7. Y tú estabas dentro de mí.

Acostumbrados a recibir cariño y aceptación de una manera... a veces no reconocemos otros modos y descartamos gestos y palabras...
¿Cómo entonces reconoceremos a Dios en su Amor cuándo este venga bajo el ropaje de lo que no controlamos o de aquello que nos desagrada?

Hay un Sí dado a la propia vida... un Sí que ha sido creador de nuestra vida... un Sí que permanece fiel haciendo que nada de lo nuestro se pierda...


Ese Sí vuelve a invitarnos a creer que hay un lugar... podríamos decir... donde las palabras y los gestos de los demás no llegan... ni vos mismo.



"¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! 
Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. 
Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. 
Reteníanme lejos de tí aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. 
Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti."   s Agustín

Mientras más le creamos a lo que brota del corazón y de la mente... más nos sentiremos tironeados... y nuestras opciones sufrirán porque nos moveremos desde la soledad que se siente como amenaza... desde los celos por miedo a perder... desde la ira por no conseguir... desde la avaricia para aparentar..., etc...

El miedo que nos genera experimentar rechazo y abandono son tremendos... y son capaces de llevarnos a construir defensas... tácticas... haciéndonos permanecer en el resentimiento y volviéndonos más tristes... menos entregados... más calculadores.

Podemos ser libres... hay un lugar más adentro de nosotros mismos donde Dios se ha encontrado con nosotros y es capaz de pacificar esta lucha... y hacer que nuestra tienda interior se ensanche.

"Dime pues Señor, por tu misericordia, quién eres tú para mí. Dile a mi alma: Yo soy tu Salud. Y dímelo en forma que te oiga; ábreme los oídos del corazón, y dime: Yo soy tu Salud. Y corra yo detrás de esa voz, hasta alcanzarte..."
San Agustin

No hay comentarios.:

Publicar un comentario