugar... Y no por un rechazo a la vida sino por percibir que hay otra vida que trasciende lo físico -que no se alcanza a percibir con nuestros sentidos- pero que se muestra en toda la vida entregada de Jesús y de manera más plena en la entrega de la cruz.

Pero para comprender esta nueva lógica necesitamos aprender otro tipo de sabiduría... esa que sabe descubrir fuerza allí donde solo aparece debilidad.
Esa que surge de mirar cómo actúa la levadura en la masa... esa que no se deja condicionar por los números ni por las estadísticas... donde el aparente fracaso de ciertas entregas transforman la vida.

Por eso tendremos que aprender a mirar más allá de los resultados de nuestros proyectos o de las decepciones tenidas.
Tendremos que acostumbrar al corazón a una alegría que viene bajo unos aspectos diferentes... hasta contradictorios.

Hacer nuestro el modo de vivir de Jesús es encontrar VIDA en unas claves muy distintas a las que estamos acostumbrados... de eso se trata "dar fruto".
No será a partir de la reserva de la propia vida -o de buscar siempre lo que nos conviene-.
No será a partir del resultado de lo que construimos o del éxito de algo que hicimos, donde de alguna manera mucho o todo está bajo nuestra mirada y control.
No será en la acumulación de cosas o de méritos o en lo que llamamos ser medidos o cautos tan sujeto a lo que dirán los demás.
No será dentro de los límites que establecen los miedos o las ganas tan sujetas a nuestros estados de ánimo...
No será en la defensa de formas litúrgicas o de ciertos dogmatismos que tantas veces nos han encerrado y desde los cuales hemos condenado.
No será lejos de los que no cuentan o de aquellos que nos incomodan con sus reclamos o gritos.

Hacer nuestro el modo de vivir de Jesús es encontrar VIDA poniendo nuestra vida bajo la dinámica de la apertura y la entrega.

Poner la vida bajo la dinámica de la apertura y la entrega va más allá de una ley moral...

ES LA DINÁMICA DEL REINO.
ES MORIR PARA DAR VIDA.

Es dejar que ciertas cosas no estén completas en nosotros... es dejar que ciertos vacíos sigan así... para poder recibir.

Es dejar que ciertos hambres queden insatisfechos - ciertos vacíos permanezcan - para que aparezca aquello que hace que la capacidad de amar crezca... y de esa manera surja aquello que nos hace más humanos.

Y descubriremos quiénes somos.
De qué estamos hechos.
Nos haremos un poco más conscientes de la razón de nuestra vida.
El por qué vivir.

Pero como Jesús también sentiremos la "turbación" del permanecer bajo esas claves cuando la oscuridad y la incertidumbre se hagan más intensas.

Permanecer "¡Si para eso he llegado a esta hora!" será entonces una decisión que surge de haber percibido dentro de sí que amar así... vivir así... vale más que la vida.


Vivir en clave de apertura y entrega descubre cómo fuimos creados, de qué estamos hechos y a que estamos llamados.
Lo contrario que tiene la seguridad y la comodidad como criterios de vida no harán más que encerrarnos sobre nosotros mismos... haciendo más apesadumbrada la vida... convirtiéndonos en esclavos de deseos cortos y estrechos.

"Y habremos vivido... amado tal vez... 
conocido a Jesús tal vez"... sólo de oídas. 

Dios quiere ser en nosotros el que se sigue dando a los demás:
cómo misericordia que alcanza hasta lo más oscuro de la vida;
cómo búsqueda sin dar a nadie por perdido;
cómo abrazo que sana y libera de todo prejuicio;
cómo mirada que entiende y respeta los tiempos;
cómo encuentro... cómo aceptación de lo que es.

Dios quiere ser en nosotros la entrega, el servicio, la búsqueda, el camino, el perdón... quiere seguir siendo, a través nuestro, un don para los demás.

Y a más Dios, más humanidad reconciliada y plena.
Y estaremos "dando fruto" porque la vida estará hablando de Dios.