domingo, 14 de noviembre de 2021

La ESPERANZA "a las puertas". Mc 13, 24-32

"En aquellos días... el sol se hará tinieblas... las estrellas caerán... y los ángeles serán enviados a reunir a todos...  y no pasará esta generación antes que todo esto ocurra...
El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán..."  
Cuánto miedo hemos generado tomando estás palabras de manera literal; como si Dios estuviese en una guerra "terrible" contra todo aquello que humanamente no vivimos muy bien.

Miedo que ha llevado a demonizar sentimientos, sensaciones... a sentirnos mal por sentir algún sentimiento no agradable como si los sentimientos se pudiesen clasificar en buenos y malos; dejándonos encerrados en el maltrato que eso genera porque no hemos sentido culpables o manchados.

CUÁNTA VIOLENCIA, CUÁNTO RECHAZO, CUÁNTA RESISTENCIA HA GENERADO ESTE MIEDO... cuántos ateos ha producido esta lectura y cuantas reacciones que hoy no aceptamos, no son más que gritos de libertad frente a esta lectura cerrada y estrecha.
Porque hagamos lo que hagamos... al final... somos culpables... 
porque nadie puede presentar una vida sin manchas. 
Ante un "dios" así es preferible vivir bien lejos.

Y aunque lo experimentamos... nos cuesta aceptar que hemos interpretado mal el llamado a ser perfectos.
Sería inhumano si nos pidiesen una vida intachable... sin debilidades ni fallas.
Muy diferente es la invitación a creer y a confiar que lo único importante es que Dios es fiel y que su Amor es GRATUITO y permanece SIEMPRE. 
Una manera de pensar nos lleva a la rigidez... la otra se mueve desde la libertad que le regala un Padre que ama y que no deja de mostrarnos las posibilidades que se esconden en toda situación humana para responder de otra manera... siendo una alternativa para vivir lo que la vida me presenta -aún la experiencia de la falla-.

PERO,
como Israel en su momento... aquellos primeros cristianos ante la tardanza de la venida de Jesús debieron encontrar fundamentos de su esperanza y como Israel también creyeron que "lo mejor estaba siempre por venir".

Hoy estamos invitados a hacer propia una nueva manera de mirar nuestra realidad donde podamos descubrir que toda vida humana es vida en camino... un camino que lleva dentro aquello que lo hace pleno... y esto en medio de la debilidad que nos acompañará siempre.

Pero para descubrir esto debemos dejar de identificar nuestra vida con lo que nos pasa hoy... porque si esto es así... y lo que vivo hoy no me gusta... inmediatamente fantaseo con un futuro en el que Dios tiene que intervenir.

La VIDA ES VIDA... lo que hoy acontece... cómo me dispongo a vivirla la vida hoy, de eso se trata... en el hoy impregnada por el Dios que nos habita.

Cuánta expectativa frustrada... cuánto enojo escondido... cuánta angustia con sabor a resignación porque la vida no es como quisiéramos o porque "dios" no cambia las cosas

DIOS YA INTERVINO EN LA HISTORIA, DESDE SIEMPRE.
Y lo hizo de una manera muy única en la persona de JESÚS.
DESDE ALLÍ NOS HA GRITADO QUE ESTA EN NOSOTROS Y CON NOSOTROS VIVE.


¿QUÉ ESPERAMOS entonces cuando esperamos? es el grito del evangelio de hoy.
Nuestra esperanza no se alimenta de que mañana las cosas serán mejores -aunque esto puede o no suceder- sino en que Dios viene con nosotros... de que Dios está con nosotros... de que Dios se identifica con esa posibilidad más humana que se esconde en nosotros para responder a cualquier situación.

Por eso necesitamos tomar distancia de nuestras sensaciones, emociones... pensamientos... la esperanza es una actitud frente al presente... y supondrá apertura..."sepan que está cerca... a las puertas"... 
"A la puerta" está una manera de vivir la vida de otra manera.

¿Cuándo esperamos de esta forma?
¿Cuándo hacemos carne la ESPERANZA?

Esperamos cuando apostamos a nuestra verdad más profunda y nos despegamos de lo que percibimos en primer lugar, y no nos dejamos llevar simplemente por las ganas o  por lo que sentimos... ni aun por lo que podemos llegar a pensar.
Esperamos cuándo apostamos al perdón... y aprendemos de nuestras heridas.
Esperamos cuándo le permitimos al corazón tener tiempo para sí... y evitamos maltratarnos por la debilidad que descubrimos.

Esperamos cuándo permanecemos en la actitud de servicio aun cuando no nos reconozcan.
Esperamos cuándo nos permitimos jugar... y reír... y bailar... aun cuándo al corazón le atraviesa el dolor.
Esperamos cuándo nos permitimos ser escuchados... que nos ayuden y acompañen.

Esperamos cuándo somos capaces de mirar hacia afuera y salimos al encuentro, y nos compadecemos de los marginados por la pobreza o la soledad.
Esperamos cuándo dejamos de juzgar y creemos en la Bondad que nos habita a todos.
Esperamos cuándo nos podemos alegrar de las capacidades y de los logros de los demás.
Esperamos cuándo no damos a nadie por perdido... y permanecemos cercanos y familiares con ellos. Pensemos aquí en la madre de un hijo/a preso o de un hijo/a con una adicción, ¿qué hace? ¿se aleja o permanece?, ¿de dónde saco el corazón aquella madre?.

Esperamos cuándo generamos posibilidades para que otros puedan esperar...
y puedan escuchar interiormente: "Dios está conmigo porque ustedes están conmigo"

Pero toda apertura tiene sabor a muerte... cada vez que abrimos la puerta a la esperanza a vivir una situación, un acontecimiento de otra manera supone una muerte.
¿Qué muere dentro de nosotros?  
Muere ese yo -ese ego- que quiere tener siempre la razón o busca siempre ganar... que controla, que juzga, que busca dominar dividiendo, que quiere entenderlo todo, saberlo todo, que no quiere sentirse en nada manchado, que busca siempre culpables de lo que le pasa, que busca a los demás para llenar los vacíos que siente, que está resentido...


"El cielo y la tierra pasarán..."
Es decir, lo conocido, 
lo medido,
nuestro estrecho "yo" 
puede entonces pasar, 

porque lo eterno que nos habita
"MIS PALABRAS"
es decir, su persona, su vida, su proyecto,
LO DIOS EN NOSOTROS, lo de posibilidad en nosotros
LO ETERNO 
que infinidad de veces se hace presente 
EN NUESTRAS PALABRAS Y GESTOS 
ESO, NO PASARÁ JAMÁS.

BUENA ESPERANZA PARA CADA UNO.






domingo, 7 de noviembre de 2021

SOMOS lo que DAMOS. Mc 12, 41-44

Como si las palabras ya fuesen suficientes Jesús hace exégesis -lectura e interpretación- de un gesto de una desconocida.
Y lo hace al final de un camino donde insistió en que lo importante y lo más valioso de una persona no está en el exterior ni en lo que aparenta sino que todo depende desde donde se vive... verdad que se encuentra dentro, en lo profundo, dado como DON.

Pero como al ciego del camino a muchos esto les resultaba todavía difícil de ver y más aun de creer.

Jesús está cerca del lugar que se utilizaba para dejar la ofrenda donde tal vez,  muchos dejaban que sus monedas, hicieran un gran ruido para alimentar de esa manera su estima personal.

Pero aquella mujer no quería hacer ningún ruido.
Podía dar sin hacer mucha publicidad del asunto... tal vez por vergüenza o tal vez porque tenía otra cosa ante sus ojos.
En las palabras de Jesús ella había dado “TODO CUANTO TENÍA PARA VIVIR”.

Qué difícil se nos hace captar el verdadero valor de los pequeños gestos cuando estamos tan acostumbrados a hacer cuentas calculando lo que damos según lo que esperamos recibir.

Frente a la totalidad entregada por aquella mujer, el corazón de Jesús vibro... fue un gesto que no le paso desapercibido… se sintió convocado, llamado... el Padre se le revelaba -se le mostraba- en el corazón de aquella anciana como lo había hecho tiempo atrás la viuda de Sarepta frente al profeta Elías.

HABÍA DADO TODO CUANTO TENÍA PARA VIVIR.
Todo lo que constituía su posibilidad de vivir.
Podía abrazar su propio límite -su finitud- sin necesidad de taparse con nada -ni con títulos, ni con cosas, ni con roles ni saberes-.

Podríamos preguntarle:
MUJER, ¿QUÉ TIENES ANTE TUS OJOS?
Nosotros podríamos pensar que tal vez por su situación económica y por su edad, ante sus ojos habría resignación… pesimismo… bronca tal vez mezclada con envidia… etc.
Pero de haber estado alguno de estos sentimientos la hubiesen obligado a reservar un poco tal vez de lo que tenía pensando que tenía todo el derecho de hacerlo.

¿QUÉ TIENES MUJER ANTE TUS OJOS?
O podríamos formular mejor la pregunta:
¿ANTE QUIÉN SABIAS QUE ESTABAS?

“El hombre es lo que es ante Dios y no más” decía san Francisco.
No era entonces un gesto con el cual Jesús quería dar a entender la importancia de la ayuda o de la limosna sino que volvía a insistir sobre que significa vivir… que es la vida para él… un DON que se está recibiendo siempre… que nosotros no somos más que sus depositarios… y que por ende no hay nada que ganar ni perder… que es posible entonces correr riesgos… y que vivir así se alimenta solo de disponibilidad y confianza.

DISPONIBILIDAD Y CONFIANZA,
Que nos hace libres... que nos hace soltar el miedo a perder que nos lleva a ser crueles con los demás.
Que expresa nuestra verdad más profunda, porque quién nos habita es apertura y donación siempre; y esto nos libera de todas esas dependencias y de todas esas formas posesivas de relacionarnos.
Y nos abre a compartir lo que somos y tenemos... a dejar que el ser de Dios fluya a través nuestro... en nosotros.

"El primer centavo no dice nada, 
el último lo expresa todo", dice San Ambrosio.

VIVIR será para nosotros tal vez un largo aprendizaje en saber ubicarnos frente a Aquel que “da de comer a los pájaros del cielo… y viste a los lirios del campo”.
“RECIBIÉNDONOS”, como pobres y necesitados… sumamente vulnerables y abiertos… despojados de tanta cosa con lo que queremos aparentar algo más de lo que somos... descubriendo que no somos lo que conseguimos sino lo que recibimos como don.
SOMOS LO QUE DAMOS.
A MÁS VERDAD, MÁS LIBERTAD.

Tal vez por eso el corazón de aquella mujer era puro...
Porque nada tenía... lo tenía todo... y a nada se aferraba.
Se sabía en Dios y eso le bastaba.

¿SERÁ ENTONCES QUE NOSOTROS NO PERCIBIMOS ESTO PORQUE ESTAMOS DEMASIADO AFERRADOS A MUCHAS COSAS?
¿Será tal vez porque tenemos demasiado miedo a perder lo que somos o lo que tenemos?
O ¿será tal vez que nos asusta la libertad?

Que escándalo Padre que te vuelves corazón de mujer 
para mostrarnos que el camino de la felicidad pasa por nada retener.
Que los pequeños gestos de cada día donde damos vida, tiempo, servicio, dinero… 
lleven al corazón a ponerse, en Jesús, sin nada frente a vos. Amén.


Y desde aquel día, aquella anciana quedó registrada 
en el libro de los pequeños, de los desconocidos 
que son grandes ante Dios.