domingo, 19 de julio de 2020

HacieNdo MÁS vivible la VIDA. Mt 13, 24-42


Habiendo comprendido que "somos todos los terrenos" aquella comunidad, como nosotros, nos sigue resultando difícil aceptar la lentitud de los cambios como así también saber mirar -sin juicio- a los que no aceptan la propuesta de Jesús.


Tal vez como hombres y mujeres en camino, uno de los mayores esfuerzos será el llegar a vivir con serenidad -pero sin justificaciones- la ambigüedad del propio corazón. 

Y qué difícil nos resulta dejar de clasificar las cosas y las personas separandolas entre buenas y malas, como si en algún momento esto desapareciera de nosotros mismos.

Cuántas veces hemos calificado de "cizaña" a una persona o a un grupo porque sus ideas no concuerdan con las nuestras o porque cuestionan nuestras seguridades o nos critican...
Cómo nos gustaría que "ese dios" -no el de Jesús- agarré la guadaña y corte con todos esos...

Creo nos haría mucho bien el que podemos seguir descubriendo que el "bien y el mal" están inseparablemente unidos en nosotros... y que no es necesario ningún "enemigo" externo para darnos cuenta que la fragilidad nos acompaña... que lo quebradizo forma parte de esta vasija.

Fijémonos que cuanto más percibimos los modos de Jesús que invitan a salir al encuentro... a dejar cierta comodidad... a vivir con menos cosas indispensables... sentimos el contento por encontrar aquello que es más esencial, pero al mismo tiempo percibimos el tirón que empuja hacía lo inmediato... hacía lo cerrado de uno mismo.

Cada vez más descubrimos que todo en nosotros es camino... un lento camino donde solo después que hacemos las cosas descubrimos los errores y los aciertos.

Y percibamos que estos errores y estos aciertos están vinculados  - en la mayoría de las veces- con la presencia de un otro... como sí la búsqueda personal de lo que es bueno para uno necesariamente tiene que ir de la mano con lo que es bueno para el otro.

Esta dificultad para discernir qué es aquello que expresa verdaderamente bondad lleva a Jesús a plantearnos la parábola del Trigo y la Cizaña.
Allí nos invitan a descubrir que puede haber otra mirada sobre la propia vida... una mirada que integra la fragilidad y la acepta como posibilidad para crecer...
Una mirada que no cae en ciertos espiritualismos que reducen la fragilidad a una prueba de Dios que con paciencia desaparecerá... o a una tentación que con Dios se podrá vencer.

Dios ha contado con nuestra fragilidad... no es un defecto de fabricación.

Así hemos sido creados... de barro.
Y es esencial a la naturaleza del barro el ser quebradizo... el no ser perfecto... el fallar... sin esa posibilidad dejaríamos de ser lo que somos.

La presencia de la fragilidad en nosotros es presencia de la libertad.
Una libertad hecha de conflictos y luchas que nos dice - una y otra vez - que nuestra vida es un camino.

Quien pretenda vivir queriendo arrancar lo que tiene de falla demuestra una falta de confianza hacia sí mismo.

Necesitamos que nuestra mirada cambie... sufra un quiebre... para ser capaces de recibir y abrazar lo pequeño de nuestra vida que lleva dentro la fuerza del Reino.

COMO EL REINO... eso pequeño... eso que nos aflige puede transformarse en un nuevo comienzo.
Porque solo se transformara aquello que hemos logrado hacerlo camino.
Solo aquello que hemos amado.


Necesitamos recibir y abrazar la propia fragilidad como levadura que nuestro Buen Dios ha puesto para transformar un mundo que se mide desde la fuerza y el poder.
Por eso respetemos la propia vida no atormentándonos mirando "obsesivamente" los errores. 
Seamos cada día más conscientes del lugar que le hemos dado al "sentimiento de culpa"...  y reconozcamos con serenidad que "algo no pudimos"... que "algo no nos salió"...  porque nunca podremos con todo... y algo siempre se nos pasará.
NO PODEMOS SENTIRNOS CULPABLES POR NO PODER TODO.

Démonos tiempo. No nos dejemos vencer por la prisa y la impaciencia. 
No nos ahoguemos exigiendo cambios rápidos y extraordinarios.
LO DE DIOS, ACONTECE EN LO OCULTO Y DESPACIO.

Necesitamos relajar las tensiones renunciando a la pretensión de "ser perfectos" porque sencillamente es descabellado... y eso probablemente hará que la ansiedad disminuya.

De la misma manera necesitamos dejar esas miradas estrechas que califican a los demás en buenas y malas por lo que hacen, o por lo que piensan o por la debilidad que muestran. Desde el momento en que lo hacemos nos volvemos CIZAÑA.
Al mismo tiempo necesitamos dejar el miedo -la desaprobación, el chantaje en los afectos- como instrumento para exigir cambios.
Necesitamos dejar de condenar o excluir "en nombre de Dios" y reconocernos diferentes… necesitamos comprometernos con los demás aunque piensen distinto; no es posible poner la diferencia como excusa para la indiferencia.
NO SOMOS EXCLUSIVOS PARA DIOS… SOMOS UNO EN DIOS Y DIFERENTES…

La debilidad nos acompaña.
En la debilidad somos uno y diferentes.
La debilidad es posibilidad.
La debilidad es humanidad.
La debilidad es lugar de encuentro.
La debilidad es espacio de Reino.

Y el Reino siempre será inicio.
Su fuerza está en el desaparecer y en la pequeñez.
No se celebra así mismo. Celebra la Vida.
Cuida de todo. 
Es humanidad paciente.

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