Es no desear vengarse... Cabarrus

DINÁMICA DEL PERDÓN

El perdón, la capacidad de perdonar, es un signo de salud psíquica y madurez cristiana. Lo que más
oscurece el pozo de la vida es la incapacidad de perdonar.
Con respecto al perdón, constantemente se escuchan frases o se ven actitudes como estas, que revelan una gran confusión con respecto a los que es realmente el perdón:

“Perdono pero no olvido”
“Dios no perdona hasta que el otro no perdona”
“Perdona o Dios te perdona”
“Yo no puedo perdonarte, que te perdone Dios”
“No soy Dios para perdonar”
“Eso no tiene perdón de Dios”
“Necesidad de pedir perdón constantemente y por todo”
“Tienes que perdonar porque Jesús dijo que perdonáramos hasta 70 veces 7”
“No tengo nada que perdonarte”
“Es mejor pedir perdón que permiso”
“Borrón y cuenta nueva”

Existen también algunas concepciones falsa con respecto al perdón:

Identificar perdón con olvido. Si se identifica perdón con olvido, se va por mal camino, al contrario, sólo se puede perdonar bien si se recuerda bien. Sólo si está enfrente lo que pasó se puede perdonar, porque perdonar implica integrar y esto supone un proceso, si no se está escondiendo… Frases como “olvido y perdón”, o “borrón y cuenta nueva”, usadas en el contexto de los crímenes cometidos en represiones y guerras en América Latina, son usadas como la mejor garantía de volver a cometer los crímenes
Hay personas que se sienten mal porque no olvidan, y piensan entonces que no han perdonado. Perdonar exige tener claros todos los datos. Exige el recuerdo. Más aún, no olvidar es precisamente la condición o posibilidad de que se puedan integrar las cosas. Es necesario para el proceso del perdón recordar. Incluso, es una señal de salud mental y de madurez humana decir: yo perdono pero no olvido.

Identificar el perdón con la negación. Es como decir no pasó nada. Esto se convierte en una bomba que estalla con el tiempo. Si se niegan las ofensas y las injusticias que se han cometido, no será posible perdonar de verdad. Es necesario recordar los hechos, y además el dolor, la vergüenza, la tristeza y la cólera que causaron, para poder iniciar un proceso de perdón en el que se desahogue y se canalicen de una manera aceptable y sana estos sentimientos.

Identificar el perdón con un acto de voluntad: “si quisieras, podrías perdonar”. Esta concepción la enseñan las mamás: “perdona a tu hermanito”, igual en la escuela, en la Iglesia. Esta idea hace pensar que el perdón es algo que se impone.  Cuando se constata que, a pesar del deseo, hay incapacidad para perdonar, entonces, se crece el sentimiento de malestar y de culpa. Efectivamente perdonar implica la voluntad, pero requiere otra gran cantidad de cosas. Es un proceso… Supone algo de voluntad pero es más complejo. También es equivocado negar la necesidad de perdonar al otro. Cuando se afirma que no hay nada que perdonar, en el fondo, se está diciendo “tú no eres quién para ofenderme, no eres de mi talante para poderme molestar”.

Identificar el perdón con una acción exclusiva de Dios. Cuando se asume el perdón como una acción que únicamente puede hacerla Dios, la persona se exime de su responsabilidad ante los hechos, y de su necesario compromiso en la transformación de dicho sentimiento. Igual de errónea es la percepción del perdón como un mandato de Dios unilateral, que no cuenta con la realidad psicológica del hombre. Jesús nos pide perdonar 70 veces 7… ¡pero no en 7 minutos! ¡no se pude usar el evangelio para omitir el proceso humano lógico del perdón!

Identificar el perdón con renunciar a que se haga la justicia. Perdonar no significa que haya que eximir a la persona de asumir las consecuencias de su falta. Si una persona hace un atentado contra otra, se puede perdonar, es decir, se puede dejar de sentir cólera, rencor y, deseo de venganza hacia ella, pero no implica que no se tenga que empezar un proceso de rehabilitación vigilado socialmente o que no se tenga que reparar los daños (si es posible), o no  tradición… Perdonar no es entonces, renunciar a la justicia, sino hacer justicia en la ley, no sólo que se haga justicia, sino hacer que las leyes sean justas.

Creer que perdonar es volver a la situación que se vivía antes. Querer que se haga “borrón y cuenta nueva”, que todo empiece como si nada hubiese pasado. Es como unos huevos revueltos, no se pueden volver al cascarón, se rompió algo que no puedo devolver. Que todo sea nuevo exige confianza, y ésta no se genera sólo con decir te perdono. En muchas ocasiones, se puede dar el perdón, pero no se puede restaurar la situación que se vivía antes de la ofensa. Estas imágenes falsas repercuten en el ámbito psicológico porque hacen sentir malestar y llevan a la culpabilización.  Cuando el proceso de armonización se traba, se atora, se puede ayudar a desbloquearlo con el proceso del perdón, en cada uno de los elementos por armonizar.

Cómo darse cuenta de que realmente se está en el proceso del perdón?  


El gran indicador de que se está en un proceso de perdón es que se haya terminado el deseo de venganza y el resentimiento (la indiferencia es una manera de resentimiento).

Cuando persiste el sentimiento negativo es que no se ha podido expresar la cólera, o no se ha sacado el mensaje al acontecimiento.  Es importante tener claro que justicia es diferente a venganza.
¿Cómo distinguir cuándo el móvil es vengativo y cuándo es de justicia?
Porque en la venganza se es juez y parte: se toma la justicia en las propias manos. Es un fenómeno más emocional.
En cambio la justicia es un acto en el que se confrontan hechos contra leyes, contra una estructura jurídica, en donde hay ciertas penalidades por ciertos actos. La justicia nace de las leyes, de los derechos humanos que están legislados desde hace mucho, y en donde la infracción a ciertas cosas tiene unas penalidades.  Los otros indicadores son saber canalizar y expresar la cólera y la tristeza, encontrar la ventaja, el mensaje que deja el acontecimiento, y tener la capacidad de ver al agresor con ojos diferentes, una mirada que permita captar lo positivo que hay en él.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario