domingo, 27 de junio de 2021

TamBién yO eXistO. Mc 5, 21-43

Nuevamente nos encontramos ante un relato donde cada detalle quiere decirnos algo invitándonos a no quedarse simplemente en la capacidad de sanar de Jesús… como si de eso dependiese la “VIDA” que nos quiere contagiar.

En primer lugar llama la atención la disponibilidad y la apertura de Jesús para dejarse encontrar.

En "dejarse encontrar" no hay condiciones…cualquier persona –sea quien sea- desde su necesidad puede acercarse a él.
Pero aunque hay muchos alrededor de Jesús, solo unos pocos se encontrarán con él.

NOSOTROS, ¿DÓNDE ESTAMOS?
¿Hemos sabido acercarnos a Jesús dejando que nuestras carencias aparezcan… o somos parte de esa multitud hambrienta de novedad… o de esa que encasilla a Dios en unas formas que tienen que cumplirse?
¿O somos parte de esa gente que estando alrededor de Jesús marca el territorio clasificando quienes pueden o no acercarse a Jesús?

En el camino aparecen dos mujeres diferenciadas entre sí por estar ellas en los extremos de la vida… la hemorroísa en la vejez habiendo estado doce años enferma y la joven de doce años al inicio de su propio camino donde deja de estar sujeta a su padre y pasa a estar sujeta a su esposo.

Ambas mujeres atravesadas por la exclusión y el sometimiento.
Atravesadas por algo que no las deja vivir.

Una por la vida que se le va en la sangre que pierde… la otra que prefiere morir frente a lo que se viene.
Una habiendo malgastado todo lo que tenía para encontrar remedio… la otra con la imposibilidad de decir lo que le pasa atascado en la garganta hasta el punto de impedirle comer.
Una declarada por la religión -por ende por el Dios a quién le ha rezado- como impura y pecadora… que atada por la vergüenza que no perdona puede considerarse como muerta en vida.
La otra sometida por las mismas leyes a las que el padre representa… que prefiere morir a crecer bajo esas estructuras.


AMBAS SIN PODER DECIR.
AMBAS SIN NOMBRE.
AMBAS SIN ROSTRO.



Jesús se pone en camino por el pedido del padre de la niña y en el camino aquella mujer anciana y limitada por su enfermedad le sale al paso.
La mujer no espera a Jesús en su casa para que escuche sus lamentos sino que logra romper con las condenas de exclusión que lleva encima y sale a buscarlo.
Y movida por la inmensa necesidad de “VIDA” le basta con rozar el manto de Jesús aunque esto signifique contagiarlo de impureza.

“TAMBIÉN YO EXISTO”, grita el gesto de aquella mujer.
Como pidiendo permiso para vivir.

Y Jesús pregunta: ¿QUIÉN ME HA TOCADO?
¿Cuántos habrá entonces que lo tocan sin encontrarse?

Aquella Mujer es reconocida por Jesús… ahora tiene ROSTRO.
En él encuentra lo que no han podido resolver ni otros médicos ni otros remedios.
Jesús rompe con todas aquellas leyes que llevaban a la mujer al anonimato y a la exclusión.
Jesús la llama "HIJA" –ahora tiene NOMBRE- haciendo que se reencuentre con su dignidad fundamental que nada puede quitar ni ensombrecer.

Jesús libera su dignidad de MUJER de toda atadura exterior… y la conecta con la fuerza que la llevó a salir de sí e ir a su encuentro.

Ella se animó a salir de sus miedos… se atrevió a romper con las leyes que la retenían en la exclusión. No dejó que la venciera ni el dolor ni el miedo.
AQUÍ EL VERDADERO MILAGRO.


A la joven Jesús llegará por pedido del padre que como último recurso ha ido detrás de Jesús no temiendo el rechazo de su propia gente y sin saber que el conflicto de su hija es con él y con todo lo que él representa.
Y nuevamente son los que rodean la situación que, atados a lo previsto por la ley y sin haber podido encontrar solución en ella para aquellas mujeres, hacen de mensajeros de la muerte como de los llantos en la casa.
Jesús pasando por alto todo eso se detiene en aquel movimiento del corazón de Jairo que lo llevó a salir de sus propios esquemas.

¡BASTA QUE CREAS!
Basta que guardes la intuición primera.
Basta que te aferres a lo valioso de la vida que es más fuerte que cualquier ley.

Y la intuición del padre se hace en Jesús PALABRA QUE LEVANTA DE LA POSTRACIÓN.
Se convierte en espacio de libertad frente a los mandatos que han elegido para ella… frente a las costumbres que la ataban a un destino no elegido.
LEVÁNTATE... CONFÍA. 
LEVÁNTATE... CREE.

El padre habiéndose conectado con lo valioso de la vida independientemente del cumplimiento de la ley es lo que desato la vida de la muerte.
AQUÍ EL VERDADERO MILAGRO.


Con Jesús caminemos… pongamos nuestros pies en sus pies y dejémonos encontrar por aquellas mujeres y por tantas personas que viven sumergidas en el anonimato... que son invisibles en nuestra sociedad y viven como excluidas de la vida necesitadas de espacios de escucha y libertad.
Devolvamos con nuestra atención y solidaridad “rostro y nombre” a tantas mujeres –también niños y ancianos- que viven sometidas a la agresión física o emocional en nuestras familias o en los lugares de trabajo.
Seamos capaces de dar espacio a todo joven para que pueda expresar sus sentimientos, sus ideales y sus búsquedas; y sintiéndose acompañado no tenga que elegir "no crecer"... "no vivir"... o "vivir complaciendo siempre a todo el mundo".
 
Seamos voz... pongamos el cuerpo como Jesús... caminemos a la par... re-descubriendo la dignidad de toda persona humana... valorándola por encima de toda norma –religiosa o cultural- y por encima de toda expectativa familiar-  porque solo Dios está por encima de toda conciencia humana.







domingo, 20 de junio de 2021

Con vos, atrAvesAmos la viDa. Mc 4, 35-40



Así como somos especialistas en dar anuncios sobre el estado del clima quisiéramos también ser especialistas en prever por donde ir -cuáles son los mejores tiempos o las rutas más seguras- para tener una vida sin “vendavales fuertes ni olas que amanecen hundirnos…”


Nos haría mucho bien descubrir que seguimos atados a la ilusión de que una "buena vida" es una vida sin problemas ni dificultades... como si fuese viajar por una autopista iluminada y señalada correctamente.

Y aunque podemos prever el clima y de esa forma salir con paraguas;  todos tenemos experiencia de que la vida queda sacudida por situaciones no buscadas que además de quitarle ganas a la vida nos hacen experimentar impotencia y desesperación… como a los discípulos de Jesús.

"CRUCEMOS A LA OTRA ORILLA"...
Las palabras de Jesús son una continua invitación a vivir atreviéndose
 a descubrir en nosotros posibilidades siempre nuevas... posibilidades que sólo surgen en nosotros cuando nos animamos a mirar la vida desde otro lugar.

Pero este aprendizaje no es nada fácil porque se realiza, si estamos dispuestos, justo en los momentos donde lo mejor de nosotros parece hundirse… donde las dificultades aparecen como grandes olas que no son posibles de resolver ni de contener… donde la barca de nuestra vida corre peligro.

Pero es justamente allí donde podemos chocar también con el MIEDO que no hace otra cosa que agrandar las dificultades. Y con el miedo comienzan los lamentos y las acusaciones o la negación y el enojo que junto a la queja que se instala no nos permiten ponernos en contacto con aquello que tal vez necesita despertar en nosotros.
Entonces gritamos:

Señor…¿No te importa que nos hundamos?
¿DÓNDE ESTÁS DIOS?
¿Por qué nos tiene que pasar esto a nosotros?
¿Y ahora que haremos?

NO DAMOS MÁS.
Acaso,  ¿no te importa nuestro sufrimiento?

Y  acorralados por el desconcierto y la duda comenzamos a buscar explicaciones del porque nos pasa lo que nos pasa creyendo que si lo entendemos se va a resolver y volvemos a querer resolver lo que nos pasa con las recetas aprendidas.
Pero descubrimos ahora que esto no alcanza... y que cuanto más queremos entender más miedo y angustia nos produce… y más rechazamos la idea de que las cosas pueden ser de otra manera… que hay "ir hacia la otra orilla".

Que lentos que somos para aceptar con serenidad que las cosas de la vida no siempre salen como las pensamos.
Qué difícil se nos hace comprender que no podemos programar la vida previendo por donde pasará; que nosotros no elegimos el momento en que la vida será azotada por los vientos de la adversidad y la dificultad... y que tampoco podemos elegir guardarnos en algún lugar para que no nos alcancen esas situaciones por miedo tal vez a volver a sufrir.

Las tormentas en nuestra vida escapan a nuestro control… "Y SABEMOS QUE NINGÚN MAR EN CALMA HIZO EXPERTO UN MARINERO".

Será hora entonces de hacer de nuestro miedo y desesperación un grito:
"¡MAESTRO! ¿NO TE IMPORTA QUE NOS HUNDAMOS?"

Y seremos invitados a descubrir una vez más que Jesús no está en el milagro que nunca llega sino que él está en lo que nos está pasando... que ha estado siempre aunque parezca que duerme.
¿Por qué seguimos interpretando su silencio como ausencia?
¿Y su ausencia como que no existe?

Atravesar con Jesús las olas de la dificultad o la tormenta del dolor es permitirle a esas situaciones que quiebren la cáscara de nuestra omnipotencia acercándonos más al misterio de quiénes somos... que desnude las seguridades con las que vivíamos y nos descubra a cuanto gente no veíamos por estar tan cómodos...  y que pueda surgir desde dentro otra forma de vivir... otro modo de percibirnos... nos despierte a otra forma de mirar y amar la vida.

Dicen que la dificultad y el dolor pueden ser grandes maestros... pero qué difícil y cuánto pataleamos cuando no hemos sido nosotros quienes elegimos entrar en su escuela.
El dolor -como la dificultad-  nos coloca en un lugar nuevo del que no sabemos nada y del que queremos huir porque tenemos miedo y poca fe.

Somos navegantes de mares que no conocemos... donde nuestra barca muchas veces es empujada hacia los límites donde nosotros no manejamos nada.
Allí, cuando las fuerzas ya no nos acompañan, el grito que nos surge revela una presencia:
DIOS ESTA.

ENTONCES allí algo nuevo en nosotros se puede despertar.
Una mirada nueva puede activarse.

Desnudados de la omnipotencia y la posesión puede renacer con todas sus energías la fuerza de la bondad que acerca, que contagia, que abraza y que acompaña y que salva... 
Se desplegará lo mejor de nosotros.


domingo, 13 de junio de 2021

PORQUE NADA PUEDE arrebatar al AMOR SU FUERZA... abri tus manos. Mc 4, 26-34




Con mucha sencillez y a través de ejemplos cotidianos Jesús explica la centralidad de su mensaje: el REINO DE DIOS que no puede ser identificado con ninguna institución ni con ninguna otra manera de vivir que no esté contenida en la propia vida de Jesús.


Jesús enseña a la gente y a sus discípulos con ese recurso que son las parábolas que tienen como finalidad movilizar el corazón hacia algunas actitudes vitales que nos harían mucho bien a nosotros aprenderlas y sobre todo en este tiempo donde la tolerancia y el caminar juntos se hace a veces muy difícil.
En este tiempo donde nos cuesta mucho tener espacios de mayor calma e interioridad... aunque estemos aislados.
En este tiempo donde seguimos buscando que Dios cambie las cosas y de esa manera tener razones para creerle.
En este tiempo donde hemos experimentado que muchas razones por las cuales hacíamos las cosas o nos comprometíamos con otras se quebraron... dónde hemos sentido que algunos vínculos se perdieron... etc.

La parábola de la "semilla que crece por sí misma" que al parecer resulta muy fácil comprender quiere poner el acento en la FUERZA de la semilla que no depende del agricultor... que no depende de nosotros. 

Estamos ante una de esas parábolas donde la "potencia" lo tiene lo pequeño y esta no depende en absoluto de la acción del hombre.
Su crecimiento acontece en la oscuridad de la tierra... lejos de la mirada y del cálculo del agricultor.

Es una invitación a descubrir la presencia, aquí y ahora, del Reino en nosotros que busca movilizar la vida.
Creciendo en nosotros aunque parezca que nada pasa.
Produciendo vida en nosotros -haciéndonos percibir posibilidades dónde sólo vemos obstáculo- aunque en apariencia nada cambie.
Es una invitación a aceptar con serenidad que la "fuerza de la vida" no viene de nosotros y su "estar creciendo" tampoco es posible reducirlo a nuestros cálculos ni a nuestras estrechas miradas.

¿Cuántas interpretaciones de lo que vivimos -cuántas formas de rezar- no son más que querer controlar "lo de Dios" en nuestra vida?
¿Acaso no seguimos creyendo que la presencia del Reino esté dada por los éxitos evidentes que tengamos en la vida o como cristianos? ¿No seguimos midiendo "lo de Dios" por los resultados de nuestras obras o de nuestras palabras?
¿No seguimos haciendo cálculos apocalípticos con los sucesos de esta pandemia usando la palabra como argumento de autoridad?
¿No sigue habiendo entre nosotros muchos "adivinadores" que ya saben adónde iremos a parar?



La parábola no dice lo que tenemos que hacer;  sino que es una invitación a "DEJAR HACER"... a "DEJAR ESTAR".

Es una invitación a soltar la pretensión también de querer marcarles a los demás qué y cómo tienen que hacer... como si eso nos hiciera sentir menos inútiles.

La parábola es una invitación a dejar por momentos la eficiencia -no todo tiene que servir para algo- y el activismo -el no hacer algo productivo no es ser un inútil o ser un vago- como claves para interpretar la vida; y a ofrecerle al Reino espacio y posibilidades para que actúe dejando de ser nosotros "directores de obra".

Cuánto experto tenemos dentro de nuestras familias y dentro de nuestras comunidades que llegan hasta despreciar el crecimiento y las formas de camino de los demás.
Cuánta manipulación por el miedo se esconde detrás de tantas formas de relación aunque en apariencia digan que buscan nuestro bien.
Cuánta opresión se esconde detrás de muchas formas de ayuda o de servicio a los demás.

No es posible medir ni calcular el crecimiento de las semillas según nuestros propios modelos mirando si corresponden o no a ellos y ni es posible tampoco hacer concursos para evaluar el producto.

EN LA PARÁBOLA HAY UNA SEMILLA QUE SABE HACER SU TRABAJO.
Llega a donde quiere y cuando quiere.
No tiene necesidad de que alguien le sugiera como crecer o cuando hacerlo.

Necesitamos entonces dejar el "dramatismo" y descubrir la fuerza que tiene lo débil y lo pobre del Reino en nuestras vidas... y así tal vez dejaríamos de estorbar su trabajo en nosotros y en los demás con interpretaciones y posturas rígidas que no hacen más que alejar, dividir y levantar barreras.

Débil y pobre pero al mismo tiempo, como el grano de mostaza, capaz de transformar la vida en un lugar donde otros pueden encontrar espacio.

Aprendamos a escuchar lo de Dios que crece en nosotros.
CONFÍEMOS MÁS... RESPIREMOS MÁS.
CONTEMPLEMOS MÁS.
Y no nos alarmemos por la sensación de no frutos o de no cambios inmediatos en nosotros o en los demás.

Confiemos más en los pequeños intentos.
No nos desanimen lo modesto de ciertas apariencias.

Creamos en la fuerza que tienen los pequeños signos que no hacen otra cosa que «hacer sospechar» que existe otra VERDAD.
No son puntos de exclamación ni pretenden convencer... sino más bien son GENERADORES DE PREGUNTAS.

domingo, 6 de junio de 2021

"CoMo a hijoS se nOs da DioS..." Mc 14, 12-16.22-26

"Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo..."

De alguna manera estas palabras de Jesús reflejan que el sentarse alrededor de aquella mesa no fue algo improvisado sino algo esperado... algo decidido y preparado... algo "deseado" según el evangelio de Juan.

Alrededor de aquella mesa Jesús, con sus gestos y palabras, clarifica el sentido de toda su vida que no ha sido otra cosa que "ser para los demás".

Alrededor de aquella mesa, Jesús vuelve a decir que la pasión de su vida fue hacerse uno con Dios en la entrega y en el servicio a toda vida, sobre todo a la que se experimenta perdida o abandonada o dejada de lado.

Pero para nosotros esto nos sigue resultando algo demasiado simple y con lo aprendido a lo largo de los años a través de la catequesis hemos vuelto el tema de la eucaristía en algo complejo... sumamente adornado con comentarios y pensamientos que tienen mucho de fantasía y de magia.

QUE DIOS SEA FELIZ DÁNDOSE NOS SIGUE RESULTANDO INCOMPRENSIBLE.
Y quedándonos en lo exterior del signo seguimos vaciando de sentido la eucaristía terminando por adorar un ídolo.

Celebrar la Eucaristía... celebrar a Dios que es feliz haciendo lo que es... además de mostrarnos quién es -que bastaría con eso-; podríamos decir que tiene también como finalidad que nosotros podamos descubrir que somos Don y que seremos más felices... 
más plenos... si nos hacemos conscientes de eso y lo hacemos vida.

Es hacernos conscientes que el ser DON precede... es anterior a toda voluntad de posesión -de captura-, de egoísmo que puede haber en nuestro corazón.
           "Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales en el cielo, y nos ha elegido en él, antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor..." (Ef. 1, 3-4)
Es hacernos conscientes entonces que absolutamente nada puede hacernos perder esa posibilidad de "ser Don para los demás"; aunque estemos tan centrado en nosotros mismos o estemos encerrados por algunos pensamientos.

COMAMOS LO QUE YA SOMOS.
Y TRANSFORMÉMONOS EN LO QUE COMEMOS.

Pero nosotros seguimos buscando milagros como si la eucaristía fuese fruto de la magia o de un poder "extraordinario" dado por Dios a algunos hombres... y no descubrimos que el mayor milagro... el milagro... es que nuestra vida sea servicio y entrega para los demás - sea EUCARISTÍA-.
Pero nosotros seguimos sosteniendo que solo los dignos pueden recibir a Jesús Eucaristía como si fuese un premio para los buenos y los puros... consiguiendo que muchos se alejen sintiéndose rechazados... olvidándonos que el encuentro podría llegar a despertar lo de don que hay dentro dándole a la vida un poco más de luz... un poco más de sentido.

"Tomen, esto es mi Cuerpo...
Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza que se derrama por muchos..." 


Son palabras que expresan, según la antropología judía, la actitud de "la persona toda" que ha decidido, en cuanto sujeto de relaciones, estar para los demás... para que los otros vivan.

Nada más lejano a esta actitud es la de celebrar la "mesa de Jesús" sintiéndonos mejores que los demás o más buenos, o sentirnos privilegiados, y menos aún condenando o excluyendo a alguien.

ES RECIBIR LO QUE YA SOMOS.
Porque en esa Palabra y Entrega hemos sido creados, allí está toda nuestra verdad... allí todo se reconcilia.
Y ES ACEPTAR VIVIR EN ESA CLAVE: "SER PARA LOS DEMÁS"

¡Vale la pena!
Te hace uno con Dios.

Entonces "hacer esto en memoria mía" que escuchamos en cada Eucaristía se convierte en una llamada constante al seguimiento... a la atención a lo cotidiano.
Es una llamada a la libertad que nace de quienes somos.
Para dejarnos llevar por el Espíritu de Jesús que convierte la propia vida -sus gestos y sus palabras- en don para los demás.
Comulgar sin este compromiso - sin esta actitud vital - es una farsa.

Celebrar a Jesús -COMULGAR CON SU PERSONA
es animarnos a ayunar de la palabra para aprender a escuchar 
es ayunar de tantos pensamientos para vivir en el presente
es ayunar de andar tan satisfechos para agradecer la diversidad porque dónde hay exclusión no puede haber eucaristía

Celebrar a Jesús -COMULGAR CON SUS SENTIMIENTOS-  
es ser conscientes cada vez más de esa pulsión que busca apropiarse de todo y de esa forma vaciarse de uno para dejar espacio a otros
es desarmarse de la voluntad de tener razón para ser testigos de comunión
es permitir que nuestro ego disminuya abriéndonos a compartir la mesa de la vida...