miércoles, 15 de julio de 2020

SEMBRAR en ESPERANZA. Mt 13, 1-23

Más gente lo sigue y más aumenta en Jesús la percepción de que no lo entienden... sus formas de actuar que no excluyen junto a sus palabras libres de toda condena generan resistencias.

Qué difícil resulta dejar ciertas imágenes de Dios  -ciertas ideas de Dios- que aunque se sienten como "amenazas" no dejan de brindar algo de seguridad y protección.

Al entusiasmo por sus signos o por sus palabras 
le sigue inmediatamente la duda y la inquietud.
Jesús no satisface las expectativas de la gente.

Ante esa situación Jesús habla en parábolas. Desde las cosas simples que contempla invita a releer la vida... a encontrarse con aquello que es esencial -el Reino de Dios, el proyecto de humanidad que Dios pensó para el hombre- y que es el punto de partida de toda vida.


Y lo que para algunos es escuchado como anuncio de vida, causa de esperanza y liberación de estructuras; para otros es oscuridad e inquietud, frente a lo cual es preferible seguir con lo que está... con lo seguro... con lo cómodo.

"¡El que tenga oídos que oiga!", insiste Jesús revelando porque habla en parábolas, que sólo comprenderán quienes escuchen.
Y escucharán sólo aquellos que se animen a confiar porque ésta es una puerta que sólo se abre desde dentro.
Sin la confianza como expresión de aceptación y seguimiento convertimos a Dios en un objeto de estudio -o de algo que cazamos con nuestros ritos- olvidándonos que la FE es una RELACIÓN.

Acaso, ¿no será esto lo que nos pasa a nosotros que escuchamos tanta veces la palabra y seguimos haciendo lo contrario?
¿Qué le pasa al corazón que habiendo hecho experiencia de que esas palabras eran las que necesitaba... ("me las estaban diciendo a mí"... decimos) sale después haciendo cosas mezquinas?
¿Cuántas veces hemos experimentado libertad al escuchar la Palabra -o la invitación a abrazar un sueño grandísimo- y después hemos vuelto a conformarnos con aquellas cosas que sabemos que nos esclavizan?.

Jesús, conocedor del corazón humano, justamente para hablarnos de este camino de aceptación o no de su palabra -para hablarnos del Reino- trae la imagen de un agricultor que SALE Y SIEMBRA sin tener en cuenta los diferentes terrenos por donde pasa; solo después de la siembra aparecerán las diferencias:
CAMINO - PEDREGAL  - ABROJOS.


Notemos que la parábola se detiene bastante en las pérdidas del sembrador... como si esto formase parte de aquello que tal vez es lo más esencial... como si las pérdidas ya estuviesen incluidas en la acción  del comienzo:
EL SEMBRADOR QUE SALE Y SIEMBRA.

Necesitamos recuperar la CONFIANZA en los inicios.
Que nos salva de que todo tenga que servir para algo... de la búsqueda de cambios mágicos... de medirlo todo según lo conseguido.

LO IMPORTANTE - EL CENTRO DE LA PARÁBOLA - ES EL GESTO DE SEMBRAR.
Que no mide las posibilidades de los terrenos... no los clasifica.
No calcula la entrega y el esfuerzo en proporción al resultado.
No pone a prueba al terreno...
ARRIESGA y MALGASTA.
SIEMBRA EN LA ESPERANZA.


La PALABRA no se resignara jamás a las condiciones del terreno... ni se reservará para algunos... si esto hiciese se perdería.
La PALABRA ES FUERZA CREADORA... tiene la capacidad de transformar cualquier terreno y al mismo tiempo no busca recompensas ni frutos de cada cosa que hace.
LA PALABRA ESTÁ ALLÍ SIEMPRE... como escondida en nuestra vida que tiene mucho de camino... de pedregal... y de abrojo.

LA PALABRA COMO EL AMOR VALE POR SÍ MISMA.
SE CONTENTA - LE BASTA -
SOLO DARSE SIN MEDIDA
Y SIN CÁLCULOS MEZQUINOS.
Nada más lejano a esto que esas prédicas o esas quejas personales cargadas de lamento, de recriminación, de cansancio, de reto y amenaza.
No es posible "sembrar en la esperanza" si de antemano estamos desanimados o descontentos.


¿Y dónde nos ubicamos nosotros? ¿Qué clase de terreno somos?
SOMOS TODOS LOS TERRENOS.

SOMOS CAMINO cuando nos domina la prisa y somos unos extraños con nosotros mismos; es como si la Palabra cayera en un lugar muy ocupado.
SOMOS CAMINO cuando reducimos la Palabra al cumplimiento de unas normas o de prejuicios- convirtiéndola en algo inofensiva y viviendo desde las apariencias.

SOMOS PEDREGAL cuando la emoción - lo agradable o no - se convirtió en el criterio de nuestra vida.
Lo somos cuando vivimos desde la superficialidad y no vamos más allá del entusiasmo.
SOMOS PEDREGAL cuando rechazamos el silencio evitando así el encuentro.

SOMOS ABROJO cuando no podemos dejar ciertas comodidades o ciertas compensaciones.
Lo somos cuando muchas pequeñas cosas se han vuelto indispensables.
SOMOS ABROJO cuando no podemos soltar esos parásitos que nos mantienen esclavos.

También podemos ser un gran "DEPÓSITO" que por años ha ido acumulando lo que ha ido escuchando. 
SOMOS DEPÓSITO  cuando amontonamos palabras y experiencias "religiosas" pero sin asimilar nada.
SOMOS DEPÓSITO donde nada desaparece de lo que se escucha pero se va convirtiendo en algo inútil.
Y esto no es más que otro modo de rechazo.

PERO TAMBIÉN, SOMOS TIERRA BUENA  -aun así - cuando nos dejamos llevar por la entrega y el no cálculo -cuando hacemos gestos que parecen inútiles-.
Lo somos cuando nos sentimos convocados a dar esa parte que cada uno tiene y puede dar.
SOMOS TIERRA BUENA cuando junto al labrador hacemos menos duros los terrenos... y el andar por las piedras y los abrojos nos sigue desafiando.


SOMOS TIERRA BUENA cuando vivimos desde lo más verdadero que llevamos dentro... cuando creemos más en la fuerza que nos habita.

AUNQUE EN LA SUPERFICIE SOLO VEAMOS PIEDRA... ABROJO... DEPÓSITO Y CAMINO.

EL REINO NOS HABITA.
ESTÁ EN NOSOTROS ESCONDIDO.













No hay comentarios.:

Publicar un comentario