viernes, 4 de octubre de 2024

Francisco de Asís, "UN CANTO EN MEDIO DE LA NOCHE".

"Este es aquel que en su tiempo se reparó el templo,
en sus días se afianzó el santuario. En su tiempo cavaron la cisterna y un pozo de agua abundante." Sab. 50, 1-2 
Encontrarnos con Francisco de Asís es acercarnos, no sólo al evangelio de Jesús vivido de manera clara y sencilla, sino también es acercarnos a ese cierto “basta” que los pueblos saben decir, portadores de un deseo de cambio y transformación, que se teje desde abajo con pequeños gestos. 
Francisco es testigo, como también lo somos nosotros: de las desigualdades generadas por una mala práctica del poder; del sometimiento de unos sobre otros en muchos de los aspectos de la vida; de la exclusión y del total abandono de la vida como consecuencia de un modo de entenderla cómo algo que es sólo para unos pocos "llenos de privilegios". 

En ese contexto, la llamada de Francisco a vivir la fraternidad con todos y con toda la creación, es una palabra profundamente profética que denuncia toda relación de sometimiento, pero que al mismo tiempo revela una esperanza muy grande en la capacidad que tienen las personas para abrirse a lo nuevo; o, mejor dicho, a vivir desde lo más verdadero que siempre ha estado ahí, que despoja de toda máscara y derriba toda muralla.
 
Con Francisco nos preguntamos:
¿Cuáles son los clamores de hoy que nos llegan desde la vida?
¿Qué escuchamos en el sentir de la gente?
¿Escuchamos o estamos demasiado preocupados por lo que llamamos "mío"?
 
Acaso lo que vivimos cómo pandemia no desnudo nuestro corazón y el corazón de una sociedad que se sentía demasiado satisfecha; aun cuando tantos seguían gritando a sus puertas.
Acaso no nos sentimos conmovidos al escuchar los gritos de la guerra dónde las muertes parecen no contar para nadie.
Acaso no es clamor el que surge de la miseria y la postergación de tantas personas en nuestro país, en muchos aspectos de la vida.
Qué le pasa a nuestro corazón frente a la desigualdad que viven muchas familias; o frente a la desesperanza de los jóvenes o frente a la violencia que sufren tantos niños.
Acaso no es clamor el que surge de nuestra tierra frente a la depredación que se hace de ella…etc.
 
¿Escuchamos?
¿Qué hemos hecho con esos clamores?
 
Las intuiciones de Francisco de Asís fueron siendo amasadas con las grandes desventuras y esperanzas de su gente; y su opción de vida evangélica fue una respuesta fraterna y solidaria a esa historia.
 
¿Qué historias de hoy necesitan de nosotros una respuesta evangélicamente fraterna y solidaria?
Respuestas fraternas y solidarias cargadas de la propia vida que transita también la ambigüedad... y no respuestas sólo desde la palabra que muchas veces está cargada de ideologías y de reclamos hacía otros.
 
En Francisco de Asís hubo una situación -un tiempo de enfermedad- no buscado ni querido, que le abrió a la escucha de sí mismo y a la experiencia de ese Dios que es capaz de transformar lo "amargo en dulzura". Esa misma experiencia es la que le hará descubrir el reverso de esa sociedad de la que él era uno de sus privilegiados.
Esa sociedad que se enorgullecía de la libertad y el respeto por todos tenía también sus excluidos, sus desheredados: los leprosos, los de la calle y un montón de gente sometida a trabajos inhumanos.
 
Francisco se siente conmovido por esta situación, se anima a salir, a romper con las barreras que lo separan, se anima a acercarse y hacer de ellos sus amigos.
 
Y lo que sucedía en la sociedad, de alguna manera también sucedía al interior de la iglesia de su tiempo; por eso frente a una iglesia instalada y llena de privilegios, Francisco, sin buscarlo y sin criticar a nadie, vuelve a hacer del evangelio de Jesús, una buena noticia para esa gente; y lo hizo simplemente haciéndose cercano, dejándose encontrar; siendo despojado de cuánto lo deshumaniza.
 
Optar por Jesús, hacer de su vida un espacio de encuentro, no sólo valía la pena porque lo reencontraba con ese deseo de que la vida tuviese sentido, sino que además era la respuesta más efectiva y más contundente a una sociedad cargada de tanta desigualdad e injusticia.
 
Y fue ese modo de vivir lo que quiso compartir con otros.
¿Qué mejor testimonio a una sociedad así dividida, que la vida compartida de unas personas que, sin conocerse, viven un modo de relación dónde la reconciliación es lugar de encuentro; la autoridad es servicio; el trabajo es comunión con los pobres de la tierra y la oración es relación con Aquel que todo lo sostiene?
 
"Convertir toda hostilidad
en una tensión fraterna,
en el interior de una unidad de creación"
P. Ricoeur
 
Francisco al hacerse caminante de un pueblo que también sufría, se encuentra con que antes que él, alguien ya venía caminando en medio de ese pueblo, con los últimos, con los que sufren.
Dios mismo se había hecho rostro humano.
Dios mismo era pobre, era leproso, era hermano, era hermana, era trabajador, era niño, era anciano, era enfermo, era creación. 
Dios era camino de humanidad.
 
Su mirada se había transformado, y esto no sin vivir la soledad, la angustia, el sentimiento de fracaso, el sufrimiento y el rechazo.
 
El canto de un Dios que, se hizo humanidad en medio de su pueblo, había abrazado toda su vida...
¿Cuál es el canto que anima nuestra vida?

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