domingo, 12 de junio de 2022

SOMOS "expresión de un Amor que se entrega a los demás". Jn 16, 12-15

Hemos celebrado en estos domingos aquello que tal vez por tantas voces que escuchamos y por tantas historias personales vividas… olvidamos y nos enredamos… que 
ESTAMOS HABITADOS.

Que nuestro camino de seguimiento a Jesús es un estar volviendo a quienes SOMOS en verdad.
A ese lugar nos conduce el Espíritu: 
más hacia dentro, más hacia lo que somos,
más íntegros, más humanos, más Jesús.

Y aunque hacia allá vamos -de dónde hemos salido-, y es grato saberlo, eso mismo no nos libera (podríamos decirlo así) de tener que decidir abrirle al Espíritu -aún con dolor- los espacios que necesitan aire en nuestra vida –lo que huele mal-; y también bancarnos, de alguna manera, que los ritmos no los marcamos nosotros.

SOLO DESPOJADOS DE LAS IDENTIFICACIONES CON LAS QUE CREEMOS SER ALGUIEN, TENER ALGO, SABER ALGO...
LLEGAMOS A PRESENTIR EN VERDAD QUIENES SOMOS.
Cuántas posibilidades para esto nos da la vida!!!

Y TAMBIÉN LLEGAMOS A DESCUBRIR
EN QUIÉN NOS CONFIAMOS EN VERDAD.


Por eso uno de esos tantos despojos por los que pasamos será el de darnos cuenta que por más palabras que podamos decir sobre Dios... a Dios no lo podemos agarrar... NO LO PODEMOS COSIFICAR... más aún, a muchos de nosotros las palabras que usamos para pretender explicar quién es Dios... cómo es... no nos dicen nada. Un ejemplo es todo lo que hemos llegado a decir cuando hablamos de la fiesta que hoy celebramos:
la Santísima Trinidad… que desde lo que percibió la primera comunidad en Jesús hasta lo que hoy decimos hay una gran distancia.

Volver a la “simplicidad de la experiencia de Jesús” es percibir que todo cuanto nos habla de Dios, nos habla de RELACIÓN, de DON, de APERTURA, de ENCUENTRO, de SALIDA, de movimiento.

Que se convierten para nosotros en un estilo de vida... en un modo de estar con los otros.... no para cumplirlo porque es una obligación o por miedo a algo; sino porque esos modos se convierten para nosotros en un camino - en una posibilidad- para que surja la "mejor versión" de nosotros mismos.

Si elegimos vivir en clave de haber sido creados a "imagen y semejanza de Dios" podemos decir entonces que, "a más profundidad -a más encuentro con nosotros mismos-, más don... más apertura... más humanidad".

Entonces la calidad de nuestra vida se mide por la capacidad de construir relaciones con sabor a reino... se mide por la capacidad de apertura que tengamos.
Cuánto trabajo habrá que seguir haciendo con nosotros para crecer en un modo de relación que exprese apertura y no cerrazón, que hable de acogida y no de juicio, que hable de diálogo e inclusión y no de resistencias ni barreras ni imposiciones.

El Dios que se hace presente en la experiencia de Jesús y que lo anima con su Espíritu es APERTURA... siempre y todo el tiempo... a lo distinto, a lo que tiene ritmos diferentes... hasta el punto de cambiar las normas y las reglas, los lugares y los modos, para que nadie se sienta más lejano o con menos posibilidades de las que ya experimenta para vivir con otros -es lo que llamamos inclusión-.
Contemplemos cuál fue el lugar del anuncio de Jesús -no fue un templo sino dónde estaba la gente-, con quienes se sentó a la mesa -publicanos y pecadores-, a quiénes dejo que lo tocaran -impuros y enfermos-, con quienes se puso a hablar -niños y mujeres-... etc.

El Dios que nos acerca la experiencia de Jesús no es un dios de tolerancias y respetos... Jesús se acerca descubriendo en toda persona humana aquello que lo habita... es frente a esa PRESENCIA que se despoja, se descalza, se "desprejuicia", se hace servicio, se hace don.

Seamos capaces de cambiar en nosotros y en nuestro entorno todo aquello que haga sentir al otro que con su debilidad -o con su déficit- nada tiene que hacer entre nosotros.

Seamos oportunidad de encuentro para todos aquellos 
que sienten con mucho peso la exclusión y la condena.
Y entonces presentiremos algo de esa "dimensión trinitaria" 
-dimensión relacional, de apertura y encuentro- que nos atraviesa.

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