sábado, 13 de abril de 2024

Denme de comer... Lc 24, 35-48

 
NO PARECE SER COSA  FÁCIL CREER EN EL RESUCITADO... en esa VIDA que atraviesa y sostiene toda la nuestra... en esa que se va abriendo a través de las grietas de nuestra existencia.
Porque si de esto somos testigos, muchas cosas en la propia vida se transformarían a al menos serían atravesadas con más confianza.

Nos seguimos encontrando con que la primera comunidad es un grupo de gente donde hay de todo... donde la experiencia tenida o el testimonio de otros no es suficiente para dejar atrás lo que encierra y pone trabas... es como si estuviesen atados a lo que les paso o a unas ideas de como tendrían que estar las cosas ahora.
Perdidos en sus propias heridas se han vuelto incapaces de abrirse a una nueva comprensión de las cosas.

Necesitamos ser conscientes de que muchas veces permanecer en nuestras heridas nos ha justificado a no hacer nada... justamente porque estas encierran y alejan... dándole a la vida una engañosa seguridad.

Mientras están contando lo sucedido en el camino, Jesús se les hace presente deseándoles la paz pero, tan atados están aquellos discípulos a ciertas imágenes -el pasado son sólo imágenes- o a ciertas vivencias -de lo que significa creer- que no pueden verlo sino como un fantasma.

Si entre nosotros seguimos creyendo que el Dios de Jesús es el dios de los buenos y de los puros... de los correctos... lo seguimos confundiendo con un fantasma y difícilmente haremos experiencia del Resucitado.
Si seguimos viviendo una fe del miedo al juicio y a la condena... o tan atada al comercio de que a Dios hay que darle más para que nos dé más... un fantasma entonces habrá ante nosotros y la experiencia del Resucitado no nos alcanzará.
Si seguimos separando la vida cotidiana, con todos sus aspectos, de la opción fundamental por la persona de Jesús… se nos seguirá presentando un fantasma.

Y Jesús les muestra sus manos y sus pies: sus marcas.
"SOY YO EN PERSONA"
Aun así no pueden creer por la alegría que tienen.
Y les pide de comer.

Las intenciones del evangelista son claras: por un lado afirmar que el encuentro con el Resucitado fue el encuentro con una persona viva... no fue ni con un invento de la imaginación ni con una idea... pero que no fue percibida como antes, de ahí  la alegría y la incredulidad que viven.
Y al mismo tiempo quiere también afirmar la continuidad del Crucificado en el testimonio del Resucitado que ahora vive la comunidad.

Y LES PIDE DE COMER, haciendo referencia a todo cuanto sucedía en las comidas en donde él estaba; de ahí que podríamos decir que Jesús tiene hambre de esas relaciones nuevas -de esos modos de relación y de encuentro- que surgieron alrededor de esas mesas; porque es allí donde hacemos experiencia de que está vivo.

Por eso frente a las heridas que encierran en el miedo y el sufrimiento... y que continuamente busca razones para estar separados de los demás; o
 frente a la duda que muchas veces paraliza bloqueando la creatividad y sacando ganas de vivir;  la PALABRA nos muestra un camino... 
Nos invita a escuchar y a atender a quienes vienen a nosotros con las mismas marcas pidiendo pan -pidiendo "modos nuevos de relación"- ... con la certeza de que en la disponibilidad a los demás, nos hacemos disponibles a que irrumpa una interpretación de la vida, de Dios, de nosotros más abierta y más sencilla... irrumpiendo así la Vida Nueva de Dios en la "que vivimos, nos movemos y existimos".

Ese camino -esta alternativa- está marcado por una única convicción: que en las marcas de los demás está Jesús y que ayer como hoy nos pide: 
"¿TIENEN ALGO PARA COMER?"
NO SABEMOS VER.










Tal vez nos hemos acostumbrado - hasta es más cómodo- seguir esperando una manifestación de Dios que nos convenza...  que nos resuelva la debilidad que llevamos... que sea tan para mí que no necesite ir hacia los demás... o seguimos encerrados en la vivencia de un pasado que ya pasó... que nos seguimos resistiendo a creer que el RESUCITADO está en una comunidad que vive lo que el Crucificado vivió.

QUÉ DIFÍCIL NOS RESULTA VER... 
PARA ELLO TENDRÍAMOS QUE SOLTAR
por eso no terminamos de creer.

domingo, 7 de abril de 2024

Resucitando. Jn 20, 19-31

Cuánta más dolorosa ha sido la frustración 

más dolorosa será la apertura. 
ENCIERRO y TEMOR.
Qué difícil resulta atravesar lo doloroso de la vida y no quedarnos justamente allí sin darnos cuenta de que eso nubla toda la capacidad de percibir la realidad.

Y si unas estructuras de pensamiento como el no querer "abrazar las heridas de la vida" no mueren... lo nuevo no puede nacer.
Que difícil permanecer en la "ESPERANZA" en medio del dolor sin que el pasado vivido lo domine todo; 
sin buscar culpables ni auto-reprocharse por haber elegido o no; 
sin que la ansiedad de sentirse desamparado nos lleve a alejarnos de todos; 
y sin que la sensación de impotencia del momento nos haga creer que nada podemos hacer, marcando así todas las decisiones.

Existe la necesidad de re-aprender muchas veces lo que significa hacer proceso cuando hay que atravesar la muerte, el dolor o cualquier situación dolorosa.
Tal vez habrá que animarse a dar pequeños pasos... el primero de todos: aprender a silenciarnos -dejando tantas creencias que llevamos dentro- y poner en palabras lo que nos ha pasado.
El segundo: dejarnos recibir por otros que sin juicios y desde una escucha atenta abrazan la vida que allí está herida.

De este proceso -que es pascua- nos habla el evangelio de hoy... compartiendo, estando juntos "cerrados y con temor", poniendo en palabras lo que han sufrido, lo que lástima, hacen experiencia de lo sagrado de la vida -de lo valioso que son- y son capaces de percibir que todo, absolutamente todo, lleva dentro VIDA.
Y allí experimentan PAZ... y el encuentro con la "vida hecha de límite" se vuelve "Cuerpo de Jesús", con llagas y todo, dónde el Amor siempre ha estado, haciendo que de las heridas broten nuevas posibilidades.

El "desde dónde mirar" lo que vivimos... como el "desde dónde vivir" es lo que transforma la vida... y esto sucede con el material que la vida nos da, sin negar ni ocultar nada.

Por eso, necesitamos aprender el arte de la espera que sabe "dejarse hacer" con lo que vive... no crecemos si andamos defendiéndonos de todo o quedándonos en la resistencia o en el enojo... u ocultándonos las heridas que llevamos dentro.  
Es posible esperar en esa Vida de Dios que está como un semilla muy pequeña en cada uno y que transforma el límite y el sufrimiento en un potencial de vida y sanación para los demás.

Y es allí, al "poner en palabras la vida", donde se conectan con quiénes son y a quiénes están llamados a ir... y la pascua, como camino de apertura, se vuelve MISIÓN.
Una ida a los demás que será "en nombre de Jesús", siempre y cuando esté atravesada por el don de la Reconciliación.
Habrá Jesús. 
HABRÁ VIDA DE DIOS SÓLO SI HAY PERDÓN.
Y PERDÓN como posibilidad siempre nueva.

Ese camino de "pasar del encierro a la apertura", "del miedo al anuncio", que vive la comunidad, Tomás también lo tendrá que hacer.
Tomás tendrá  que dejarse rescatar de los espacios que lo han encerrado hasta el punto de sentirse incomprendido y solo con sus llagas.
Y es así que al hacer experiencia de unas llagas -de unas heridas que mantenían la vida aprisionada...  que se reconocen... que se pueden narrar... que no se niegan..., Tomás puede reconocer sus propias llagas, las que mantiene seguras porque están ocultas, las que avergüenzan y bloquean la vida y lo dejan solo y enojado.

Cuanta VIDA sigue aprisionada porque no nos animamos a encontrarnos con nuestras heridas.
Cuántas heridas nos encierran y nos hacen andar con miedos.

NECESITAMOS TAMBIÉN QUE A NOSOTROS NOS RESCATEN DE LA ANGUSTIA Y DEL MIEDO, A LOS QUE PARECE QUE TERMINAMOS AMANDO.

Creer en el Resucitado  es creer que Jesús "amando en el extremo de la vida" mostró lo que está escondido como un tesoro en cada situación.

Que nos abramos a esa "mirada nueva" que es capaz de percibir al "QUE VIVE" en las llagas de los hombres y de las mujeres "de las manos rotas y abiertas" por la pobreza, por la enfermedad, por el desempleo, por la violencia... etc... etc.

"La VIDA que transforma todo en camino" vive en las "heridas abiertas del costado" de tantos que se encuentran solos, o se encuentran descartados, excluidos o padecen el dolor insoportable de la pérdida de un ser querido.


PERO
SEAMOS CONSCIENTES,
solos no encontraremos el camino.