lunes, 13 de mayo de 2024

Vamos REGRESANDO A CASA. Mc 16, 15-20

A lo largo de estos cuarenta días del tiempo pascual, número de días que evoca algunas de las experiencias más significativas de la historia del Pueblo de Dios, hemos compartido junto a los discípulos la buena noticia de que Jesús está VIVO -de que toda realidad esconde la posibilidad de una vida nueva-. Hemos sido testigos de cómo las lágrimas por la muerte de Jesús y la frustración que sobrevino se transformó después, en incredulidad frente al anuncio de la resurrección.

Y como frente a las expectativas rotas lo mejor será para los discípulos no moverse (encerrarse) o escaparse -hoy podríamos decir no innova; no dejar que la situación transforme las creencias, los hábitos y las costumbres de vida; llenarse de cosas; en última: resistirse a crecer- y permanecer en la comodidad que de alguna manera da la tristeza y la incredulidad.

Cuántos "no creo en Dios" no son más que expresión de falta de pasión por la vida - de no querer preguntarse por qué se vive...
O una defensa muy precaria para permanecer inmóviles en lo seguro y en lo cómodo.
Olvidándonos que la vida será siempre búsqueda constante; camino abierto; encuentro por venir, aun en medio de la oscuridad y de la contrariedad.

Pero podemos preferir vivir sin ser conscientes de las opciones que tomamos, del porque lo hacemos, aunque eso traiga aburrimiento y desencanto, en la inconsciencia todo vale, no hay responsabilidad ni verdad en juego.

LA BUENA NOTICIA DE JESÚS sanará a los discípulos de su incredulidad haciéndolos misioneros, enviándoles a los demás para abrir el corazón y los ojos a la verdad que salva: que Dios está con nosotros en la vida.

Los hace testigos de una buena noticia que no les pertenece y confiados en Alguien que a pesar del abandono y de la incredulidad ha confiado en ellos.
Son enviados a los demás no por haber demostrado ser los mejores ni los más preparados.
Son enviados habiendo sido miedosos, traidores; y perdonados.
Son enviados habiendo sido liberados, habiéndoles descubierto la posibilidad que llevan dentro de poder elegir por fuera de toda forma posesiva.

Será preciso entonces hacernos conscientes de la inmovilidad que hay en nuestro corazón.
De aquellas cosas que tal vez atan nuestros pies o de aquellas otras que nos han vuelto indiferentes.

¿Por qué estamos inmóviles? ¿Qué nos paraliza?
¿Qué miedos seguimos arrastrando?
¿Quién nos ha decepcionado tanto que creemos que así como estamos es mejor?
¿Por qué resolvemos las dudas de una única manera: sentarnos a que las cosas pasen?

POR NO PERDONAR, NO AVANZAMOS.
POR NO ABRIRNOS, NO VEMOS.
POR NO ESCUCHAR, NO SERVIMOS.

La fiesta de la Ascensión, si nos permitimos quitarle todo el ropaje como está contado, puede enseñarnos que el camino de Jesús que comenzó en la encarnación - que paso por la vida haciendo el bien - que permaneció en el amor aun en medio de la cruz -camino atravesado por la contradicción y por la libertad de permanecer en el perdón, la entrega y el servicio- ese camino conduce a "MÁS VIDA"; nos regresa a Dios, dónde siempre estamos.
NOS HACE UNO CON LA VIDA QUE LLEVAMOS DENTRO.

Pero tenemos que descubrir también que caminar haciendo experiencia de Dios en nosotros, como lo hizo Jesús, lleva necesariamente a dejar de ser el centro; a ir soltando todas aquellas cosas o roles con los que nos hemos identificado llegando a sentir vacío y abandono si nos las quitan o dejan de estar. 
No somos ni nos define esa relación, esa profesión, ese rol, ese título, ese reconocimiento, esa experiencia ni esa historia… a lo que le hemos dado la seguridad de nuestra vida y que por momentos se han convertido en la razón del porqué hacemos las cosas. 

Caminar haciendo de nuestra vida cotidiana un ascenso a Dios es dejar que aparezca lo mejor de nosotros mismos.
Es soltar lo que no es verdadero en nosotros porque "nada ni nadie podrá agregarnos algo más a lo que somos y hemos recibido cómo don".
Es descubrir que lo mejor de nosotros está en lo profundo y no se identifica con nada, pero se expresa en el servicio, en la apertura, en el perdón, en la aceptación, en la disponibilidad y en la entrega cotidiana.

Es descubrir que la vida está hecha para compartirla. 
Que la vida es camino. ES DON AGRADECIDO.
Su felicidad está en la apertura y en la entrega.


Que la vida es estar siempre saliendo.
Siempre aprendiendo.
"AGRADECIDOS y DISPONIBLES vamos volviendo".

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