Como si las palabras y los gestos no hubiesen sido suficientes, Jesús hace exégesis -lectura e interpretación- de un gesto de una desconocida.
Lo hace al final de un camino, dónde insistió en que lo importante y lo más valioso de una persona no está en el exterior, ni en lo que aparenta, sino que todo depende desde dónde se vive... DON recibido, que se lo experimenta cuándo lo somos para los demás.
Pero cómo al ciego del camino, a muchos esto les resultaba todavía difícil de ver y más aun de creer.
Jesús está cerca del lugar que se utilizaba para dejar la ofrenda, donde tal vez, muchos dejaban que sus monedas hicieran un gran ruido para alimentar de esa manera su estima personal.
Pero aquella mujer no quería hacer ningún ruido.
Podía dar sin hacer mucha publicidad del asunto... tal vez por vergüenza o tal vez porque tenía otra cosa ante sus ojos.
En las palabras de Jesús ella había dado “TODO CUANTO TENÍA PARA VIVIR”.
Qué difícil se nos hace captar el verdadero valor de los pequeños gestos cuando estamos tan acostumbrados a hacer cuentas, calculando lo que damos según lo que esperamos recibir.
Frente a la totalidad entregada por aquella mujer, el corazón de Jesús vibró; fue un gesto que no le pasó desapercibido, se sintió convocado, llamado; el Padre se le revelaba -se le mostraba- en el corazón de aquella anciana como lo había hecho tiempo atrás la viuda de Sarepta frente al profeta Elías.
Todo lo que constituía su posibilidad de vivir.
Podía abrazar su propio límite -su finitud- sin necesidad de taparse con nada -ni con títulos, ni con cosas, ni con roles ni saberes-.
Podríamos preguntarle:
MUJER, ¿QUÉ TIENES ANTE TUS OJOS?
Nosotros podríamos pensar que tal vez por su situación económica y por su edad, ante sus ojos habría resignación, pesimismo, bronca tal vez mezclada con envidia… etc.
Pero de haber estado alguno de estos sentimientos la hubiesen obligado a reservar un poco tal vez de lo que tenía pensando que tenía todo el derecho de hacerlo.
¿QUÉ TIENES MUJER ANTE TUS OJOS?
O podríamos formular mejor la pregunta:
¿ANTE QUIÉN SABIAS QUE ESTABAS?
No era entonces un gesto con el cual Jesús quería dar a entender la importancia de la ayuda o de la limosna sino que volvía a insistir sobre qué significa vivir… qué es la vida para él: un DON que se está recibiendo siempre, que nosotros no somos más que sus depositarios y que por ende no hay nada que ganar ni perder, que es posible entonces correr riesgos y que vivir así se alimenta solo de aperturas y de disponibilidad.
"El primer centavo no dice nada,
el último lo expresa todo", dice San Ambrosio.
VIVIR será para nosotros tal vez un largo aprendizaje en saber ubicarnos frente a Aquel que “da de comer a los pájaros del cielo y viste a los lirios del campo”.
“RECIBIÉNDONOS”, como pobres y necesitados, sumamente vulnerables y abiertos, despojados de las cosas con las que nos cubrimos buscando aparentar algo más de lo que somos, descubriendo que no somos lo que conseguimos, sino lo que recibimos como don y damos a los demás.
SOMOS LO QUE DAMOS.
Tal vez por eso el corazón de aquella mujer era puro; porque a nada se aferraba, todo lo tenía. Se sabía en Dios y eso le bastaba.
que te vuelves corazón de mujer
para mostrarnos que el camino de la felicidad
pasa por nada retener.
Padre, que los pequeños gestos de cada día,
dónde damos vida, tiempo, servicio, dinero…
lleven al corazón a ponerse,
en Jesús, sin nada, frente a vos.
Amén.
Y desde aquel día, aquella anciana quedó registrada
en el libro de los pequeños, de los desconocidos
que son grandes ante Dios.
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