La lepra lo hacia un marginado... un "herido de Dios" según aquellas normas que las recuerda el libro del Levítico (13, 45-46).
"El afectado por la lepra llevará los vestidos rasgados y desgreñada la cabeza, se cubrirá e irá gritando: ¡Impuro, impuro! Todo el tiempo que dure la llaga, quedará impuro. Es impuro y habitará solo; fuera del campamento tendrá su morada»
Como los que lo marginaban también él debía proteger aquello que lo hacía insoportable... debía cubrirse y defenderse... pero el miedo al rechazo que hubiese podido tener totalmente sujeto al corazón no fue más fuerte que el deseo de vida que despertaba la sola Presencia de Jesús.
¿CÓMO NO ANIMARSE ENTONCES?
Acercarse a él, tocarlo, significaba contagiar impureza... no solo a las personas sino también a las cosas y a las casas donde entrará... era como entrar en contacto con un muerto.
Pero en lugar de mantener una debida distancia se acerca a Jesús y se le tira delante de sus rodillas, y en vez de gritar «¡impuro, impuro!», le suplica: «Si quieres, puedes liberarme».
"SI TÚ QUIERES, SEÑOR..."
Dejándole la última palabra a Jesús confía y de esa forma rompe con las estructuras que tienden a sujetar la compasión.
¡QUE OSADA ES LA HUMILDAD!
«Compadecido de él...» Jesús asume los riesgos porque nada justificará la exclusión... nada será más valioso que la vida de las personas. Y así como la lepra se contagia... la vida como la aceptación... lo valioso del otro también.
Nosotros podemos pasar por la vida acostumbrándonos a que a ciertos espacios del corazón nunca les llegue la luz... nunca les llegue esa palabra de aceptación incondicional que toca y libera.
¡Cuánta energía gastada por ocultarnos lo indecible de nuestras vidas!
Podemos pasar por la vida acostumbrándonos a dejar que los miedos de ser vistos en toda nuestra verdad sean más fuertes.
Podemos caer en la tentación de dejarle la última palabra sobre nosotros a la duda de no ser lo suficientemente buenos... abandonándonos al continuo reproche y desprecio.
¡Cuánto mal trato nos damos a nosotros mismos!
La "buena noticia" de Jesús es una invitación a romper con todas las formas de exclusión y de marginación con que sometemos a la vida.
Nuestro Dios no se bancara jamás la exclusión que surge de nuestras búsquedas, torcidas y egoístas, de pureza y de control.
El encuentro con Jesús es APERTURA.
El encuentro con Jesús es COMPASIÓN.
Que el gesto y la palabra de Jesús toque los lugares donde nosotros mismos nos excluimos... y tal vez sentiremos por primera vez que podemos ser nosotros mismos.
Y aparecerá con todas sus fuerzas aquello tan humano... tan de Dios... la COMPASIÓN A LOS DEMÁS.
Y contagiaremos vida.
Contagiaremos esperanza.
Contagiaremos alegría.
Contagiaremos esa inquietud de que existe siempre una posibilidad.
porque no habrá nada que defender ni nada de que protegerse.
«...De modo que ya no podía Jesús presentarse en
público en ninguna ciudad, sino que
se quedaba a las afueras, en lugares desiertos.
Y acudían a él de todas partes" (v. 45).
Ahora Jesús ha tomado el lugar del leproso... él debe quedarse afuera de la ciudad y allí se transforma en punto de reunión de todos aquellos que también experimentan la marginación y la exclusión.
Saliendo se encuentran aceptados...
Pero tienen que salir fuera porque la salvación acampa ahora en un espacio abierto... donde no hay normas vigentes ni condiciones ni fronteras.
Pero tienen que salir fuera porque la salvación acampa ahora en un espacio abierto... donde no hay normas vigentes ni condiciones ni fronteras.
Cuántas veces tendremos que salir fuera de ciertas pautas -de ciertos esquemas culturales- para encontrarnos con Jesús que busca iluminar nuestra identidad más verdadera y más valiosa.
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