¿Quién de nosotros elegiría confiado si de eso dependiera la presencia o no de los demás?
Nuestra libertad interior cómo nuestra esperanza se fundamentan en la presencia de un AMOR que todo lo abarca... de una VIDA que cómo una Fuente brota desde dentro, continuamente... siempre... suscitando, casi imperceptiblemente, a recomenzar cada día, a sentirnos aceptados por lo que somos... y en dónde estamos.
En esa "CASA" dónde transcurre la vida nadie apura... no hay ritmos que cumplir... todo lo de cada uno se puede transformar en camino... porque de ese AMOR NADA NI NADIE PUEDE SEPARARNOS.
Pero, ¿Cómo vamos a reconocer semejante INCONDICIONALIDAD habitando nuestra existencia si nos cuesta tanto reconocernos a nosotros mismos?
O... ¿Cómo es posible que la presencia de Dios en nosotros no sea proporcional a la percepción de bondad que tenemos de nosotros mismos?
¿Cómo es posible que el AMOR siga siendo fiel con aquellos que nosotros hemos dado por perdidos?
Y Jesús les dijo: -"Yo soy el camino, y la verdad y la vida..."
Su experiencia humana atestigua qué el AMOR no se correrá jamás... que el DON y la APERTURA siguen estando allí dónde es imposible que estén...
Basta con mirar cada gesto de Jesús, escuchar cada palabra, basta con mirar la cruz... porque "el que me ha visto, ha visto al Padre".
Por eso la VERDAD atestigua que todo en nuestra vida lleva dentro una posibilidad de escucha... de transformación personal... de salida a los demás...
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