11. "Sin mí nada puedes hacer..."

Aunque nos hemos acercado al Amor que nos ha dado identidad no podemos dejar de sentir que frente a ciertas cosas interiores experimentamos impotencia...

Por más que luchemos y hagamos el propósito de estar atentos... la tentación nos vence... la herida nos juega malas pasadas en reacciones desproporcionadas... 
Y esto sucede aún más cuando estamos más cansados o más sensibles... o más tironeados por lo cotidiano de la vida que no deja tregua... que no da tiempos...

Y por otro lado, tanto tiempo viviendo desde una interpretación errónea de lo que experimentamos como falla que nos lleva a vivir desde la culpa y el reproche... percibimos que a cada intento fallido una nueva cuota de desaliento se suma. 
Y justamente en ese desaliento hacen su aparición  los rostros de aquellas necesidades que controlan nuestra vida... que nos tironean... haciéndonos sentir que nada de lo que hagamos nos hará escapar de sus garras...

"SÓLO DIOS BASTA"... reconocer nuestra impotencia es ya expresión de entrega.
Reconocer nuestra absoluta pobreza es posibilidad para un encuentro.
"ÉL ESTA Y ESO BASTA"
Reconocer nuestra imposibilidad para cambiarnos es señal de muchísima confianza en Aquel que ha salido garante de nuestra vida. 

"Y decía: El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga..." (Mc 4, 26-28)

No hay comentarios.:

Publicar un comentario