domingo, 3 de julio de 2022

Enviados a "recrear la vida". Lc 10,1-12.17-20

Como si la decisión de subir a Jerusalén hubiese acelerado los tiempos... "Después de esto..." después del rechazo de los samaritanos y las claves para seguirlo que seguramente dejo a muchos en el camino... Jesús envía setenta y dos.

Los envía sin otra preparación que aquella que nació del contacto con él y sus modos de crear comunidad con toda clase de gente.
Los envía siendo testigos unos de otros... "de dos en dos"... de que la vida se juega no tanto en las palabras que se dicen sino en el modo de estar en medio de los demás.

CREANDO FRATERNIDAD, rompiendo con aquellas normas de pureza que generaba marginados y excluidos... provocando la PREGUNTA... despertando la inquietud de que la Vida es algo más que "pasarla bien" o " satisfacer toda necesidad".

Y los envía a la gente... porque es en medio de ella donde es necesario proclamar que Dios está... experimentando la precariedad que supone ser portador de un DON más grande... por eso habrá que rezar siempre, es decir, ponerse en contacto con lo más verdadero que llevamos dentro.

Son enviados a estar de camino... esa es la condición... para eso habrá que soltar toda comodidad y toda defensa... corriendo el riesgo del rechazo... llevando una BUENA NOTICIA y no doctrinas o amenazas... buscando en todo momento esos "puntos de encuentro" que hacen del diálogo una actitud vital.

Son enviados a confiar en la hospitalidad de la gente... porque a pobres y excluidos va dirigido el anuncio no es posible hacerlo desde la seguridad que dan los medios... aún más,

¿Cómo pedir confianza en el DIOS DE LA VIDA cuando a la propia se la tiene tan asegurada?



Son enviados pobres y pacíficos... todos cuantos se encuentren con ellos deben sentirse seguros... serenos en su fragilidad... y convocados a tratar a los demás con la mayor humanidad posible.

Son enviados a sentarse a la mesa del pobre... del marginado... del pecador... del que se siente último y olvidado... abiertos a compartir con ellos la vida como el único Don que Dios nos ha regalado.
Aceptando también que lo del otro, aunque diferente, es válido y nos enriquece.

Son enviados a anunciar que "EL REINO DE DIOS ESTA..."...  mostrándolo en la cercanía y en el buen trato con la gente... sobre todo hacia aquellos que padecen enfermedad o cualquier otra cosa que impida ver quiénes son en verdad...
PORQUE LA CERCANÍA SANA Y LA DISTANCIA HIERE.

Son enviados a mirar de una manera nueva... liberados de todo prejuicio o excusa que destruye y limita la vida.

Son enviados para "bendecir" que no es otra cosa que "decir bien del otro" ante tanta palabra tóxica que nos lanzamos -muchas veces sin darnos cuenta-. Siendo conscientes de que para esto habrá que ser más libre de ese juez implacable que nos acusa desde dentro... que nos hace rechazar justo lo que tendríamos que reconocer y abrazar... haciéndoles pagar a los demás lo que no soportamos de nosotros mismos.

Son enviados con el encargo de "recrear la vida"... convirtiendo toda prisión -toda herida del pasado- en un profundo camino de transformación... acompañando en el perdón como posibilidad para sanar lo que de otra manera queda abierto y se infecta. 

SON ENVIADOS A ALEGRARSE POR EL SIMPLE HECHO DE COMPARTIR UN DON QUE GRATUITAMENTE RECIBIERON.

"- La cosa más urgente - dijo Francisco - es desear tener el Espíritu del Señor. El solo puede hacernos buenos, profundamente buenos, con una bondad que es una sola cosa con nuestro ser más profundo.
Se calló un instante y después volvió a decir: - El Señor nos ha enviado a evangelizar a los hombres, pero ¿has pensado ya lo que es evangelizar a los hombres?
Mira, evangelizar a un hombre es decirle: “Tú también eres amado de Dios en el Señor Jesús.”
Y no sólo decírselo, sino pensarlo realmente. 

Y no sólo pensarlo, sino portarse con ese hombre de tal manera que sienta y descubra que hay en él algo de salvado, algo más grande y más noble de lo que él pensaba, y que se despierte así a una nueva conciencia de sí. 

Eso es anunciarle la Buena Nueva y eso no podemos hacerlo más que ofreciéndole nuestra amistad; una amistad real, desinteresada, sin condescendencia, hecha de confianza y de estimas profundas. Es preciso ir hacia los hombres.
La tarea es delicada.
El mundo de los hombres es un inmenso campo de lucha por la riqueza y el poder, y demasiados sufrimientos y atrocidades les ocultan el rostro de Dios.
Es preciso, sobre todo, que al ir hacia ellos no les aparezcamos como una nueva especie de competidores.
Debemos ser en medio de ellos testigos pacíficos del Todopoderoso, hombres sin avaricias y sin desprecios, capaces de hacerse realmente amigos.


Es nuestra amistad lo que ellos esperan, una amistad que les haga sentir que son amados de Dios y salvados en Jesucristo..."


(E. Leclerc . Sabiduria de un pobre - cap XII)





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