y los ángeles serán enviados a reunir a todos... y no pasará esta generación antes que todo esto ocurra...
El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán..."
Cuánto miedo hemos generado tomando estás palabras de manera literal; como si Dios estuviese en una guerra "terrible" contra todo aquello que humanamente no vivimos muy bien.
Miedo que ha llevado a demonizar sentimientos, sensaciones... a sentirnos mal por sentir algún sentimiento no agradable, como si los sentimientos se pudiesen clasificar en buenos y malos; dejándonos encerrados en el maltrato que eso genera porque nos hemos sentido culpables o manchados.
CUÁNTA VIOLENCIA, CUÁNTO RECHAZO, CUÁNTA RESISTENCIA HA GENERADO ESTE MIEDO. Y cuántos ateos ha producido esta lectura; y cuántas reacciones que hoy no aceptamos no son más que gritos de libertad, frente a esa interpretación cerrada, estrecha; cargada con una imagen de Dios inexistente.
porque nadie puede presentar una vida sin manchas.
Ante un "dios" así es preferible vivir bien lejos.
Y aunque lo experimentamos... nos cuesta aceptar que hemos interpretado mal el llamado a ser perfectos.
Sería inhumano si nos pidiesen una vida intachable... sin debilidades ni fallas.
Muy diferente es la invitación a creer y a confiar que lo único importante es que Dios es fiel y que su Amor es GRATUITO y permanece SIEMPRE.
Una manera de pensar nos lleva a la rigidez... la otra se mueve desde la libertad que le regala un Padre que ama y que no deja de mostrarnos las posibilidades que se esconden en toda situación humana para responder de otra manera... siendo así una alternativa para vivir lo que la vida nos presenta -aún la experiencia de la falla-.
PERO,
como Israel en su momento... aquellos primeros cristianos ante la tardanza de la venida de Jesús debieron encontrar fundamentos de su esperanza; y cómo Israel también creyeron que "lo mejor estaba siempre por venir" -aunque fuese una buena expectativa, no era suficiente para sostener la esperanza-.
Hoy estamos invitados a hacer propia, una nueva manera de mirar nuestra realidad, donde podamos descubrir que toda vida humana es vida en camino... un camino que lleva dentro aquello que lo hace pleno... y esto en medio de la debilidad que nos acompañará siempre.
Pero para descubrir esto debemos dejar de identificar nuestra vida con lo que hoy nos pasa... porque si esto es así... y lo que se vive no es agradable... inmediatamente fantaseamos con un futuro en el que Dios tiene que intervenir.
La VIDA ES VIDA... y tiene sus estaciones, cómo en la naturaleza... se tratara entonces de encontrar las disposiciones más humanas para vivir cada momento, conscientes que todo ya está en Dios.
Cuánta expectativa frustrada... cuánto enojo escondido... cuánta angustia con sabor a resignación porque la vida no es como quisiéramos o porque "dios" no cambia las cosas.
DIOS YA INTERVINO EN LA HISTORIA.
Y lo hizo de una manera muy única, en la persona de JESÚS.
DESDE ALLÍ NOS HA GRITADO QUE ESTA EN NOSOTROS Y CON NOSOTROS VIVE
¿QUÉ ESPERAMOS entonces cuando esperamos?
es el grito del evangelio de hoy.
Nuestra esperanza no se alimenta de que mañana las cosas serán mejores -aunque esto puede o no suceder- sino en que Dios viene con nosotros... de que Dios está con nosotros... de que Dios se identifica con esa posibilidad más humana que se esconde en nosotros para responder a cualquier situación.
Por eso necesitamos tomar distancia de nuestras sensaciones, emociones... pensamientos... la esperanza es una actitud frente al presente... y supondrá apertura..."sepan que está cerca... a las puertas"...
"A la puerta" está, una manera de vivir la vida de otra manera.
¿Cuándo esperamos de esta forma?
¿Cuándo hacemos carne la ESPERANZA?
Esperamos cuando apostamos a nuestra verdad más profunda y nos despegamos de lo que percibimos en primer lugar, y no nos dejamos llevar simplemente por las ganas o por lo que sentimos... ni aun por lo que podemos llegar a pensar.
Esperamos cuándo apostamos al perdón... y aprendemos de nuestras heridas y de nuestros errores
.
Esperamos cuándo le permitimos al corazón tener tiempo para sí... y evitamos maltratarnos por la debilidad que descubrimos.
Esperamos cuándo permanecemos en la actitud de servicio aun en medio del rechazo y la incomprensión.
Esperamos cuándo nos permitimos jugar... y reír... y bailar... aun cuándo el dolor atraviesa el corazón.
Esperamos cuándo nos permitimos ser escuchados, acompañados y sostenidos.
Esperamos cuándo somos capaces de mirar hacia afuera y salimos al encuentro, y nos compadecemos de los marginados por la pobreza o la soledad.
Esperamos cuándo dejamos de juzgar y creemos en la Bondad que nos habita a todos.
Esperamos cuándo no damos a nadie por perdido... y permanecemos cercanos y familiares con ellos. Pensemos aquí en la madre de un hijo/a preso o de un hijo/a con una adicción, ¿qué hace? ¿se aleja o permanece?, ¿de dónde saco el corazón aquella madre?.
Esperamos cuándo generamos posibilidades para que otros puedan esperar... y puedan escuchar interiormente: "Dios está conmigo porque ustedes están conmigo"
Pero toda apertura tiene sabor a muerte... cada vez que abrimos la puerta a la esperanza de vivir una situación, un acontecimiento de otra manera supone una muerte.
¿Qué muere dentro de nosotros?
Muere ese yo -ese ego- que quiere tener siempre la razón o busca siempre ganar... que controla, que juzga, que busca dominar dividiendo, que quiere entenderlo todo, saberlo todo, que no quiere sentirse en nada manchado, que busca siempre culpables de lo que le pasa, que busca a los demás para llenar los vacíos que siente, que está resentido...
Es decir, lo conocido, lo medido, nuestro estrecho "yo" puede entonces pasar, porque lo eterno que nos habita.
"MIS PALABRAS"
-su persona, su vida, su proyecto-
LO DIOS EN NOSOTROS,
lo de posibilidad en nosotros
LO ETERNO
que infinidad de veces se hace presente
en nuestras palabras y gestos,
eso, "NO PASARÁ JAMÁS".
BUENA ESPERANZA PARA CADA UNO.
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