Dios es el "tesoro escondido" en el campo de nuestra vida.
Dios es la "perla preciosa" por la que vale la pena "venderlo todo".
Dios y su proyecto de Reino.
"TU ERES EL BIEN, TODO EL BIEN, EL SUMO BIEN,
Señor Dios vivo y verdadero..."
dice san Francisco.
Y NUESTRA VIDA es un tesoro para Dios...
Somos una PERLA DE MUCHO VALOR para él.
Aunque Jesús presenta a estos personajes como gente que busca sacar ventaja... que no actúan buscando un cambio de vida sino por un interés económico... no deja de resaltar el riesgo que se animan a correr y la desproporción entre lo que tienen y lo que descubren.
Y es en la acción de "venderlo todo" en donde se expresa que AL TESORO SÓLO SE LLEGA POBRE Y SIN MEDIOS... sólo desde el Espíritu.
Si no somos encontrados por lo que "más vale en la vida"... si no tenemos experiencia de lo que es esencial... de lo que realmente cuenta... todo en nuestra vida corre el riesgo de ser una linda máscara o una fachada de buenas intenciones que, se resquebrajará con el tiempo.
Sin la experiencia de lo que es "realmente importante" la exigencia y la rutina terminarán aplastando el entusiasmo y la creatividad.
Nos faltará aquello que de sentido - que nos ayude a leer la vida - aun lo que nos resulta desagradable o fue experimentado como fracaso o frustración.
Sin haber encontrado lo que nos da "plenitud" las molestias cotidianas además de amargarnos, se encargarán de llevarnos por lugares no queridos... buscarán compensar lo sentido como pérdida.
Sin la experiencia del Dios de la VIDA -y de su proyecto de REINO- la religión se convertirá en exigencia que esclaviza y no en camino que busca humanizar más la vida.
Tal vez por eso nos cuesta tanto dejar la comodidad para salir al encuentro del otro donde nos han dicho que allí hay plenitud.
Dejar esas tantas cosas que sentimos indispensables para compartir lo que tenemos.
Dejar la gratificación inmediata para abrirnos al silencio y a la escucha.
PORQUE NO HEMOS DESCUBIERTO "LO QUE MÁS VALE".
El "TESORO ESCONDIDO"
ES DIOS EN NOSOTROS.
Si hacemos experiencia de esto... todo lo demás, no sólo puede estar... sino que además pueden ser espacios de crecimiento... lugares de encuentro.
Su PRESENCIA - y su proyecto de humanidad nueva - contagia ESPERANZA... nos renueva la confianza.
Su PRESENCIA -el REINO EN NOSOTROS - es lo que da sentido a la vida e ilumina todos los demás valores y criterios desde los cuales vivimos.
TESORO ESCONDIDO...
PERLA DE MÁS VALOR...
representan entonces esa realidad que está más allá de toda valoración.
Pero nosotros seguimos buscando fuera lo que tenemos dentro.
Seguimos queriendo encontrar el valor de nuestras vidas en lo que hacemos o rendimos -buscando el sacrificio- cuando lo que somos en verdad está dentro.
Seguimos prefiriendo vivir desde el miedo al castigo -reduciendo el evangelio al juicio en el más allá- o desde la imagen distorsionada de nosotros mismos.
QUE DIFÍCIL TOMAR CONSCIENCIA DE ESTO.
SEGUIMOS BUSCANDO FUERA.
Lo más verdadero en nosotros, aquello que nos hace experimentar contento, aparece y se expresa a través de modos de vida más abiertos - menos rígidos -; en modos de relación más cordiales - más humanos.
Y cuánto más humanos somos más expresamos lo que valemos... lo que ya somos.
El CAMINO DEL REINO entonces es un camino que pasa por el cuidado del propio corazón, donde "están las fuentes de la vida" - porque solo desde el encuentro con aquello que es más verdadero en nosotros podemos salir al encuentro de los demás.
Imaginemos que si esto no hubiese sido así... la Misericordia del Padre no hubiese aparecido.
«Lo más importante no es:
que yo te busque,
sino que tú me buscas en todos los caminos (Gn 3,9);
que yo te llame por tu Nombre,
sino que tú tienes el mío tatuado en la palma de tus manos (Is 49,16);
que yo te grite cuando no tengo ni palabra,
sino que tú gimes en mí con tu grito (Rom 8, 26);
que yo tenga proyectos para ti,
sino que tú me invitas a caminar contigo hacia el futuro (Me 1,17);
que yo te comprenda,
sino que tú me comprendes a mí en mi último secreto (1 Cor 13,12);
que yo hable de ti con sabiduría,
sino que tú vives en mí y te expresas a tu manera (2 Cor 4,10);
que yo te guarde en mi caja de seguridad,
sino que yo soy una esponja en el fondo de tu océano (EE 335);
que yo te ame con todo mi corazón y todas mis fuerzas,
sino que tú me amas con todo tu corazón y todas tus fuerzas (Jn 13,1);
que yo trate de animarme, de planificar,
sino que tu fuego arde dentro de mis huesos (Jer 20,9).
Porque, ¿cómo podría yo buscarte, llamarte, amarte...
si tú no me buscas, me llamas y me amas primero?
El silencio agradecido es mi última palabra
y mi mejor manera de encontrarte»
(B. GONZÁLEZ BUELTA).