domingo, 25 de septiembre de 2022

Vivir el "instante" en estado de entrega. Lc 16, 19-31


"...a la puerta de la casa de un hombre rico, que daba banquetes espléndidos se sentaba un mendigo andrajoso llamado lázaro, molestando siempre al dueño con sus quejas..."

Parábola que nos invita a descubrir que,
 "nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en el corazón de Dios" (cfr. GS 1)



Corazón de Dios que llegamos a conocer a través de los gestos de Jesús que nos hablan de cómo se acerca a nuestra humanidad, como permanece en ella, hacia donde mira, como escucha, que es aquello que roba toda su atención, que lo mantiene despierto, como ama, COMO NOS AMA!

Por eso seguir a Jesús... hacer del Reino de Dios nuestra vida... será ser educado en una manera de mirar y de escuchar que desafía toda indiferencia... toda barrera... todo abismo.

Pero, ¿qué tenía, entonces, aquel hombre rico frente a sus ojos que no pudo ver  a quién tenía a su puerta?
¿Qué tenía sus oídos cerrados que no pudo escuchar las constantes quejas del mendigo?

El evangelio es una denuncia a la indiferencia con la que muchas veces vivimos - miremos acaso nuestras búsquedas o nuestras preocupaciones - cuántas están al margen de lo que les pasa a los demás.
¿Será posible recibir algo más si nuestro vaso está lleno?
Esto nos pasa con los demás... nos pasa también con la vida.

Y no es válido decir: - "nosotros nada podemos hacer con la pobreza del mundo". Para Jesús nos hay posibilidad para la pasividad... todos formamos parte de esta humanidad dónde hay quienes tienen muchísimo; dónde hay quienes disfrutan sin preocuparse por los demás; y dónde hay tantos otros que no tienen lo indispensable para vivir... haciendo que el abismo sea cada vez más grande.

Aquellas quejas... como tantas otras a lo largo de la historia de la salvación fueron escuchadas:

"El Señor dijo a Moisés: 
«Yo he visto la opresión de mi pueblo... y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos. Por eso he bajado a liberarlo..." 
(Ex 3, 7-8)


MIRAR.  ESCUCHAR. CONOCER.   BAJAR.  LIBERAR.

Todo cuanto nos impide mirar... todo aquello que nos vuelve sordos... lo que nos evite conocer -para conocer hay que dejar entrar-... todo aquello que nos deje siempre en el mismo lugar -de comodidad o de poder- es contrario a la bondad... nos deshumaniza... nos vuelve esclavos.
Y nos impide la vivencia del Reino que es comunión con los demás, siendo instrumentos de liberación, porque no es posible acercarse a Dios sin acercarse a la pobreza -injusta y dolorosa- del otro.

¿Quiénes están "sentados en la puerta" de nuestras vidas que denuncian nuestros egoísmos y prejuicios?
¿Quiénes están "sentados en la puerta"... a la intemperie... sin lo necesario para vivir... sin ninguna seguridad que "Dios de su parte"?

Abrirnos a la COMPASIÓN -por haber mirado y escuchado- nos conduce a vivir con autenticidad.

COMPARTIR lo que tenemos -con aquellos que no podrán hacer lo mismo con nosotros- vuelve más verdadero el amor.

¿QUEREMOS APRENDER A AMAR?
Agudicemos nuestra sensibilidad.
Abrámonos a la Compasión.

Por eso habrá entonces que disponer el corazón para el ENCUENTRO...
Escuchar implica siempre camino y proceso.
Y cuánto más escuchemos más podremos entender y más nos podremos acercar siendo un posibilitador de vida para los demás.

Por eso habrá que recorrer un CAMINO... ese camino que va de la MESA -que ha sido hecha para compartir... que es para todos y no solo para algunos- a la PUERTA -donde acontece la vida, donde están "los lázaros".


Allí es el mismo Dios quién nos mira, 

nos interroga y nos suplica.


            "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, 
            y te hemos socorrido?". Y él les responderá: "Les aseguro que cada vez que lo hicieron 
            con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo". (cfr. Mt 25, 31-46)

Si nos animamos a ACOGER ESTOS COMPAÑEROS de viaje imprevistos -porque por la puerta pasa quien quiera- seremos liberados de la INDIFERENCIA que crea abismos -como aquel que existía entre la mesa del rico y la puerta donde estaba Lázaro y aquel otro entre el "seno de Abraham y el lugar de los muertos"-.

Si nos animamos a caminar con DIOS QUE ESTÁ EN NOSOTROS seremos liberados de la inhumanidad que además de cerrarnos, nos desconecta de nosotros mismos... nos vuelve interesados y reduce la esperanza a las propias expectativas.

Entonces nuestras celebraciones de la Eucaristía... más que un rito... serán para nosotros la manera concreta de crear fraternidad y de suprimir las barreras que las posesiones crean entre nosotros...
Será nuestra manera de "hacer memoria" de Jesús.


"Vivir el instante en estado de entrega,

porque el Invisible está entre nosotros."








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