domingo, 26 de julio de 2020

"Un TesOro esCondiDo..." Mt 13, 44-52

Llevados por el relato de Jesús caminemos junto al campesino y al comerciante para encontrarnos con aquello que al valer tanto merece la pena arriesgarlo todo.

Dios es el "tesoro escondido" en el campo de nuestra vida.

Dios es la "perla preciosa" por la que vale la pena "venderlo todo".
Dios y su proyecto de Reino.

"TU ERES EL BIEN, TODO EL BIEN, EL SUMO BIEN,
Señor Dios vivo y verdadero..."
dice san Francisco.
Y NUESTRA VIDA es un tesoro para Dios...
Somos una PERLA DE MUCHO VALOR para él.

Aunque Jesús presenta a estos personajes como gente que busca sacar ventaja... que no actúan buscando un cambio de vida sino por un interés económico... no deja de resaltar el riesgo que se animan a correr y la desproporción entre lo que tienen y lo que descubren.

Y es en la acción de "venderlo todo" en donde se expresa que AL TESORO SÓLO SE LLEGA POBRE Y SIN MEDIOS... sólo desde el Espíritu.

Si no somos encontrados por lo que "más vale en la vida"... si no tenemos experiencia de lo que es esencial...  de lo que realmente cuenta... todo en nuestra vida corre el riesgo de ser una linda máscara o una fachada de buenas intenciones que, se resquebrajará con el tiempo.
Sin la experiencia de lo que es "realmente importante" la exigencia y la rutina terminarán aplastando el entusiasmo y la creatividad.
Nos faltará aquello que de sentido - que nos ayude a leer la vida - aun lo que nos resulta desagradable o fue experimentado como fracaso o frustración.

Sin haber encontrado lo que nos da "plenitud" las molestias cotidianas además de amargarnos, se encargarán de llevarnos por lugares no queridos... buscarán compensar lo sentido como pérdida.

Sin la experiencia del Dios de la VIDA -y de su proyecto de REINO-  la religión se convertirá en exigencia que esclaviza y no en camino que busca humanizar más la vida.

Tal vez por eso nos cuesta tanto dejar la comodidad para salir al encuentro del otro donde nos han dicho que allí hay plenitud.
Dejar esas tantas cosas que sentimos indispensables para compartir lo que tenemos.
Dejar la gratificación inmediata para abrirnos al silencio y a la escucha.
PORQUE NO HEMOS DESCUBIERTO "LO QUE MÁS VALE".


El "TESORO ESCONDIDO"
ES DIOS EN NOSOTROS.
Si hacemos experiencia de esto... todo lo demás, no sólo puede estar... sino que además pueden ser espacios de crecimiento... lugares de encuentro.

Su PRESENCIA - y su proyecto de humanidad nueva - contagia ESPERANZA... nos renueva la confianza.

Su PRESENCIA  -el REINO EN NOSOTROS - es lo que da sentido a la vida e ilumina todos los demás valores y criterios desde los cuales vivimos.
TESORO ESCONDIDO...
PERLA DE MÁS VALOR...
representan entonces esa realidad que está más allá de toda valoración.

Pero nosotros seguimos buscando fuera lo que tenemos dentro.
Seguimos queriendo encontrar el valor de nuestras vidas en lo que hacemos o rendimos -buscando el sacrificio- cuando lo que somos en verdad está dentro.
Seguimos prefiriendo vivir desde el miedo al castigo -reduciendo el evangelio al juicio en el más allá- o desde la imagen distorsionada de nosotros mismos.
QUE DIFÍCIL TOMAR CONSCIENCIA DE ESTO.
SEGUIMOS BUSCANDO FUERA.

Lo más verdadero en nosotros, aquello que nos hace experimentar contento, aparece y se expresa a través de modos de vida más abiertos - menos rígidos -; en modos de relación más cordiales - más humanos.
Y cuánto más humanos somos más expresamos lo que valemos... lo que ya somos.



El CAMINO DEL REINO entonces es un camino que pasa por el cuidado del propio corazón, donde "están las fuentes de la vida" -  porque solo desde el encuentro con aquello que es más verdadero en nosotros podemos salir al encuentro de los demás.

Imaginemos que si esto no hubiese sido así... la Misericordia del Padre no hubiese aparecido.


«Lo más importante no es:
que yo te busque,
sino que tú me buscas en todos los caminos (Gn 3,9);

que yo te llame por tu Nombre,

sino que tú tienes el mío tatuado en la palma de tus manos (Is 49,16);

que yo te grite cuando no tengo ni palabra,

sino que tú gimes en mí con tu grito (Rom 8, 26);

que yo tenga proyectos para ti,

sino que tú me invitas a caminar contigo hacia el futuro (Me 1,17);

que yo te comprenda,

sino que tú me comprendes a mí en mi último secreto (1 Cor 13,12);

que yo hable de ti con sabiduría,

sino que tú vives en mí y te expresas a tu manera (2 Cor 4,10);

que yo te guarde en mi caja de seguridad,

sino que yo soy una esponja en el fondo de tu océano (EE 335);

que yo te ame con todo mi corazón y todas mis fuerzas,

sino que tú me amas con todo tu corazón y todas tus fuerzas (Jn 13,1);

que yo trate de animarme, de planificar,

sino que tu fuego arde dentro de mis huesos (Jer 20,9).

Porque, ¿cómo podría yo buscarte, llamarte, amarte...

si tú no me buscas, me llamas y me amas primero?
El silencio agradecido es mi última palabra
y mi mejor manera de encontrarte»


(B. GONZÁLEZ BUELTA).

domingo, 19 de julio de 2020

HacieNdo MÁS vivible la VIDA. Mt 13, 24-42


Habiendo comprendido que "somos todos los terrenos" aquella comunidad, como nosotros, nos sigue resultando difícil aceptar la lentitud de los cambios como así también saber mirar -sin juicio- a los que no aceptan la propuesta de Jesús.


Tal vez como hombres y mujeres en camino, uno de los mayores esfuerzos será el llegar a vivir con serenidad -pero sin justificaciones- la ambigüedad del propio corazón. 

Y qué difícil nos resulta dejar de clasificar las cosas y las personas separandolas entre buenas y malas, como si en algún momento esto desapareciera de nosotros mismos.

Cuántas veces hemos calificado de "cizaña" a una persona o a un grupo porque sus ideas no concuerdan con las nuestras o porque cuestionan nuestras seguridades o nos critican...
Cómo nos gustaría que "ese dios" -no el de Jesús- agarré la guadaña y corte con todos esos...

Creo nos haría mucho bien el que podemos seguir descubriendo que el "bien y el mal" están inseparablemente unidos en nosotros... y que no es necesario ningún "enemigo" externo para darnos cuenta que la fragilidad nos acompaña... que lo quebradizo forma parte de esta vasija.

Fijémonos que cuanto más percibimos los modos de Jesús que invitan a salir al encuentro... a dejar cierta comodidad... a vivir con menos cosas indispensables... sentimos el contento por encontrar aquello que es más esencial, pero al mismo tiempo percibimos el tirón que empuja hacía lo inmediato... hacía lo cerrado de uno mismo.

Cada vez más descubrimos que todo en nosotros es camino... un lento camino donde solo después que hacemos las cosas descubrimos los errores y los aciertos.

Y percibamos que estos errores y estos aciertos están vinculados  - en la mayoría de las veces- con la presencia de un otro... como sí la búsqueda personal de lo que es bueno para uno necesariamente tiene que ir de la mano con lo que es bueno para el otro.

Esta dificultad para discernir qué es aquello que expresa verdaderamente bondad lleva a Jesús a plantearnos la parábola del Trigo y la Cizaña.
Allí nos invitan a descubrir que puede haber otra mirada sobre la propia vida... una mirada que integra la fragilidad y la acepta como posibilidad para crecer...
Una mirada que no cae en ciertos espiritualismos que reducen la fragilidad a una prueba de Dios que con paciencia desaparecerá... o a una tentación que con Dios se podrá vencer.

Dios ha contado con nuestra fragilidad... no es un defecto de fabricación.

Así hemos sido creados... de barro.
Y es esencial a la naturaleza del barro el ser quebradizo... el no ser perfecto... el fallar... sin esa posibilidad dejaríamos de ser lo que somos.

La presencia de la fragilidad en nosotros es presencia de la libertad.
Una libertad hecha de conflictos y luchas que nos dice - una y otra vez - que nuestra vida es un camino.

Quien pretenda vivir queriendo arrancar lo que tiene de falla demuestra una falta de confianza hacia sí mismo.

Necesitamos que nuestra mirada cambie... sufra un quiebre... para ser capaces de recibir y abrazar lo pequeño de nuestra vida que lleva dentro la fuerza del Reino.

COMO EL REINO... eso pequeño... eso que nos aflige puede transformarse en un nuevo comienzo.
Porque solo se transformara aquello que hemos logrado hacerlo camino.
Solo aquello que hemos amado.


Necesitamos recibir y abrazar la propia fragilidad como levadura que nuestro Buen Dios ha puesto para transformar un mundo que se mide desde la fuerza y el poder.
Por eso respetemos la propia vida no atormentándonos mirando "obsesivamente" los errores. 
Seamos cada día más conscientes del lugar que le hemos dado al "sentimiento de culpa"...  y reconozcamos con serenidad que "algo no pudimos"... que "algo no nos salió"...  porque nunca podremos con todo... y algo siempre se nos pasará.
NO PODEMOS SENTIRNOS CULPABLES POR NO PODER TODO.

Démonos tiempo. No nos dejemos vencer por la prisa y la impaciencia. 
No nos ahoguemos exigiendo cambios rápidos y extraordinarios.
LO DE DIOS, ACONTECE EN LO OCULTO Y DESPACIO.

Necesitamos relajar las tensiones renunciando a la pretensión de "ser perfectos" porque sencillamente es descabellado... y eso probablemente hará que la ansiedad disminuya.

De la misma manera necesitamos dejar esas miradas estrechas que califican a los demás en buenas y malas por lo que hacen, o por lo que piensan o por la debilidad que muestran. Desde el momento en que lo hacemos nos volvemos CIZAÑA.
Al mismo tiempo necesitamos dejar el miedo -la desaprobación, el chantaje en los afectos- como instrumento para exigir cambios.
Necesitamos dejar de condenar o excluir "en nombre de Dios" y reconocernos diferentes… necesitamos comprometernos con los demás aunque piensen distinto; no es posible poner la diferencia como excusa para la indiferencia.
NO SOMOS EXCLUSIVOS PARA DIOS… SOMOS UNO EN DIOS Y DIFERENTES…

La debilidad nos acompaña.
En la debilidad somos uno y diferentes.
La debilidad es posibilidad.
La debilidad es humanidad.
La debilidad es lugar de encuentro.
La debilidad es espacio de Reino.

Y el Reino siempre será inicio.
Su fuerza está en el desaparecer y en la pequeñez.
No se celebra así mismo. Celebra la Vida.
Cuida de todo. 
Es humanidad paciente.

miércoles, 15 de julio de 2020

SEMBRAR en ESPERANZA. Mt 13, 1-23

Más gente lo sigue y más aumenta en Jesús la percepción de que no lo entienden... sus formas de actuar que no excluyen junto a sus palabras libres de toda condena generan resistencias.

Qué difícil resulta dejar ciertas imágenes de Dios  -ciertas ideas de Dios- que aunque se sienten como "amenazas" no dejan de brindar algo de seguridad y protección.

Al entusiasmo por sus signos o por sus palabras 
le sigue inmediatamente la duda y la inquietud.
Jesús no satisface las expectativas de la gente.

Ante esa situación Jesús habla en parábolas. Desde las cosas simples que contempla invita a releer la vida... a encontrarse con aquello que es esencial -el Reino de Dios, el proyecto de humanidad que Dios pensó para el hombre- y que es el punto de partida de toda vida.


Y lo que para algunos es escuchado como anuncio de vida, causa de esperanza y liberación de estructuras; para otros es oscuridad e inquietud, frente a lo cual es preferible seguir con lo que está... con lo seguro... con lo cómodo.

"¡El que tenga oídos que oiga!", insiste Jesús revelando porque habla en parábolas, que sólo comprenderán quienes escuchen.
Y escucharán sólo aquellos que se animen a confiar porque ésta es una puerta que sólo se abre desde dentro.
Sin la confianza como expresión de aceptación y seguimiento convertimos a Dios en un objeto de estudio -o de algo que cazamos con nuestros ritos- olvidándonos que la FE es una RELACIÓN.

Acaso, ¿no será esto lo que nos pasa a nosotros que escuchamos tanta veces la palabra y seguimos haciendo lo contrario?
¿Qué le pasa al corazón que habiendo hecho experiencia de que esas palabras eran las que necesitaba... ("me las estaban diciendo a mí"... decimos) sale después haciendo cosas mezquinas?
¿Cuántas veces hemos experimentado libertad al escuchar la Palabra -o la invitación a abrazar un sueño grandísimo- y después hemos vuelto a conformarnos con aquellas cosas que sabemos que nos esclavizan?.

Jesús, conocedor del corazón humano, justamente para hablarnos de este camino de aceptación o no de su palabra -para hablarnos del Reino- trae la imagen de un agricultor que SALE Y SIEMBRA sin tener en cuenta los diferentes terrenos por donde pasa; solo después de la siembra aparecerán las diferencias:
CAMINO - PEDREGAL  - ABROJOS.


Notemos que la parábola se detiene bastante en las pérdidas del sembrador... como si esto formase parte de aquello que tal vez es lo más esencial... como si las pérdidas ya estuviesen incluidas en la acción  del comienzo:
EL SEMBRADOR QUE SALE Y SIEMBRA.

Necesitamos recuperar la CONFIANZA en los inicios.
Que nos salva de que todo tenga que servir para algo... de la búsqueda de cambios mágicos... de medirlo todo según lo conseguido.

LO IMPORTANTE - EL CENTRO DE LA PARÁBOLA - ES EL GESTO DE SEMBRAR.
Que no mide las posibilidades de los terrenos... no los clasifica.
No calcula la entrega y el esfuerzo en proporción al resultado.
No pone a prueba al terreno...
ARRIESGA y MALGASTA.
SIEMBRA EN LA ESPERANZA.


La PALABRA no se resignara jamás a las condiciones del terreno... ni se reservará para algunos... si esto hiciese se perdería.
La PALABRA ES FUERZA CREADORA... tiene la capacidad de transformar cualquier terreno y al mismo tiempo no busca recompensas ni frutos de cada cosa que hace.
LA PALABRA ESTÁ ALLÍ SIEMPRE... como escondida en nuestra vida que tiene mucho de camino... de pedregal... y de abrojo.

LA PALABRA COMO EL AMOR VALE POR SÍ MISMA.
SE CONTENTA - LE BASTA -
SOLO DARSE SIN MEDIDA
Y SIN CÁLCULOS MEZQUINOS.
Nada más lejano a esto que esas prédicas o esas quejas personales cargadas de lamento, de recriminación, de cansancio, de reto y amenaza.
No es posible "sembrar en la esperanza" si de antemano estamos desanimados o descontentos.


¿Y dónde nos ubicamos nosotros? ¿Qué clase de terreno somos?
SOMOS TODOS LOS TERRENOS.

SOMOS CAMINO cuando nos domina la prisa y somos unos extraños con nosotros mismos; es como si la Palabra cayera en un lugar muy ocupado.
SOMOS CAMINO cuando reducimos la Palabra al cumplimiento de unas normas o de prejuicios- convirtiéndola en algo inofensiva y viviendo desde las apariencias.

SOMOS PEDREGAL cuando la emoción - lo agradable o no - se convirtió en el criterio de nuestra vida.
Lo somos cuando vivimos desde la superficialidad y no vamos más allá del entusiasmo.
SOMOS PEDREGAL cuando rechazamos el silencio evitando así el encuentro.

SOMOS ABROJO cuando no podemos dejar ciertas comodidades o ciertas compensaciones.
Lo somos cuando muchas pequeñas cosas se han vuelto indispensables.
SOMOS ABROJO cuando no podemos soltar esos parásitos que nos mantienen esclavos.

También podemos ser un gran "DEPÓSITO" que por años ha ido acumulando lo que ha ido escuchando. 
SOMOS DEPÓSITO  cuando amontonamos palabras y experiencias "religiosas" pero sin asimilar nada.
SOMOS DEPÓSITO donde nada desaparece de lo que se escucha pero se va convirtiendo en algo inútil.
Y esto no es más que otro modo de rechazo.

PERO TAMBIÉN, SOMOS TIERRA BUENA  -aun así - cuando nos dejamos llevar por la entrega y el no cálculo -cuando hacemos gestos que parecen inútiles-.
Lo somos cuando nos sentimos convocados a dar esa parte que cada uno tiene y puede dar.
SOMOS TIERRA BUENA cuando junto al labrador hacemos menos duros los terrenos... y el andar por las piedras y los abrojos nos sigue desafiando.


SOMOS TIERRA BUENA cuando vivimos desde lo más verdadero que llevamos dentro... cuando creemos más en la fuerza que nos habita.

AUNQUE EN LA SUPERFICIE SOLO VEAMOS PIEDRA... ABROJO... DEPÓSITO Y CAMINO.

EL REINO NOS HABITA.
ESTÁ EN NOSOTROS ESCONDIDO.













domingo, 5 de julio de 2020

"LibEren A mi PuEblo" - dice el SEÑOR. Mt 11, 25-30

"En aquel tiempo, Jesús dijo: 
Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. 
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar." 

Sólo los sencillos... los que intentan no calcular... los que dejan las segundas intenciones... los simples... los que viven sin doblez... pueden aceptar "estas cosas" de parte del Dios de Jesús.

La "simplicidad" se ha convertido en la puerta de acceso a una experiencia que nunca dejará de ser DON... que no nace de nuestros esfuerzos o de nuestras buenas intenciones... y no depende de nuestros conocimientos.

Muchos que se tenían por sabios se creían poseedores de la verdad... no solo que no tenían ya nada que aprender sino que además imponían con prepotencia normas y preceptos en nombre de Dios de manera absoluta...  todo, por el simple hecho de creer conocer a Dios.
Y creyeron conocer a Jesús... y Jesús los descolocó...

Pero los que eran considerados afuera y lejos de la ley... los que nada podían perder... los que no contaban - los "sin voz"... los excluidos... se abrieron sin "peros" a la novedad de Jesús... tal vez por necesidad o tal vez por desesperación.
Pero el Amor -capaz de transformar la vida- convirtió la necesidad en encuentro y la desesperación en cercanía de Dios y en seguimiento.

Unos y otros se encontraron con el Dios de Jesús que era palabra y gesto de liberación.
Liberación de esa sentencia de ser parte de esos que Dios olvido... que ya pueden darse por perdidos...  lejos de toda posibilidad de encuentro.
Liberación de esa opresión que venía de una falsa interpretación de que la enfermedad era causada por un pecado cometido... que era castigo de Dios.
Liberación también para otros de esa escrupulosa obsesión por el cumplimiento de la ley... que amargaba la vida y la volvía rígida... que los hacía temerosos y los frustraba todo el tiempo.

Cuánta interpretación errónea... cuánta carga inútil...  que nos aleja de nuestra verdad... que nos impide ser nosotros mismos.

"Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana."

Jesús no está proponiendo una vida sin esfuerzos y sin luchas... no sólo esto sería una propuesta que nos provocaría una continua frustración por no poder nunca llegar a vivirla sino que además perderíamos lo que tiene la vida de oportunidad para crecer.

Hay una aflicción... hay un agobio que proviene de la continua búsqueda de aparecer como perfectos... fieles cumplidores de lo mandado.
Cuánto tormento... cuánta culpa y cuanto miedo por no llegar nunca a cumplir con todo.
Por sentir con todas las cosas la ambigüedad del corazón.

Hay una aflicción... que proviene de la insatisfacción por no alcanzar nunca a llenar ciertos vacíos... un agobio que molesta y que ocultamos buscando cosas que a nada conducen... que en nada nos hacen crecer.

Jesús nos propone en el ENCUENTRO CON ÉL un  "yugo" que nos posibilita desplegar todas nuestras mejores posibilidades como personas.
Un "yugo" - expresión de lucha y de tensión - por querer vivir aquella vida por la cual vale la pena vivir.
Solo aquello que da VIDA VERDADERA... que nos hace crecer en humanidad... hace de la lucha como del cansancio cotidiano algo liviano.

Pero nosotros también nos revelamos contra Jesús.
Muchas veces nosotros creemos saber mejor que Él que es aquello que nos da vida y en donde debemos buscarla.
Nos hemos olvidado que solo conocemos de Jesús lo que vivimos.
Seguimos separando la vida de lo creemos.
Cuánta seguridad tal vez seguimos poniendo en lo que sabemos... o en lo que rezamos.

Nos hemos olvidado que Jesús nos anunció la liberación de toda opresión... de todo cuanto limita que la persona humana desarrolle lo mejor de sí.
A cuánta presión inútil - a cuánto cumplimiento - nos seguimos sometiendo y condenando.
Cuánta seguridad nos da el cumplir -o el sentirnos limpios - separando a Dios del amor a nosotros mismos y a los demás.

Una doctrina no es capaz de sostener una vida.
Una norma no es suficiente para que sea centro de una vida.
La seguridad que da el "tener ciertas cosas claras" o "llevar una vida buena" no son suficientes para salvarnos de la tristeza.


Volver a Jesús... "aprender de Él"... ir hacía él... es reconocer la necesidad en nosotros de una experiencia que reoriente nuestros afectos... que dé sentido a los esfuerzos... a las luchas... a los cansancios... a las caídas... a la vida.

Tal vez sea necesario -como disposición del corazón- caminar poniendo nuestros pies en las huellas de Jesús -como dice una canción-... abiertos... dejando que al corazón lo ensanchen.
DESEANDO SER ALCANZADOS.

Y tal vez sea necesario -para expresar la liberación que Jesús anuncia-: 
Dejar de condenar tanto.
Abrir más las puertas.
Sonreír soltando la presión de las manos para alcanzar a otros que también caminan; dejándonos de ocultar tras la fachada de buenas personas.