miércoles, 23 de octubre de 2024

“YA NO SON DOS...” cfr. Mc 10, 2-16


No les debe haber sido fácil a los fariseos, escuchar a Jesús decirles que, el corazón de ellos tiene la misma capacidad de amar que una mujer.  

Jesús responde con el olvido de lo esencial que hace al hombre y a la mujer iguales. 

Lo hace en el contexto dónde la mujer era considerada una propiedad más, transferible del padre al esposo, que en cualquier momento -con o sin motivo importante- podía rechazar.


En ese contexto de matrimonios arreglados, dónde el amor estaba ausente, es complicado buscar respuestas para las problemáticas de las parejas actuales; aun así el sentido de toda palabra es que busquemos las actitudes existenciales que mejor expresen nuestra humanidad.

Cuándo nos referimos a nuestros vínculos, nos referimos también a la sexualidad, a lo que expresamos cuándo decimos amor, y también a lo que decimos con familia.
De cómo vivimos estos aspectos, de cuál es la actitud que hay detrás, depende la calidad de nuestra humanidad. 
Cuántas actitudes deshumanizantes sigue habiendo en muchas parejas en su manera de vivir estos aspectos.

Sigue costando aceptar con serenidad nuestra condición sexuada; con cuánto prejuicio y condena se quiere controlar este aspecto.

Cuanto sometimiento y abuso sexual acontecen dentro de los matrimonios, y con los hijos; dónde el otro es utilizado en beneficio propio. 
Instrumentalizar al otro deshumaniza.

Cuánta violencia y aprovechamiento del otro viven muchos adolescentes y jóvenes, en eso que llaman amor. 
La búsqueda del propio beneficio que desea la satisfacción de toda necesidad, es lo que arruina toda posibilidad de relación humana.

 –“Que vos seas todo para mi”- cuánta frase engañosa, cómo esta, que sostiene esa ilusión de que existe alguien que puede ser todo para otro, cuándo fuimos creados “a imagen y semejanza” de un Dios que es toda apertura y toda disponibilidad.

Cuánto enojo e intolerancia hay en los matrimonios -aplacados en la confesión para entrar de nuevo en el circulo-, que son sentidos porque se han pasado los limites del aguante; dónde ya no hay servicio sino servilismo.

Cómo nos cuesta reconocer y aceptar, que cuándo decimos -“se terminó el amor”- es porque nunca lo hubo… al menos de ese verdadero y auténtico, que es crecimiento desinteresado en la entrega.

Creados para desplegar esa capacidad de amar desinteresada, descubramos que es camino de toda la vida y no demos por supuesto que lo hacemos.
El camino de hacer del Amor algo que humanice es lo que nos propone el sacramento del matrimonio; algo que no siempre se da y que muchas veces podemos encontrarlo fuera.
Seamos conscientes del egoísmo -de esa búsqueda del propio provecho- que se esconde detrás de nuestros vínculos. 

Un Amor que humaniza la vida, queda cada vez más abierto y vulnerable frente al otro; no hay necesidad de defensas. Allí acontece la verdadera entrega y el autentico encuentro.
Cree en el perdón.

Un Amor así no valora el vinculo por lo que recibe -por sentirse satisfecho o no-; no utiliza y descarta. No somete ni se victimiza.
Deja ser.

Es capaz de perder “imagen” ante el otro. Es consciente de sus heridas y responsable de sus limites, aun en la cerrazón. Guarda una finísima atención del propio corazón.
Sale al encuentro.





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