miércoles, 30 de diciembre de 2020

AsoMbradOs por lA peQueñeZ. Lc 2, 22-40

El mundo, como la oscuridad, no se enteró del Dios hecho carne; pero a partir de ese momento TODA HISTORIA HUMANA se volvió un lugar de encuentro.
Toda situación una oportunidad para crecer... para aprender modos y posibilidades nuevas para responder... para vivir con otros.

Permanecer abiertos y fieles al encuentro que aconteció en la navidad será el desafío - dejando que se sigan iluminando nuestros miedos - abrazando nuestras ansiedades - liberándonos de nuestras heridas viejas... que muchas veces nos hacen movernos, nos hacen decir - actuar - reaccionar - de maneras y modos tan distintos al encuentro sucedido.

Recordemos que el estar habitados por la "ternura y la bondad de Dios" no es una realidad que nuestros ojos ven de una... seguiremos necesitando sabernos de camino... y que allí el Espíritu nos enseñe.

Pero si nos dejamos llevar por esa manera de mirar nos seguiremos encontrando con personas que según los criterios dominantes no tienen valor -"no brillan ni llaman la atención"- pero son los que sostienen la esperanza permaneciendo fieles aun en medio de la carencia, de la pérdida y del vacío de los años.

Simeón y Ana son encontrados en la ancianidad... en el vacío que dejan los años; y son llevados a experimentar la alegría que brota de la fidelidad.
POr permanecer fieles se vuelven fecundos.

El anciano Simeón "el que escucha" y la profetiza Ana "la agraciada... la favorecida"... han permanecido en la espera.
Los años con sus achaques y sus pérdidas podrían haber convertido sus vidas en una resignación angustiosa colmada de quejas... podrían haber atado el corazón a esa tristeza que quita hasta las ganas de vivir.

Pero ambos permanecen abiertos... a la espera... cargados de una profunda confianza que los hace abrazar la vida concreta - aun con sus momentos duros - sin que esto los vuelva indiferentes y ciegos a los pequeños y cotidianos detalles... como puede ser una madre son su niño.

Permanecen a la espera con los medios que tienen a su alcance:
Viven al servicio y en oración alrededor del templo... como si la inquietud no los dejase dormir.
No le permiten a los miedos manejar el ritmo de sus vidas... siguen saliendo de sus casas.
Permanecen atentos a los pequeños detalles... se han amigado con la lentitud que imponen los años.
Por eso podrán  abrazar la pequeñez de Dios que viene a ellos en los brazos de María.


Qué difícil se nos hace a nosotros "saber esperar"... "confiar en otro ritmo" que no sea el nuestro.

Como nos cuesta aceptar que todo en nosotros es un aprendizaje... que nos volvemos viejos cuando dejamos de aprender.

Como nos cuesta soltar la impaciencia cuando notamos que algunas cosas tienen que pasar por un lento proceso donde no manejamos los tiempos.

Aun en nuestras relaciones con los demás queremos imponer nuestro ritmo.
Como nos cuesta abrazar la fragilidad que sentimos en nuestras familias o en nuestras comunidades sin pretender cambiar a nadie.

Simeón y Ana... confiados abrazan la dureza de la vida así como es.
NO se adelantan.
No se quejan.
No permanecen fieles porque a ellos se les cumplen las cosas.
Hacen del tiempo una súplica... un servicio.
POr eso son capaces de asombrarse ante la pequeñez.


Aprenderemos a esperar si nos traemos al momento presente; conectándonos con la propia vida, aquí y ahora. Trayendo la mente a la propia casa. 

Aprenderemos a esperar poniendo la vida al servicio de los demás... a los ritmos de los demás.
NO buscando intervenir siempre... aguardando.
No buscando merecer nada... sino agradeciendo siempre.







domingo, 27 de diciembre de 2020

LO QUE HACE SAGRADA LA VIDA... Lc 2, 22-40

Acompañados por la Palabra nos permitimos soltar ciertas interpretaciones aprendidas, donde la familia de Jesús queda reducida a un modelo “casi irreal” que hay que seguir cueste lo que cueste.

Necesitamos para esto recordarnos que el modelo de familia de aquella época es muy diferente al de ahora. La pareja de recién casados compartía la casa del clan al que pertenecía el varón... de ahí que la vida familiar estaba regida por un modelo bien patriarcal.   

Los evangelios, escritos mucho tiempo después de la pascua de Jesús, querrán mostrarnos a través de algunos hechos culturales, que la vida de Jesús – sus palabras y sus gestos- son parte de una tradición aprendida y vivida primero por él… de ahí la presentación de Jesús en el templo cargada de un simbolismo dónde Simeón y Ana hacen de la espera una contante escucha y servicio.

Más allá entonces de las idealizaciones que nos hemos hecho de la familia de Nazaret, podemos decir que Jesús en aquella “familia ampliada” –con aspectos muy diferentes a cómo hoy entendemos la familia- experimento mucho de lo que después predicará… porque nadie se hace solo… para crecer y aprender necesitamos la ayuda de los demás… siempre es que con otros. 

Esto nos ayuda a comprender que no deberíamos poner ninguna institución por encima de las personas…toda institución, aun la familia, tienen que estar siempre al servicio de las personas, de que crezcan en humanidad. De ahí que podemos constatar que las instituciones no son santas, menos sagradas. Cuántas veces queriendo defender las instituciones se sacrifican personas. Es claro que no son las instituciones las que tienen la culpa, sino algunas personas que se aprovechan de ellas para sus intereses mezquinos.

Pero también nos ayuda a comprender que no debemos dejar lado alguna institución porque nos exija esfuerzo.  La vida misma… el crecer con otros… el aprender… el relacionarnos desde nuestra verdad supondrá siempre momentos de mayor esfuerzo y fatiga. Un aprendizaje donde muchas veces tendremos que seguir despojando estos vínculos de todas las exigencias o chantajes que en nombre de la familia se hacen…olvidándose que todo es para el crecimiento de las personas y no para el engrandecimiento o el orgullo de la familia.

Podemos entonces acordar que todos necesitamos a los demás para crecer, para desarrollarnos, para vivir…SOMOS RELACIÓN... de ahí que la familia sigue siendo el lugar privilegiado para esto.

La familia es el lugar insustituible donde se dan esas relaciones profundamente humanas. Sea como hijo, como hermano, como pareja, como padre o madre, como abuelo. En cada una de esas situaciones, la calidad de la relación nos irá acercando a la plenitud humana. 

Los lazos de sangre o de amor natural deben ser puntos de apoyo para aprender a salir de nosotros mismos e ir a los demás con nuestra capacidad de entrega y servicio. Si en la familia superamos la tentación del egoísmo amplificado (“lo que importa somos nosotros y los demás que…”), aprenderemos a tratar a todos con la misma humanidad: exigiendo cada día menos y dándose cada día más.

Hoy a muchos les asusta pensar que el “modelo cristiano” de familia está en crisis, como si las crisis fuesen algo raro y extraño y no oportunidades para crecer. Más cuando sabemos que este modelo de familia fue adoptado del mundo romano y sacralizado por los cristianos sin más.

Necesitamos encontrarnos con las familias como están hoy y no como quisiéramos que estén,  ignorando de esa manera su realidad concreta y pretendiendo torcer las cosas hacia lo que nosotros consideramos que está bien… acompañado todo esto de juicios y condenas. 

Todos los vínculos pasan por dificultades… ¿cómo los resolvemos? ¿Qué capacidad tenemos de leer lo que está pasando? ¿Qué límites no se escucharon?, etc… son parte del camino donde seguimos aprendiendo y es también el momento donde aparecen, más de una vez, muchas de nuestras inmadureces por lo que después termina fracasando algún vínculo.

Necesitamos a la luz del modelo de humanidad que nos propone Jesús animarnos a dialogar con todos los vínculos, aun con aquellos que tal vez no responden al modelo cristiano.

Jesús nos anuncia un modo de relación que surge del contacto con nuestra verdadera identidad… a eso llama “haber creído en él y en Aquel que lo envió” y este modo no está asociado a ninguna institución. Entonces, ¿podríamos decir que,  cualquier institución que permita estos modos de relación pueden llamarse “cristianas”?

Cuántos de nosotros hemos experimentado o hemos sido testigos de situaciones muy dolorosas al interior de las familias. Cuántas se siguen sosteniendo por una cierta conveniencia económica o por los “chicos” en medio de un clima que enferma a todos. O cuántas personas están sometidas a situaciones de violencia – a la ausencia de un mínimo de humanidad- por estar obligadas a vivir juntas o por miedo a quedar solas en la vida. 

La ausencia de humanidad es ausencia de Dios… lo que hace nulo directamente cualquier vínculo… desnudando lo que llamamos amor.

Y solo el amor humano es sacramento de Dios, siempre y cuando exprese, de alguna manera, los modos de Jesús.


LO QUE HACE SAGRADA LA VIDA, COMO UNA RELACIÓN, ES LA CALIDEZ HUMANA CON LA QUE VIVEN Y TRATAN A LOS DEMÁS.


viernes, 25 de diciembre de 2020

Cada día ha sido NAVIDAD...Jn 1, 1-18


Las palabras del evangelio nos hablan de como la Palabra -Dios, dónde no hay ayer, ni hoy ni mañana- se hace TIEMPO.
El que ni lo cielos pueden contener, cambio de lugar... "puso su tienda entre nosotros".

PARA invitarnos a descubrir que Dios siempre ha tenido ROSTRO... ahora se llama JESÚS... y ahora está acostado en un pesebre... siendo uno con toda humanidad pobre y necesitada, como siempre lo ha sido.
Por eso no será entonces en nuestras buenas intenciones o buenos deseos dónde la vida se nos juegue... sino en la capacidad de mirar... de dejarse encontrar... será en las manos abiertas... en el corazón atento y disponible.
"Lo que hiciste al más pequeños de mis hermanos,
a mí me lo hiciste..."


La NAVIDAD es una invitación a mirar, en medio de toda oscuridad, hacía abajo, hacia dentro de toda humanidad... descubriendo de que este modo de ser -de actuar- de hablar de Dios en Jesús, es la PALABRA definitiva dada por Dios para que aprendamos lo que significa, y donde encontrar, VIDA VERDADERA.

La ENCARNACIÓN nos regala entonces una clave preciosa desde donde leer este año marcado por la oscuridad de un virus que por momentos nos dejó en el miedo, en la incertidumbre, en la inquietud.... 

¿Qué nació en nosotros en este largo ADVIENTO?
¿Hacía donde caminamos nosotros en este adviento, en esta larga noche de miedo y espera? 
¿Qué estuvimos buscando? ¿hacía donde miramos...? 
¿Dónde encontramos vida?.

Dios haciéndose tiempo nos descubrió que no hay tiempos mejores o peores... no hay nada que pueda impedirnos vivir en clave de Reino -en clave de escucha, de atención, de servicio,  de perdón, etc-
Que podamos tener la capacidad de dar gracias hoy, por los muchos nacimientos de Jesús -de sus modos- en cada uno de nosotros y en los demás.

"Dios despojado de todo"
... es la LUZ que nos llegó en medio de la noche de este año, desnudando las caretas con las que vivíamos, y también los sentimientos de superioridad con respecto a los demás.
Un anuncio que invita a encontrar a Dios en medio de un pesebre pobre y lleno de olores... rompió con los prejuicios y el chisme con el que nos acercamos a los demás.
Un Dios "envuelto en pañales"... una humanidad atada por la pandemia... desnudó nuestra falta de empatía y nuestra indiferencia con la que vivíamos y que justamente eso es lo que nos estaba enfermando.

Unos pastores, una pobre gente, es la primera que se acerca... nos descubrió quiénes fueron los primeros en acercarse a los sufridos de este tiempo... que no siempre fueron los que se definen por su rol, o por su título o por la función que cumplen.

Dios despojado de todo nos mostro lo más genuino de su corazón... una humanidad despojada de toda seguridad también.
Nuestra humanidad alcanzada por la debilidad, hizo NAVIDAD en cada gesto donde la mirada del otro, la vida del otro -su sufrimiento y su debilidad- fueron el centro de la atención, de la contención y del servicio.

Pero sabemos que no ha sido fácil... que no es fácil... dejar que nuestra vida... toda ella, sea navidad... exprese Jesús. Esto supone el esfuerzo de caminar hacía el propio pesebre donde junto a lo más precioso que llevamos dentro, también se encuentra lo que reprimimos... lo que no aceptamos... lo que sentimos no reconciliado... lo que rechazamos de nosotros mismos... nuestras desvalorizaciones... lo que consideramos perdido y errado... nuestros miedos... lo que experimentamos como oscuro y como fango... nuestro pecado...




Hoy nos vuelven a anunciar que TODO PUEDE ESTAR.
Que así como el establo que no tenía puertas ni ventanas con que defenderse del frío o del calor.
TODO PUEDE ABRIRSE.


NAVIDAD es también dejar el miedo de mirar lo oculto de nuestras vidas... 
Es permitirle a Jesús que desde dentro, con nosotros... haciendo camino... nos descubra una mirada nueva o un sentido nuevo a eso que percibimos que traba la vida... y nos hace quejosos, pocos tiernos con los demás.

La oscuridad -con sus compañeras de viaje como son el miedo y la incertidumbre... la impaciencia y el desgano...- pueden endurecernos -bloqueando la compasión-; y pueden encerrarnos de tal manera que todo, lo de adentro y lo de afuera, lo sintamos como amenaza... 

PERO ES INCREÍBLE EL ESPACIO QUE SE LIBERA
CUÁNDO NOS DEJAMOS DE DEFENDER 
Y CUÁNDO NOS DEJAMOS DE OCULTAR.

Demos gracias... sencillamente aceptemos... que un establo como el nuestro celebro a lo largo del año muchas navidades...
Demos gracias por habernos encontrado rescatando vida de la mano de Jesús... tratando a toda humanidad como un lugar sagrado.

La NAVIDAD... no es un tiempo... es la vida cuando se desbloquea... cuando se abre a la ternura... cuando se deja llevar por la compasión... cuando se convierte en servicio a los demás.

CADA DÍA ENTONCES ES NAVIDAD.


domingo, 13 de diciembre de 2020

AleGría, un CamiNo a travÉs del dEsierTo. Jn 1, 6-8, 19-28

"ALÉGRENSE... Estén siempre ALEGRES."  1Tes 5,16
Al acercarse la Noche Buena somos invitados a experimentar en nosotros una ALEGRÍA que no se identifica con la satisfacción de todas nuestras necesidades o tal vez con la ausencia de conflictos... o con la ausencia de situaciones difíciles como las que estamos atravesando.
ALÉGRENSE!!!
Para hacer experiencia de lo que se nos está invitando habrá que ponerse en camino hacia Belén (podríamos decir)... hacia los lugares propios y de los demás donde la fragilidad se encuentra.
Allí,  como frente a la pequeñez del Niño de Belén, frente a la pobreza y humildad del lugar, nuestras vidas serán despojadas de las ansias de poder... del querer aparentar... como así también de ese deseo posesivo que enferma todas las relaciones humanas... y tal vez podremos aprender a mirar de otra manera, descubriendo que es lo esencial en la vida y que nos acerca la experiencia de la alegría verdadera.
ALÉGRENSE!!!
Hacer experiencia de esa alegría que permanece, a la que somos invitados, no puede entonces resultar de los parches con que intentamos conservarla; como son el comprar cada vez más cosas o dejarnos llevar por la sola búsqueda de placer.
Esa alegría no podrá nacer sólo de nosotros ni dependerá de nuestros esfuerzos. 
NO PUEDE DEPENDER DEL AFUERA.

Tal vez será un  constante camino en donde hemos de ejercitarnos en la paciencia -de quienes confían en que los procesos de transformación son lentos-  y en la renuncia -de quienes aferrados a una promesa -"Dios en nosotros"- confían que lo que más ansían llegará no por los caminos que tal vez hubiesen querido.

Hacer experiencia de esta ALEGRÍA que permanece independientemente del afuera, será caminar hacia donde sabemos que somos sostenidos... será un camino hacía dentro... hacia donde están nuestras verdades; desde la cuales entonces, podremos responder a lo que nos pase sin que esto nos desanime ni nos vuelva tremendamente pesimistas y rígidos.

Pero el gran conflicto es que seguimos identificando lo que somos - o  nos seguimos valorando y aceptando - según una medida rígida y estrecha que viene de fuera... o que viene tal vez de nuestras propias heridas... o de nuestro ego que busca incansablemente sentirse en el centro.

JESÚS ES 
NUESTRA ALEGRÍA!!!

¿A qué sabe la alegría de quienes entregaron toda su fe a caminar en sus huellas...?


¿Quiénes podrían explicarnos lo que se vive cuando se está en contacto con el propio corazón?

Cuando el corazón está satisfecho... ni una VOZ en medio del desierto puede asombrar.
Es como si el evangelio nos mostrará -en este contexto de Alegría- como fueron los inicios del acostumbrarse de Dios a nosotros... y nosotros a Dios.

La duda y la indiferencia... la búsqueda de pruebas... la reacción frente a la inseguridad que despierta la presencia del otro... el que otros vayan y pregunten... actitudes y gestos que aparecen en el evangelio de hoy, son parte también de nuestros propios caminos y opciones frente a la vida... frente a la fe.

Como a los hombres del evangelio -no como los fariseos y escribas- nosotros también necesitamos seguir buscando alternativas a las cosas que vivimos hoy.
Y eso significará dejarnos interpelar... y no pasar por las situaciones de la vida como si fueran meras atracciones como lo hicieron tal vez aquellos hombres que fueron a ver a Juan.

Será necesario, como Juan, entrar en contacto con nuestra verdad que no necesita de nada para decir quién es... y es libre para despojarse hasta de la necesidad de que las cosas cambien con él.

Juan, revestido de los  "no soy" - es decir, haciéndose cargo de la propia verdad y debilidad- anuncia la llegada del "más fuerte"... de Aquel que bautizará "en el Espíritu Santo".

Necesitamos como Juan encontrar alegría al despojarnos de tantos protagonismos con los que andamos en la vida...
Juan anuncia que Otro -el que viene detrás de él- es el verdadero protagonista de esta historia haciendo presente a Dios en la manera de estar... en el modo de amar.

Y el desierto -los vacíos, los despojos y silencios provocados por la vida- serán el camino que el anuncio encontrará, para llegar al corazón... para hacernos el gran regalo de una alegría que no se identifica con esto o con aquello... pero que viene de la mano de nuestra verdad.

Más de una vez nos encontraremos con la necesidad de reencontrarnos con el sentido que le queremos dar la vida... sobre todo cuando se nos presenten la dificultad o la duda o el miedo... y es justamente allí, cuando nuestras fuerzas no alcancen, cuando podremos percibir que Alguien más está en nuestra vida regalándonos esa verdadera experiencia de alegría.


lunes, 7 de diciembre de 2020

ComiEnzo de la BuenA NotiCia de JESÚS. Mc 1, 1-8

Como si hubiese encontrado algo de mucho valor... y lejos de querer darnos una doctrina o un conjunto de normas... Marcos nos anuncia una ALEGRE NOTICIA.
Una historia que afecta a la vida... y por ende a la fe.
Una historia... un rostro... un nombre.
JESÚS.

De Jesús es la "buena noticia" y al mismo tiempo, él mismo es la "buena noticia".
JESÚS ES BUENA NOTICIA.

Si JESÚS ES BUENA NOTICIA significa que es siempre novedad; de ahí que su vida, su palabra será siempre principio... comienzo de camino... posibilidad de recomenzar siempre.

CON JESÚS SE TENDRÁ SIEMPRE LA SENSACIÓN 
DE ESTAR COMENZANDO. SIEMPRE.

Pero, ¿será Jesús buena noticia para nuestras vidas?
¿Será Jesús una alternativa para nuestras vidas?
¿Será Jesús una relación que va tocando todos los aspectos de nuestra vida?
¿O sigue siendo una costumbre... o un conjunto de normas a cumplir... o algo que hemos recibido como herencia familiar?

Y es una "buena noticia" que no viene bajo los rasgos del poder que busca dominar, imponer y amenazar, sino bajo los rasgos de la debilidad, de la derrota y de la pobreza... 
Se presentará siempre como una "alternativa de vida" bajo los rasgos de una vida gastada en favor de los demás... de un amor "sin límites", dispuesto a no correrse jamás.
TODO ESTO ES BUENA NOTICIA.
Y tal vez ésta sea la novedad.
 

Y entre lo antiguo y lo nuevo aparece "Juan, el Bautista" como punto de contacto convirtiéndose en TESTIGO de lo viejo y de lo nuevo.

Hacía tiempo que la palabra de Dios no resonaba en medio de su pueblo.
De allí el anuncio en el DESIERTO como imagen de la ausencia y del vacío creados por la indiferencia y por la dispersión en tantas cosas que nos distraen de lo esencial..
Ausencia y vacío que aparecen detrás de esa obsesión -muchas veces desconocida- por mantener un personaje; estando lejos de nosotros mismos.
Ausencia y vacío generado por nosotros mismos cuando solo nos mueve la satisfacción de nuestras necesidades; haciendo que nuestras heridas se profundicen. 
Ausencia y vacío generado en tantos otros por la injusticia y la indiferencia con la que vivimos.

Ausencia y vacío que se convierten por la presencia de Juan en una posibilidad de escucha... de que algo nuevo puede nacer.
Es como si Dios le hubiese cambiado el laburo a todas las situaciones que limitan y oscurecen la vida.

Lo que nos hace ponernos en contacto con el desierto nos invita a "cambiar la manera de pensar" (conversión)... a dejar de creernos en el centro de todos y de todas las cosas...
La ausencia y el vacío se convierten entonces en una oportunidad para reorientar la vida hacía Aquel que solo puede darle un verdadero sentido.

JUAN EN EL DESIERTO CREA UNA ESPERA.
ALGO NUEVO ESTÁ POR NACER.
Pero nuestra ansiedad e impaciencia son tan fuertes a veces… que no nos bancamos la espera… y buscamos calmar el vacío que nos produjo el límite repitiendo hábitos que no hacen más que dejarnos más vacíos y más solos. 

Necesitamos recuperar el sentido del silencio y del desierto como lugar de encuentro... como espacio de comunión.
Necesitamos recuperar el coraje de la soledad como escuela para relacionarnos en verdad con los demás.

QUIÉN NO SABE ESTAR SOLO CONSIGO MISMO
NO SABRÁ ESTAR BIEN CON LOS DEMÁS...
SIN MÁSCARAS, SIN ROLES, SIN DEMANDAS, SIN BÚSQUEDAS EGOÍSTAS.

En el silencio las palabras se limpian de las costumbres... recobran su significado original.

En el silencio nos conocemos a nosotros mismos...

En el silencio nos despojamos de buscar siempre la atención... en el anuncio de Juan la atención la debe tener "el que viene detrás de mí".

POdemos recibir la invitación del profeta Isaías a "preparar los caminos"... sabiéndose frágiles y sostenidos.
Podemos "allanar senderos"... dejando la presunción -el creernos perfectos y fuertes- que oscurece la vida y el modo de relacionarnos con los demás.
POdemos abrazar la miseria como posibilidad para que la "fuerza de Dios" se transparente.

Pero cómo aquella gente que salían de las ciudades para ir al encuentro de Juan... también nosotros necesitaremos abandonar la ciudad de las situaciones cómodas... la ciudad de las costumbres y de los hábitos que nos hacen vivir en automático.

Necesitaremos salir de la ciudad de las estructuras que tranquilizan y vivir la experiencia de la intemperie... de lo no seguro...
PARA HACER DE NUESTRA VIDA
UN ESPACIO DE ESPERA.
UN ESPACIO DE ESCUCHA.
UN ESPACIO DE ENCUENTRO.

eN el silencio del desierto, Dios nos espera.
En la fragilidad de nuestra carne, Dios nos elige.
Se hace camino para nosotros...
Siempre comenzando.


lunes, 30 de noviembre de 2020

ALÉGRATE, MARÍA!. Alégrate, Dios está con vos. Lc 1,26-38



Todos conocemos la respuesta a la pregunta que el Padre Dios espero del ángel.



La Mujer que "le había caído en gracia" había respondido con total disponibilidad.



Pero es necesario para llegar a comprender el sentido de este texto ir más allá del relato... tal vez será necesario dejar esa comprensión tan literal que nos hace alejarnos de aquella VERDAD que por ser tan inabarcable tiene que ser contada de una manera mítica... Si así lo hacemos podemos comenzar por preguntarnos:

- ¿CÓMO ESTAMOS NOSOTROS BUSCANDO A DIOS?
- ¿SOMOS CONSCIENTES DE QUE EN NOSOTROS HAY UN DON DADO GRATUITAMENTE?
- ¿QUE HACEMOS NOSOTROS FRENTE A ESE DON RECIBIDO?

Tal vez nos podemos llegar a sorprender descubriendo en nosotros... todavía... ciertas oraciones o acciones buenas... motivadas por la búsqueda de devolverle algo a Dios... o de comprar su voluntad en favor de alguna necesidad... o haciendo sacrificios para que nos quite lo humano del padecer o del dolor de haber entregado...  que lejos nos ubican estas motivaciones de recibir gratuitamente lo que gratuitamente se nos da.

Como nos cuesta entender que nuestro Dios se hace presente como Vida nueva justamente allí donde nadie elegiría... como aquella vez que eligió Nazaret -pueblo que nadie conocía - y no los palacios o los templos donde sería más rápido reconocido... o como aquella vez que eligió a una simple Mujer -fiel y pobre- como tantos otros, para hacerla toda ella "Morada del Altísimo".

Como nos cuesta aceptar que DIOS ES ENCARNACIÓN...  Que Dios está en nuestra humanidad como ella está y no como nosotros quisiéramos que este. 
Decir que Dios es encarnación es decir que Dios está en nuestra historia -como nuestra historia es - para "salvarla" -para transformarla- desde dentro...

¿Y qué significa esto?
Significa que podemos re-descubrir quiénes somos en verdad, a partir de nuestros vacíos que nos dejan tan desprotegidos a todo.
Que hemos sido hechos para la apertura y la entrega aun cuando nos amenazan los miedos.

Significa que podemos elegir VIVIR DESDE un DON RECIBIDO y que esto significa hacer experiencia de salvación - de plenitud - de vida verdadera... aunque esto no nos salga de una manera pura totalmente.

Por eso, deseemos poder hacer nuestras las posibilidades que llevamos dentro.
Que nos abramos al material del que estamos hechos... que el dolor y la muerte pueden no ser amenazas.

Una vez más descubramos que no depende de nosotros el que Dios esté en nuestra vida... de si somos buenos o malos.

ES DON GRATUITO. 
NO PODRÁ NUNCA NACER DE NOSOTROS... 
NI SER MERECIDO, MENOS COMPRADO... ES DON.

RECIBE... ALÉGRATE!

Lo gratuitamente dado no dejará de serlo por miles de gestos que podemos llegar a ser para sentir que lo hemos merecido... ni tampoco dejará de serlo porque lo rechacemos al no sentir que nos salva de lo feo que estamos viviendo.

Descubramos entonces, que lo seguimos esperando en lo espectacular... en el milagro de que algo desaparezca de nosotros... o en la búsqueda de una paz que tiene más que ver con el cementerio que con aquella que se dio en medio de la oscuridad...

CUANTO MÁS ABRAZAMOS NUESTRA HUMANIDAD,
MÁS COMPRENDEREMOS LA ENCARNACIÓN.

"Dios está contigo..." le dijo el Ángel a María. Como esta dicho en nuestra vida. 
Todo su ser... lo que es... su fuerza y su pasión por la vida está en nosotros. No viene desde afuera... sino que está dentro... en lo profundo... pero permanecerá siempre como "a la puerta de nuestra vida" esperando la apertura... nuestro "así sea".
¿Para qué?

Para seguir poniendo sus pequeños pies en nuestra debilidad y de esa forma descubrirnos lo que llevamos dentro, es decir: la posibilidad de crear... de amar... de esperar... de soñar... como Él lo hace.
Para descubrirnos que todo en nosotros es un lugar de encuentro.



MARÍA,
Señora del Silencio y de la Espera...
deseamos velar contigo
hasta que nazca el Señor
en la pobreza más radical,
en el abandono más áspero,
en el dolor más extremo,
en la vida más desolada...
Y que nos alcance en medio de la noche
el canto de los ángeles que anuncian
que Dios sigue amando...
y que nuestros pies se contagien
yendo al encuentro de los demás
generando paz, buscando justicia,
portando alegría.

MARÍA, Señora de la Nochebuena,
Madre de la Luz. Amén.

Que el Señor nos encuentre camino a Belén.






domingo, 29 de noviembre de 2020

VENTANAS QUE SE ABREN. Mc 13, 33-37

Comenzamos el tiempo del ADVIENTO renovando el deseo de seguir aprendiendo a "pasar por el corazón de Jesús" nuestra propia vida dejando que siga iluminando esos espacios donde parece que nos seguimos escondiendo...
Todos tenemos lugares que siguen necesitando apertura y luz.

Este tiempo es una invitación a descubrir que toda nuestra vida es un continuo adviento... que lo que ya somos y estamos invitados a ser ya está dentro nuestro..
y que al no creerlo totalmente nos seguimos buscando fuera... nos seguimos valorando por lo que nos sale bien o por lo que tenemos.

Pero, ¿qué nos pasa entonces con el "mientras tanto" de ese lento proceso que llamamos vida?
¿Qué nos pasa cuando la incertidumbre y el miedo nos alcanzan?
¿Qué nos pasa cuando percibimos "oscuridad" alrededor nuestro?

Debemos reconocer la fuerza que tiene en nosotros estos sentimientos que nos llevan muchas veces a confiarle la vida a cosas, a roles o a ideas buscando tal vez que en algo nos faciliten el camino haciéndonos sentir un poco menos inseguros.
Cuánto nos desaniman estos sentimientos creyendo que tal vez no estamos a la altura de las situaciones que los provocan o porque tal vez nos sentimos culpables por habernos equivocado.

Necesitamos aprender de aquellos que están en el evangelio "ASOMADOS A LA PUERTA"... en medio de la noche... 
Que con la experiencia de la propia historia como fuente de esperanza permanecen mirando hacia el cielo... suplicando... orando que no es otra cosa que aceptar el carácter de misterio que tiene la vida, dónde alcanzamos a percibir que la realidad es mucho más que lo percibimos, o entendemos o controlamos.

Estar "asomados a la puerta" es descubrir que lo que nos salva en medio de lo incierto... lo que salva la esperanza es la mirada... de ahí la invitación del talmud: "no recen en una habitación sin ventanas".

TODA SITUACIÓN HUMANA, PARA EL QUE ESPERA, SE TRANSFORMA EN UNA VENTANA QUE SE ABRE... AUNQUE HAYA QUE ATRAVESAR LA NOCHE.

Por eso, estar "asomados a la puerta" es mirar hacia fuera de nuestro yo... hacía fuera del círculo de la autosuficiencia que tantas situaciones lo han hecho trizas.
Estar "asomados a la puerta" es mirar hacia fuera de nuestros propios dolores y preocupaciones; o fuera de nuestra comodidad o de nuestras costumbres... descubriendo que esas situaciones no son el centro de nuestras vidas.
Estar "asomados a la puerta" es permanecer fieles a lo más verdadero que hay en nosotros siendo fieles al presente.

Estar "asomados a la puerta" es mirar  hacia fuera en medio de la noche... es abrirnos a los cuestionamientos de lo que consideramos evidente... claro... cierto.
Estar "asomados a la puerta" es arriesgarse a confiar en una palabra dada sin muchas certezas... cambiando ansiedad por confianza.
Estar "asomados a la puerta" es adaptarse al proceso lento de la germinación o de gestación... sin intentar manipularlos ni precipitarlos, confiados en el impulso de crecimiento que está fuera del propio alcance.
Estar "asomados a la puerta" en medio de la noche... es aceptar la ambigüedad de la vida... que no todo es trigo ni todo cizaña.

El silencio que percibimos de Dios en nuestras vidas... en medio de muchas de las situaciones que vivimos puede paralizarnos.
Los modos de relación a los que estamos llamados pueden desconcertarnos... donde dice que se encuentra puede bloquearnos.

Es justamente allí donde necesitamos que otros nos ayuden a sostenernos en la opción... que nos digan que "vale la pena"... que tiene sentido ir detrás de él... relacionarse con los demás como él lo hace... abrirnos al silencio aunque no entendamos... permanecer fieles aún en medio de la incertidumbre.

En lo que experimentamos como noche en nuestra vida, no se decide quedarse o irse... no se toman otras opciones sino aquellas que hacen permanecer en la fidelidad.

Haciendo esto nos encontraremos con aquellos hombres y mujeres que permanecieron en sus decisiones aun cuando no tenían todo claro... aun cuando la incertidumbre iba creciendo a cada paso...


Y porque se animaron a permanecer "asomados a la puerta" fueron capaces de encontrarlo fuera de los ámbitos que eran definidos como más sagrados.

TODA SITUACIÓN HUMANA, PARA EL CAMINANTE, SE TRANSFORMA EN UNA VENTANA QUE SE ABRE... AUNQUE HAYA QUE ATRAVESAR LA NOCHE.



Bienaventurado Francisco de Asís. Octubre 2020

Celebrar a Francisco de Asís es celebrar lo que Dios hace y quiere hacer en cada uno de nosotros, si nos dejamos llevar. 

Es celebrar como y hasta donde los “modos de Jesús” son capaces de reconciliar, de sanar y de transformar la vida de una persona. 

Pero también es volver a caer en la cuenta de que dentro de cada uno de nosotros vive un santo y un demonio. Como en Francisco.

Detrás del Santo se oculta una persona que ha conocido lo oscuro que también hay en el corazón humano, aquellas cosas que nos desgarran: instintos de muerte conviviendo con instintos de vida; impulsos de comunión y donación y pulsiones de egoísmo, de rechazo y de mezquindad; deseos de Dios (de bondad, de verdad, de justicia, de servicio…) junto a todo eso que nos vuelve cómodos, indiferentes, lejanos a los demás… hasta la negación de lo trascendente en nosotros.

Nada de todo esto está ausente en la vida de Francisco. Sería ingenuo y también desconocimiento de sí mismo, creer que la vida de un santo ha sido siempre fácil, risueña.

Si es santo, justamente es porque ha sentido todo esto, pero tal vez no con-sintió con estas fuerzas oscuras; pero no las reprimió (las sintió) y optó haciendo que el proyecto de Jesús trazará un camino para todas ellas. 

Francisco se dejó poseer por la fuerza del deseo que lleva a totalizar la vida, las energías, los afectos.  Todos llevamos dentro esta fuerza… fuerza que por su propia naturaleza constituye la energía básica de la vida y que se expanden en todas las direcciones.  

Es fuerza que se presta a la construcción como a la destrucción (puede ser ángel o demonio); es fuerza que busca saciar algo que no tiene (carencia-satisfacción), por esa razón podrá ser fuerza que se expresa como entrega, como amor que se abre… o se expresará de manera posesiva, rechazando y usando.

Una vida sin este deseo, sin está fuerza vital será una vida llevada por la apatía –contraria a la pasión- y por la indiferencia –contraria al amor-.

Pero tendremos, como Francisco hacer camino de reconciliación de estos dos polos que no podrán nunca ser destruidos dentro nuestro.

¿Cuáles fueron los caminos por los cuales Francisco se puso en relación con estas fuerzas? ¿Cuál fue el comportamiento que le permitió crecer en la libertad?

Podríamos decir que ante nosotros, como ante Francisco, se presentan dos opciones, dos caminos: el del perfecto (figura de la flecha que orienta y apunta) o la de aquel que abraza sin rechazar (figura del círculo, que engloba e integra).

El primero intenta no escuchar lo que puede llegar a sentir como contrario a lo que ansía vivir. Trata de “demonio” lo que siente como “malo”. Existe el riesgo de reprimir lo que no entra en los moldes de lo que llama “perfección”. Y esto no significa que las fuerzas negadas desaparezcan o dejen de existir. Cree controlarlas pero están presentes pero negadas. Y tironean la vida haciéndola insoportable y volviéndola rígida y dura, como sin corazón (sin ternura).

El segundo, sin saberlo tal vez, fue el camino de Francisco. Es capaz de abrazar todo cuanto se experimenta a partir de una intuición que se percibe como esencial. No reprime nada… no le teme a sus pasiones… se anima a dialogar con ellas. 

Y al no condenar ni tratarlas con violencia, lo negativo pierde fuerza y se va de a poco comportando como una fiera domesticada. Y se rompe con el deseo de controlar… dando paso a gestos de una profunda ternura.

La razón y el control nos acartonan… y tras el pretexto de “querer hacer las cosas bien” se deshumanizan las relaciones con los demás. .es capaz entonces de romper con lo razonable… con el deseo de control… 

Francisco fue capaz de sentir y vivir un amor tierno porque antes se encontró con lo oscuro del propio corazón; porque si se niega una, se pierde la otra. 

Y supo por experiencia que este abrazo que integra es un camino con muchas idas y venidas, ascensos y caídas, renuncias y reconquistas. Supo que la presencia de esa oscuridad que divide es un duro golpe contra el “Yo” que busca afirmarse, que no quiere reconocer su parte negativa, sino que busca ocultarla e incluso negarla.

Cuando se considera “gusanito pecador” está justamente hablando de esas zonas donde habitan “los lobos” que precisan continuamente diálogo “sin juicio ni condenas”… diálogo con tiempo para integrarlos… 

Y allí se experimentó liberado…

¿Cómo domesticar las cuestiones que a nosotros nos afligen? Es más que elaborar unas teorías. Significa hacer camino que debe ser andado día a día sin esa falsa ilusión de que algún día desaparecerán. Y justamente porque no desaparecen, nos enojamos… nos desalentamos y abandonamos la búsqueda.

Lo más curioso, en Francisco, es que la conciencia de lo negativo no fue acompañada en él, como suele suceder, por un sentimiento de tristeza y de amargura, sino de una profunda alegría.

Alegría nacida de una profunda experiencia de la Misericordia de Dios. Misericordia que significa el amor compasivo y tierno de Dios, que es infinitamente más grande que todas nuestras debilidades (aún de nuestro pecado).


MISERICORDIA QUE SIGNIFICA QUE DIOS 

ES MÁS GRANDE QUE NUESTRO CORAZÓN.

La consecuencia es que todo en nosotros puede ser también camino de encuentro. Francisco tiene experiencia de que nada, jamás, podrá impedir que Dios lo siga amando. De ahí que las relaciones entre hermanos deberían expresar esa misma misericordia sin límites.

Aceptar lo sombrío –lo oscuro- de los hermanos es expresión de la aceptación de las propias sombras.

Francisco comprende que esto hace más humana la vida y al mismo tiempo rompe con todo fariseísmo y distanciamiento, que son como barreras que ponemos ante lo negativo.

Francisco dice sobre la “perfecta alegría” o la “perfecta libertad”:

FLORECILLAS, cap. VIII 

Cómo San Francisco enseñó al hermano León en qué consiste la alegría perfecta

Iba una vez San Francisco con el hermano León de Perusa a Santa María de los Ángeles en tiempo de invierno. Sintiéndose atormentado por la intensidad del frío, llamó al hermano León, que caminaba un poco delante , y le habló así: ¡Oh hermano León!: aun cuando los hermanos menores dieran en todo el mundo grande ejemplo de santidad y de buena edificación, escribe y toma nota diligentemente que no está en eso la alegría perfecta.

Siguiendo más adelante, le llamó San Francisco segunda vez: ¡Oh hermano León!: aunque el hermano menor devuelva la vista a los ciegos, enderece a los tullidos, expulse a los demonios, haga oír a los sordos, andar a los cojos, hablar a los mudos y, lo que aún es más, resucite a un muerto de cuatro días, escribe que no está en eso la alegría perfecta. 

Caminando luego un poco más, San Francisco gritó con fuerza: ¡Oh hermano León!: aunque el hermano menor llegara a saber todas las lenguas, y todas las ciencias, y todas las Escrituras, hasta poder profetizar y revelar no sólo las cosas futuras, sino aun los secretos de las conciencias y de las almas, escribe que no es ésa la alegría perfecta.

Yendo un poco más adelante, San Francisco volvió a llamarle fuerte: ¡Oh hermano León, ovejuela de Dios!: aunque el hermano menor hablara la lengua de los ángeles, y conociera el curso de las estrellas y las virtudes de las hierbas, y le fueran descubiertos todos los tesoros de la tierra, y conociera todas las propiedades de las aves y de los peces y de todos los animales, y de los hombres, y de los árboles, y de las piedras, y de las raíces, y de las aguas, escribe que no está en eso la alegría perfecta.

Y, caminando todavía otro poco, San Francisco gritó fuerte: ¡Oh hermano León!: aunque el hermano menor supiera predicar tan bien que llegase a convertir a todos los infieles a la fe de Jesucristo, escribe que ésa no es la alegría perfecta. Así fue continuando por espacio de dos millas. Por fin, el hermano León, lleno de asombro, le preguntó: Padre, te pido, de parte de Dios, que me digas en que está la alegría perfecta. Y San Francisco le respondió:

Si, cuando lleguemos a Santa María de los Ángeles, mojados como estamos por la lluvia y pasmados de frío, cubiertos de lodo y desfallecidos de hambre, llamamos a la puerta del lugar y llega malhumorado el portero y grita: "¿Quiénes sois vosotros?" Y nosotros le decimos: "Somos dos de vuestros hermanos". Y él dice: "¡Mentira! Sois dos bribones que vais engañando al mundo y robando las limosnas de los pobres. ¡Fuera de aquí!" Y no nos abre y nos tiene allí fuera aguantando la nieve y la lluvia, el frío y el hambre hasta la noche. Si sabemos soportar con paciencia, sin alterarnos y sin murmurar contra él, todas esas injurias, esa crueldad y ese rechazo, y si, más bien, pensamos, con humildad y caridad, que el portero nos conoce bien y que es Dios quien le hace hablar así contra nosotros, escribe ¡oh hermano León! que aquí hay alegría perfecta. 

Y si nosotros seguimos llamando, y él sale fuera furioso y nos echa entre insultos y golpes, como a indeseables importunos, diciendo: "¡Fuera de aquí, ladronzuelos miserables; id al hospital, porque aquí no hay comida ni hospedaje para vosotros!" Si lo sobrellevamos con paciencia y alegría y en buena caridad, ¡oh hermano León!, escribe que aquí hay alegría perfecta. 

Y si nosotros, obligados por el hambre y el frío de la noche, volvemos todavía a llamar, gritando y suplicando entre llantos por el amor de Dios, que nos abra y nos permita entrar, y él más enfurecido dice: "¡Vaya con estos pesados indeseables! Yo les voy a dar su merecido". Y sale fuera con un palo nudoso y nos coge por el capucho, y nos tira a tierra, y nos arrastra por la nieve, y nos apalea con todos los nudos de aquel palo; si todo esto lo soportamos con paciencia y con gozo, acordándonos de los padecimientos de Cristo bendito, que nosotros hemos de sobrellevar por su amor, ¡oh hermano León!, escribe que aquí hay alegría perfecta.

Y ahora escucha la conclusión, hermano León: por encima de todas las gracias y de todos los dones del Espíritu Santo que Cristo concede a sus amigos, está el de vencerse a sí mismo y de sobrellevar gustosamente, por amor de Cristo Jesús, penas, injurias, oprobios e incomodidades. Porque en todos los demás dones de Dios no podemos gloriarnos, ya que no son nuestros, sino de Dios; por eso dice el Apóstol: ¿Qué tienes que no hayas recibido de Dios? Y si lo has recibido de El, por qué te glorías como si lo tuvieras de ti mismo? Pero en la cruz de la tribulación y de la aflicción podemos gloriarnos, ya que esto es nuestro; por lo cual dice el Apóstol: No me quiero gloriar sino en la cruz de Cristo. A él sea siempre loor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Queda claro que la perfecta alegría no tiene que ver con todo lo positivo que podamos tener o por más religiosos que seamos, sino en la negatividad asumida con amor.

La perfecta alegría o la perfecta libertad no consisten en ser un gran santo, ni un sanador portentoso, ni un sabio genial, ni un misionero capaz de convertir a todos los infieles, sino en aceptar lo que la vida tiene de conflicto, de ruptura, de contra tiempo, de crisis… 

Consiste en recibir eso que llega, dejando de renegar… creciendo con eso que viene a nosotros bajo muchos ropajes (rechazos, indiferencias, no ser reconocidos, dudas, críticas, murmuraciones, juicios, proyectos frustrados, etc) que pueden desalentarnos y hacer que abandonemos aun lo que creíamos o lo que estábamos haciendo por los demás.


La perfecta alegría o la libertad perfecta provienen de un amor tan intenso que no sólo es capaz de soportar, sino de amar y abrazar alegremente la propia negatividad. 

Quién vive desde aquí es verdaderamente libre, pues nada lo vive como amenaza… y por ende nada transforma su actitud en amargura. Se sabe libre porque se posee totalmente a sí mismo y se sabe en las manos de Alguien que es más grande que su propio corazón. 


domingo, 15 de noviembre de 2020

Tú erEs toDa nuesTra verDad. Mt 25, 14-30

Recordemos que estamos ante una PALABRA celebrada por una comunidad que creía estar a las puertas de la venida de Jesús y frente a esa realidad las decisiones cotidianas se transformaban en decisiones vitales... de ahí la urgencia a "hacerse cargo" de lo recibido.
Pero ¿qué es eso "dado... recibido" que es comparable a los talentos?

Nuevamente necesitamos dejar esas interpretaciones que reducen los talentos a la posesión de bienes como algo proporcional a lo bueno que uno hace como así también identificarlo con las cualidades que cada uno tiene haciendo a Dios alguien muy cruel que no solo hace diferencias sino que además da para exigir más. Seguimos necesitando superar esas maneras de hablar donde "dios reparte..." "dios determina..." "dios elige..." que tan mal nos hacen.

La palabra quiere conducirnos a través de la imagen de los talentos a percibir que nosotros poseemos "un tesoro escondido" que va más allá de todo cálculo... aún más allá de la propia posibilidad de conseguirlo.

Tendríamos entonces que comenzar por descubrir aquello que hay de más común en todos nosotros; y que nada justifica guardarlo ni esconderlo y que por sobre todas las cosas nos hace crecer en humanidad.

DIOS EN NOSOTROS... su presencia que renueva la vida en nosotros... es lo más verdadero... es el talento recibido... que se IDENTIFICA con aquello que moviliza y hace más humana la vida.
Lo experimentamos como "deseo de más" dentro nuestro... como búsqueda de que la vida tenga sentido... y justamente su presencia es lo que hace que la vida sea valiosa.

Y esto se convierte en una "manera de vivir" donde la creatividad, el servicio y la vida compartida se transforman en los criterios desde los cuales se vive y se sueña.

La vida adquiere movimiento y lo cotidiano, que asusta con su rutina, se transforma en un espacio donde se continúa aprendiendo a amar... a ser con otros. 
Para esta "forma de mirar y de vivir"... que está en todos como posibilidad... no hay situación que pueda impedirlo. 
NO HAY AÑOS PERDIDOS.

Pero es verdad que muchas veces el miedo al qué dirán o a perder cierta seguridad o apoyo nos ha llevado a cuidarnos... a evitar desafíos o búsquedas nuevas bajo pretexto de prudencia o para guardar la calma familiar.
Cuánta quietud... cuanto aburrimiento hay en nosotros, porque elegimos la tranquilidad y no esos caminos de mayor entrega y servicio que probablemente nos hubiese llevado a descubrir nuevas posibilidades en nosotros.

Cuántas situaciones de dolor y de pobreza de los demás, dejamos pasar por miedo a perder tiempo y comodidad.
Con cuánto miedo nos encontramos al momento de salir nosotros, o los demás, de situaciones que esclavizan... y que nos hacen permanecer en el estado de víctimas que tanto nos daña.
Cuanta creatividad se encuentra sujeta al miedo que desautoriza y trunca caminos, porque siente la "novedad" como amenaza a su propia valoración y al control del "siempre se hizo así".
Cuánto miedo a decir por lo que en verdad vale la pena jugarse, para no quedar marcados... cuánta falta de "espíritu profético" hay en entre nosotros.

El miedo produce barreras.
Nos hace creer que el cumplimiento de las normas nos salva.
El miedo paraliza la vida y no nos permite avanzar.

dOS actitudes frente a la vida...
Una lucha en el corazón...


Cuando nos dejamos llevar por la generosidad... por la creatividad... por la capacidad de amar... por el poder del perdón... por el amor a la vida... que todos llevamos dentro, encontramos lo que hay de más verdadero en nosotros.
Y nos descubre lo valioso y lo digno que somos.

"...y fui a enterrar tu talento...", le dijo quién había recibido un talento.
Guardarnos... escondernos... replegarnos... acaparar y querer controlar es privarnos de lo que nos hace más humanos y hemos recibido como don. 
La seguridad que da el no correr riesgos frente al "señor exigente"... que podemos identificarla con maneras de vivir que nos dejan siempre en la comodidad y en la indiferencia con los demás... no nos salva de la duda sobre nosotros mismos... porque nada de lo que hagamos podrá hacer valiosa la vida... y nos sentiremos tironeados a silenciar esa duda con acciones buenas que no hacen otra cosa que volvernos cada más más rígidos.

Lo primero expresa GRATITUD.
Lo segundo falta de CONFIANZA EN LA VIDA.

Ésta le pone límites a la vida...
Aquel solo sabe de la vida como camino...

El evangelio es una provocación a nuestra libertad para hacernos más conscientes de la necesidad de un PARA QUE en la vida... de un PARA QUÉ, que exprese lo que ya somos y llevamos dentro.

Que sea el PARA QUÉ de Jesús...
 donde no hay lugar para el miedo.


 

martes, 27 de octubre de 2020

BienAventuRada HumaNidaD... Mt 5, 1-12

CELEBRAMOS hoy la esperanza – la vida de Dios en toda persona humana – la Bondad que se abre paso en medio de cualquier situación.
Celebramos la posibilidad que tenemos de ser plenamente humanos – no por nuestras fuerzas – sino por nuestra atención y disponibilidad al "Don que nos habita".

Para celebrar entonces hoy la FIESTA DE TODOS LOS SANTOS necesitamos en primer lugar renunciar a ser perfectos… aunque parezca una contradicción pero no lo es.
Pretender ser perfectos es seguir cargando con una presión que nos llevará, en algún momento, a vivir más desde las apariencias y el ocultamiento que desde lo que experimentamos como más verdadero: nuestra fragilidad y debilidad.

“Fragilidad y debilidad” – condición humana con la que Dios cuenta 
y no necesita cambiarla ni hacerla desaparecer.

Por eso la “santidad” es un vacío que se descubre… que se acepta y que Dios viene a llenar… diría E. Leclerc… los “no sé”… los “no puedo”… las “insatisfacciones cotidianas”… los “silencios”… los “gritos interiores” son anuncios de la presencia de ese vacío… del límite desde donde Dios puede crear todavía.

No somos santos cuando somos perfectos… lo somos cuando nos animamos a vivir desde ese Don oculto en todos nosotros.

Puedo dar perdón porque me habita el Perdón.
Puedo dar bondad porque me habita la Bondad.
Puedo dar amor porque me habita el Amor.

Puedo dar servicio porque me habita el Servicio.
Puedo entregarme porque me habita el Entregado.
Puedo vivir porque me habita la Vida.

Si la "SANTIDAD"fuese una cuestión solo de nuestro esfuerzo… no sólo un día reclamaremos “ciertos derechos y privilegios” de que todo salga como quisiéramos porque lo ganamos… sino que además  nos enojaríamos cuando no fuéramos reconocidos o valorados como pensamos que tendríamos que serlo y probablemente llegaríamos a creernos mejores que los demás. 

Las Bienaventuranzas -"la propuesta de felicidad de Jesús"- vienen a ser llamados a emprender cada día un camino de nuevas relaciones que surgen al no vivir desde la ambición (que valora el tener o el ser alguien importante) y el poder (para sentirse por encima de los demás)… sino que surjan desde el don más precioso que tenemos: nuestra propia humanidad habitada.

ANIMAR –SOSTENER, ACOMPAÑAR - NUESTRA PROPIA HUMANIDAD - FRÁGIL Y DÉBIL - INCOMPLETA Y ROTA - NECESITADA Y ENFERMA...EN SU CAMINO HACIA UNA MAYOR CONCIENCIA DEL DON RECIBIDO ES LA MISIÓN MÁS GRANDE QUE TENEMOS. 

De ahí el ofrecimiento de paz creando espacios de esperanza para los demás, siendo más solidarios y atentos... y no de opresión, siendo indiferentes a las luchas de los demás.
De ahí el ser instrumento de consuelo y no de lágrimas... no juzgando ni condenando a nadie por las opciones de su vida.

Velando por el pan del otro –que tendrá hoy muchos significados además del material- aún a costa de nuestra hambre... poniendo en diálogo los esquemas económicos con los que hoy nos manejamos.

Luchando por la justicia y la misericordia aún a costa de nuestro reconocimiento... educando menos para el individualismo y la competencia y más hacia una "cultura de la fraternidad".

El desvivirnos por quienes están sufriendo sin hacer uso de ellos para elevar nuestra estima personal o para propagandas políticas... 

¡cuánto santo sin nombre descubrimos en la vida!
    
  “porque lo que hiciste con el más pequeño de mis hermanos a mí me lo hiciste”.


domingo, 25 de octubre de 2020

JESÚS, camiNo de DioS paRa AmAr. Mt 22, 34-40

"MAESTRO, 
¿cUÁL es el mandamiento más grande de la Ley?"


Aunque la pregunta busca ponerle otra trampa a Jesús, no deja de descubrir aquella exigencia que surge del interior de la espiritualidad judía.
Aquellos hombres buscaban lo que Dios quería y lo hacían siendo fieles a todo lo que la ley mandaba..., pero esa búsqueda llevó a poner normas y leyes para cada cosa de la vida cotidiana... de alguna manera todo eso se podía contabilizar.
Pero ante tantas leyes lo esencial... lo que expresaban todas esas normas... se fue olvidando.
POr eso tal vez Jesús corriéndose de la intención de aquel hombre - percibiendo una búsqueda sincera -  responde a la pregunta tomando algunos pasajes de los primeros libros de la Biblia.

Y declarando la fe en un único Dios, del libro del Levítico, excluyendo cualquier ídolo, vuelve a proponer aquello que se da por el hecho mismo de vivir... la total pertenencia al Amor de Dios "con todo el corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu"...

Dios invadiendo toda la persona... con todas las facultades.
Y allí, en el Amor de Dios que nos atraviesa, Jesús se nos hace camino hacía el otro.


"El segundo es semejante al primero:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas."


Hay un amor a sí mismo que es la base del auténtico amor a los demás.
Hay una relación consigo mismo que constituye el fundamento de las relaciones auténticas con los demás.
¿Cómo podremos amar si nos aborrecemos?
¿Cómo podremos perdonar si no nos perdonamos?

¿Cómo dar algo si antes no lo recibimos?
No es posible dar a los demás algo que a nosotros mismos no nos damos... que no es otra cosa que lo que recibimos.
Sin este primer movimiento lo que damos puede convertirse en una búsqueda de nosotros mismos que con el tiempo, además de reclamar se quebrará.

SIN EL AMOR QUE ES DIOS... sin la experiencia de recibirnos desde esa Presencia que está más allá de nuestros manejos y al mismo tiempo está más adentro que nosotros mismos... nuestro amor -nuestra aceptación- a los demás sería incomprensible y también imposible.

DIOS QUE ES AMOR ES EL CAMINO PARA LLEGAR A LOS DEMÁS porque ante ese amor somos capaces de renunciar a todo egoísmo para encontrarnos.
En los intentos por amar a los demás amamos a Dios... es el mismo amor, va en la misma dirección. 


El amor es la expresión más clara y concreta 
de que estamos agradecidos por la vida recibida... 
por el Amor que nos ama.

Si queremos saber cómo nos estamos relacionando con Dios, miremos cómo nos relacionamos con los demás. 
TRATAMOS A DIOS CÓMO TRATAMOS A LOS DEMÁS. 

Y esto será siempre un camino que se hace con otros... soltando la ilusión de creer que porque lo pensamos o entendimos o porque lo decimos, ya lo estamos viviendo. 
Basta mirar las muchas situaciones de hoy donde el amor (el cariño, la aceptación, el valor del otro, etc.) se siente resentido por la ausencia de una actitud esencial del amor como es la escucha. 
EL AMOR ESTÁ RESENTIDO POR LA FALTA DE ESCUCHA.

La falta de escucha es expresión del encierro en nuestras propios mundos que nos vuelve cada vez más indiferentes e intolerantes.
La falta de escucha es ausencia de silencio que nos lleva a reaccionar y no a responder desde nuestra verdad.

¿QUÉ SIGNIFICA VERDADERAMENTE "ESCUCHAR" AL OTRO?
ESCUCHAR es estar con todos los sentidos para el otro.
ESCUCHAR es abrazar las luchas del otro sin querer dar consejos. 
ESCUCHAR es recibir, sin juicios ni poniendo nuestros ejemplos en el medio, el desahogo del corazón del otro.
ESCUCHAR es buscar juntos la verdad que libera frente a esa otra que encierra a algunos en la cárcel.
ESCUCHAR es fidelidad a lo sagrado del otro aun en medio de la debilidad (cuántas veces vemos utilizar la debilidad del otro buscando sacar ventajas en algo)

Pero es verdad que para aprender a escuchar... como para aprender a amar... necesitamos callar y abrirnos a ese silencio que nos conecta con lo interior… y escuchar… dejando que en lo profundo del corazón nos miren, nos escuchen... experimentando que allí nadie nos presiona, ni nos juzga, sólo nos abrazan y acompañan.

CÓMO ESCUCHAMOS A LOS DEMÁS, ESCUCHAMOS A DIOS.

Entonces, "¿cuál es el más grande de los mandamientos?"
Jesús comienza por invitarnos a sacar la mirada de un escrito.

Porque lo esencial nunca viene escrito.
Y nos lleva a descubrir un rostro... una variedad de rostros.
LO ESENCIAL SIEMPRE TIENE UN ROSTRO.

Cuándo juzgamos desaparece el rostro.
Y la no aceptación nos encierra.

Tal vez después de haber leído en ese rostro... podremos volver a leer lo que dice el texto para descubrir si lo interpretamos bien.

el AMOR es don que se descubre… 

SE RECIBE… porque está… 

porque es DIOS EN NOSOTROS.