domingo, 21 de julio de 2024

Somos la ocasión del darse de Dios. Mc 6, 30-34

 
"Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco..."

Nuevamente estamos invitados a ir más allá del texto -más allá de la localización geográfica- y descubrir otro tipo de localización en la persona de Jesús.
El descanso de los discípulos no es un lugar determinado sino que es una persona: JESÚS.

Es la vuelta a la FUENTE de dónde todo mana y todo es expresión – así el encuentro con la gente… ahora el contacto con lo verdadero que llevan dentro.

Y más allá que aquí parecen dos tiempos distintos, la experiencia nos invita a encontrarnos con esa Fuente, allí donde justamente nos estamos dando… dónde muchas veces tendremos que dejar que las cosas sean mostrando tiempos y formas distintas a las que esperábamos. 
En la atención de Jesús, la impaciencia no tiene lugar como así tampoco el defenderse de lo que suceda – aunque sea desagradable-; y como tampoco hay lugar para andar demostrándose a sí mismo nada… porque se sabe quién a todos nos habita…porque se ha caminado hacia allá… no hay necesidad de obligar ni de imponer nada… y todo se vuelve un aprender con otros –aún desde los errores que también son de todos, como los aciertos-.

 En el espacio que se crea interiormente – nosotros como los discípulos- vamos aprendiendo a corrernos del centro – a dejar de alimentar a nuestro ego que busca hacer de todo una competencia, una búsqueda de sí mismo, dónde los demás como las situaciones contradictorias se vuelven enemigos y no situaciones para seguir aprendiendo.

Ésta atención no nos desentiende de los demás… al contrario ensancha aún más la capacidad de entrega; tal vez por eso no hay enojo cuando la gente rompe con el descanso... nadie se irrita por el cambio de planes… 
No hay quejas ni un decir “ya fue suficiente” porque el contacto con lo más verdadero no mide ni calcula las entregas porque éstas forman parte de lo que fluye desde dentro.

Y al prevalecer la MISERICORDIA comienza el milagro de la multiplicación de los panes que vendrá después.
Y el descanso de los discípulos se transforma en hacer descansar a otros.

Cuando no hay nada que conseguir porque todo es compartir aquello de dónde todos salimos y volvemos, se comprende que a los demás los encontramos donde ellos están –y en el momento que ellos quieran- y no dónde nosotros quisiéramos... y perdemos el miedo –aunque también el control- de que los demás también sean. 
Cómo no hay nada que conseguir, nada se experimenta cómo pérdida.

"Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y compadeciéndose de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.."

Es la COMPASIÓN  la que pone en movimiento la vida en el lugar donde nada se espera.
La «compasión» es el verdadero lugar en el que se ambienta el milagro.

COMPASIÓN que no es lástima de parte de alguien que se siente más que los demás... sino expresión de ser uno con los demás... que crece cuando nos alcanza la debilidad que se sabe habitada y amada.

Un "lugar desierto" –como el corazón de toda vida humana- se ha convertido, por la compasión, en un lugar para enseñar y después de alimento.
LA COMPASIÓN TRANSFORMA LOS INCONVENIENTES.
LIBERA DE LOS MIEDOS.
POne en movimiento la creatividad.
Es fuente de FELICIDAD.

LA SOLEDAD entonces se volvió COMPASIÓN.

El "verdadero encuentro con Jesús" – que al mismo tiempo nos hace presentes a nosotros mismos en lo profundo- jamás puede convertirse en aislamiento, siempre se traducirá en solidaridad y en compasión... si no es así no sólo no nos hace más humanos sino que además el encuentro no fue auténtico.
A MÁS COMPASIÓN, MÁS HUMANIDAD.

¿Por qué entonces tanta falta de humanidad entre nosotros?
¿Por qué la compasión se ha limitado a ciertos gestos de justicia con algunos que consideramos de alguna manera y no con todos?
¿Qué buscamos conseguir con lo que hacemos?
Si estamos en contacto con el Dios que nos habita a todos y todas, no es posible no perdonar, no servir, no amar, no dialogar, no respetar lo sagrado del otro… no es posible no correrse del centro.

¿Detrás de qué estamos corriendo? 
¿Qué alimenta nuestra vida?
Como discípulos estamos invitados a despertar a Quién nos habita y esto se transforme en la fuente de nuestra misión como personas, que junto a otros seguimos aprendiendo a ser humanos...
A OTROS que incomodan.
A OTROS que aparecen en el momento menos pensado.
A OTROS que no nos agradecen.
A OTROS. 
A TODOS LOS OTROS.

Por eso es en el encuentro con Jesús donde aprendemos a permanecer con las manos abiertas al DON, recibiendo lo que somos no para sí ni para hacer de ese espacio un negocio... sino para dejarnos llevar por las manos –imagen más cercana para expresar el Don- que hacen lo que son… son lo que hacen: SER DON PARA LOS DEMÁS.

Y cuánto más nos dejamos llevar por la verdad, más verdaderos somos.


Verdad que nace de un encuentro en la soledad del corazón (conscientemente elegido)…cuando fuimos capaces de detenernos y respirar profundo… cuando sentimos que el corazón estaba dónde estaban los pies… cuando nos hicimos plenamente presentes despertando a nuestra "verdad habitada".

Y cuando esto sucede se descorre –como si fuese un velo- lo que nos separa de los demás y nos hacemos conscientes de lo que sucede alrededor –de la debilidad y de la miseria de la gente que siempre ha estado ahí-... QUE SOMOS UNO en los errores y en los aciertos.

y de esa forma compartimos con Jesús el camino de la vida de los demás… 
y nuestro descanso será que otros descansen.




domingo, 14 de julio de 2024

Lo más esencial no se compra. Mc 6, 7-13

Habiendo recibido rechazo e incomprensión, Jesús no deja de seguir "enseñando" cómo si el hecho de estar anclado en lo esencial, hiciera que la dificultad -la resistencia de los demás- fuese abrazada como parte del camino.

En ese camino de salida y encuentro pone ahora a los que había elegido para que estuviesen con él.
Y de alguna manera a través de las palabras y  de los gestos que habían estado compartiendo, aquellos discípulos debían haber aprendido el modo de estar en medio de la gente y de que se trataba la "buena noticia de Jesús".

SON ENVIADOS PROVISTOS ABUNDANTEMENTE DE TODA FALTA DE SEGURIDADES.
"No lleven nada por el camino..."
Tienen que marchar estando dispuestos a vivir la misión en condiciones no favorables, contando con el rechazo y la incomprensión.
Tienen que ir sabiendo que el éxito no está asegurado.
Tienen que salir al encuentro contando con los compañeros del camino y  contando con la gente. Expuestos y vulnerables, abiertos a experimentar que todos pueden tener algo para dar cómo algo para recibir.

No dice mucho sobre el contenido del anuncio más que aquel de volver a lo que realmente es verdadero -"predicar la conversión"-; y liberando de todas aquellas cosas que intentan oscurecer u obstaculizan el encuentro con lo que somos en verdad -"echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban"

POR ESO LO IMPORTANTE SERÁ SALIR AL ENCUENTRO... CÓMO ASÍ TAMBIÉN SABER PERMANECER EN MEDIO DEL CAMINO.

Tal vez la imagen de unos "hombres enviados en medio de lo que no se conoce ni controla" nos puede ayudar a pensar sobre lo que nosotros anunciamos... sobre la experiencia que quisiéramos transmitir a un mundo que ya no cree ni piensa a Dios como antes ni cree en que la iglesia tenga algo para decirle a su vida.

Tal vez  esa imagen nos ayuda a preguntarnos qué nos pasa que hablamos tanto de aprender a acercarnos al otro pero que a la hora de hacerlo nos sigue acompañando un modo de pensar la vida y la fe tan rígidos dónde lo diferente queda afuera; o dónde queremos seguir vendiendo "falsas ilusiones" de salvación y sanación para buscar adeptos... etc. 
¿No será que muchas veces hablamos de cosas que sabemos pero que no hemos experimentado?

Observemos nuestra vida: ¿Cuántas veces, cuando nos equivocamos, nos hemos enojado y desanimado, teniendo miedo a que nos dejen de querer o a que nos ocurran cosas peores?; ¿acaso no creemos que lo de Dios es don gratuito?. O ¿cuántas otras invocamos castigos para los demás cómo si fuésemos jueces?; ¿acaso no creemos que lo que le hacemos al otro se lo hacemos a Dios?

Tal vez el anuncio de la CONVERSIÓN debería comenzar por nosotros; y no como una cuestión moral poniendo el acento en el pecado, lo que tal vez sea consecuencia de otra cosa; sino más bien cómo pregunta que desnude el hacia dónde corremos nosotros buscando llenar el anhelo de vida, de amor y de felicidad... cayendo en la cuenta de que convertirse no es otra cosa que "cambiar de dirección", de pasar de buscar hacia fuera lo que ya está dentro.

Y de esa manera contagiar a los demás de que no es necesario correr hacia fuera buscando más cosas o más vínculos... o más que se yo... buscando de esa forma sentirse valiosos o más queridos o peor tal vez, que les digan quiénes son...
... sino que hay que caminar hacia dentro porque allí hay una VIDA que ya está y nos habita... y es más fuerte que cualquier palabra o mirada que busque condicionarnos... y más fuerte que cualquier situación que provoque miedo y ansiedad.

Dicha experiencia está despojada de los VESTIDOS de la seguridad y la protección que dan las normas, los mandatos y las doctrinas que nos han alejado de las verdaderas compañeras de camino como son los pequeños e inciertos pasos, la desapropiación de la verdad y la fragilidad de las formas.
Dicho anuncio no tiene puesta su confianza en los BASTONES utilizados para condicionar o para condenar buscando de esa forma que el evangelio sea aceptado, sino que cree en la fuerza de la bondad que habita en todos -"los otros son el bastón"-... aunque por momentos esté perturbada por vivencias desagradables o dormida por tantas distracciones.

Por eso nada más alejado del camino de la BUena Noticia de Jesús que la facilidad o la impaciencia.
No es fácil desaprender un modo de vivir dónde por mucho tiempo nos dijeron que si cumplíamos tales cosas conseguimos otras... y no era poca cosa lo que nos prometían.

En el camino, nos encontraremos con la pobreza de no poder darnos vida a nosotros mismos simplemente porque es don... cómo así también nos iremos dando cuenta en la incapacidad de cambiarnos en profundo; que al mismo tiempo se transforma en una tremenda posibilidad para contagiar libertad y dar serenidad a los demás.

TODO EN NOSOTROS... aún las equivocaciones y fallas -los aciertos y desaciertos del camino- que nos acompañarán hasta que nos muramos...  son la posibilidad más sentida que tenemos para abrirnos a Aquél que en verdad nos dice quiénes somos...  y con todo,  así lo sostiene.

Nuestras manos frágiles y pobres, que pueden cerrarse y convertirse en agresión y poder -que busca dejar huella aplastando-... PUEDEN hacer experiencia del don que gratuitamente le han puesto en lo profundo...
Y DE ESA MANERA ser también portadoras de una buena noticia... de una intuición que no deja a nadie afuera... pueden ser capaces de salir al encuentro, de dar consuelo, de generar espacios de libertad, de ofrecer perdón, de sacar de la postración... etc.

SOMOS PORTADORES DE UNA VIDA que es más verdadera que lo que sentimos, o pensamos, o creemos, o hacemos.

Pero seamos conscientes también de que no podemos contagiar lo que no hemos experimentado.


Por eso que se anime el corazón a dejar de correr hacia afuera -hacía eso que cuanto más sentimos que no llena más sentimos que nos vacía- ... y a confiar más buscando más hacia dentro.

Grande puede ser el temor en el camino, 
pero mucho mayor es el motivo para confiar.

domingo, 7 de julio de 2024

Lo que tenemos en común - lo de Jesús en nosotros. Mc 6, 1-6

Una vez más nos encontramos con que las palabras y los gestos de Jesús generan escándalo, ahora entre aquellos que lo han conocido..."los de su patria".

Jesús es juzgado por su gente como alguien que está haciendo algo que no es propio de él, algo incorrecto, algo que no podría estar saliendo de él... porque lo conocen.

Este es un hecho que los discípulos deberán recordar cuando sean ellos los que se encuentren con el fracaso de no poder hacer algo o cuando se encuentren frente al límite -a la resistencia, al no- que los demás le impongan -aún los más cercanos-... o cuando sea Jesús también para ellos un motivo de escándalo.

"¿De dónde saca todo esto?
¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? 
¿No es acaso el hijo...?...
Y Jesús era para ellos un motivo de escándalo."

Todo comienza con un asombro que podría haberlos llevado a comprender algo más de lo que estaba ocurriendo  pero fue aplastado inmediatamente por la duda y la vergüenza tal vez de confiar demasiado en un "carpintero".
Se habían hecho la pregunta justa -"¿DE DÓNDE SACA TODO ESTO?... ¿NO ES ACASO...?"- reconocen que están frente algo que no es común; pero inmediatamente al darse una respuesta muy rápida deciden quedarse con lo ya conocido y no hacer de aquella inquietud un camino de búsqueda.

"¿NO ES ACASO EL CARPINTERO...?
¿QUIÉN ES ESTE...?"

Pregunta fundamental que atraviesa todo el evangelio de Marcos.
Pregunta que atraviesa continuamente nuestra vida.

¿QUIÉN ERES JESÚS?

Pregunta que aquella gente buscará responder muy cerca y muy de prisa... Creyendo que las preguntas fastidiosas se resuelven liquidándolas con lo que ya se sabe en vez de dejarlas abiertas buscando y sufriendo la espera de lo no se conoce ni se controla.

Nos resulta muy fácil hablar de disponibilidad -de apertura, de diálogo, de escucha- pero tal vez -como aquella gente en Nazaret-  nos tenemos que dar cuenta que solo estamos dispuestos a recibir lo nuevo... "lo inesperado"... solo si entra dentro de nuestros parámetros... sólo si es compatible con nuestra programación. Pensemos que nos pasa con algunas situaciones de la vida que condenamos porque no son como deberían ser, olvidándonos que detrás, siempre hay una persona.

CUÁNTA FIDELIDAD LE TENEMOS A LO INSTALADO... 
al "siempre se hizo así"... a lo aprendido de una manera, etc.
Que poca es nuestra apertura y fidelidad a las formas y modos que surgen de la VERDAD del EVANGELIO que inquieta, y que no permite ser domesticado bajo ninguna forma o concepto.

"¿NO ES ACASO EL CARPINTERO, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?"
El encasillamiento cierra y asegura pero solo la inquietud, hermana de la escucha y del diálogo, nos mantiene abiertos frente a lo fastidioso que puede generarnos ansiedad y miedo.

Jesús no sólo no coincide con las expectativas que tienen de Dios sino que además tiene la "mancha" de una familia insignificante...
DE ALLÍ NADA PUEDEN ESPERAR.

No es posible un Dios tan cercano y tan humano... que no muestra perfección sino humanidad.
Y CÓMO NO RESPONDE A LAS PROPIAS EXPECTATIVAS -de cómo deberían ser las cosas-, en vez de soltar las imágenes falsas que se tienen de él o de lo que consideramos "normal" en la vida, declaramos QUÉ ÉL NO EXISTE.

Dios es experto en crear dificultades.

Para algunos el no ver se resuelve con el no creer; pero para otros justamente el ver se ha convertido en motivo de desconfianza y de dureza para con los demás.

Para algunos es mejor renunciar a Dios antes que a la imagen fabricada que ya no responde a sus pedidos.
Para otros el creer se ha convertido en una muralla desde dónde se juzga y se condena... desde dónde se deja afuera a todos aquellos que son diferentes... ¿estarán estos creyendo en el Dios de Jesús?. 

Lo de Nazaret también nos puede pasar a todos en muchos de los espacios de la vida.

Allí donde podíamos esperar coraje, participación y apertura de los demás, descubrimos indiferencia, cerrazón e incluso hostilidad.
Allí donde hubiésemos querido encontrar una mano fraterna 
que acompañe y reciba, una mirada de misericordia-, tropezamos con la desconfianza, con la duda, con el juicio y la condena... con esa pasión tan humana como es la envidia que convierte todo en una constante competencia dónde siempre tiene que haber un ganador y un perdedor.

Tal vez en esas situaciones convendría dejar de preguntarnos los "por qué" nos pasa lo que nos pasa... soltar las quejas de "esto no es justo"... o las lamentaciones del "por qué a mí".
Y tal vez descubrir que la incomprensión, la torpeza, el rechazo y lo mezquino que hay en nosotros y en los demás nos ayudan a aclararnos... nos ayudan a discernir mejor desde dónde hacemos lo que hacemos... qué estamos buscando en verdad.

SENTIRNOS EXTRAÑOS EN LA PROPIA CASA...

Aunque es desagradable nos ofrece también la posibilidad de sentirnos en casa en todas partes... aún entre aquellos que no están dentro de nuestros círculos.
ENSANCHA EL CORAZÓN.
Nos abre al encuentro de personas que no nos esperan ni nos conocen... y que probablemente de muchas otras maneras eran causa de escándalo para nosotros.
ALIGERA EL CORAZÓN.
Dejando de ser una víctima y aceptando el simple hecho de no haber sido tomado en serio.

"Y NO PUDO HACER ALLÍ NINGÚN MILAGRO, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos..."


Seamos capaces de detenernos... de mirar a los costados... y descubrir y llevar el corazón a las personas que se rebelan frente a la hostilidad y a la desconfianza general... y permanecen -como aquellos pocos enfermos- con sus llagas abiertas ante Jesús, el carpintero... sin dejarse intimidar por lo aprendido de Dios ni por lo que dicen en su nombre: "que ellos no son dignos".

Salgamos nosotros también al encuentro de esas personas que siguen esperando aun en medio del desaliento y del dolor... confiando en el Dios que los acompaña aún frente al juicio de otros que los ven condenados... con ellos tenemos la posibilidad de reconocer a Jesús... amigo de toda vida.

Y descubriremos 
que lo verdaderamente 
extraordinario 
de Dios en nosotros
es lo que todos tenemos en común
y no lo que nos diferencia.


jueves, 4 de julio de 2024

Seamos parte de ese manto. Mc 5, 21-43

Nuevamente nos encontramos ante un relato donde cada detalle quiere decirnos algo invitándonos a no quedarse simplemente en la capacidad de sanar de Jesús… como si de eso dependiera la “VIDA” que nos quiere contagiar.

En primer lugar llama la atención la disponibilidad y la apertura de Jesús para dejarse encontrar.

En "dejarse encontrar" no hay condiciones…cualquier persona –sea quien sea- desde su necesidad puede acercarse a él.
Pero aunque hay muchos alrededor de Jesús, solo unos pocos se encontrarán con él.

NOSOTROS, ¿DÓNDE ESTAMOS? ¿DÓNDE NOS UBICAMOS?
¿Hemos sabido acercarnos a Jesús dejando que nuestras carencias aparezcan… o somos parte de esa multitud hambrienta de novedad… o de esa que encasilla a Dios en unas formas que tienen que cumplirse?
¿O somos parte de esa gente que estando alrededor de Jesús marca el territorio clasificando quienes pueden o no acercarse a Jesús?

En el camino aparecen dos mujeres diferenciadas entre sí por estar ellas en los extremos de la vida… la hemorroísa en la vejez habiendo estado doce años enferma y la joven de doce años al inicio de su propio camino donde deja de estar sujeta a su padre y pasa a estar sujeta a su esposo.

Ambas mujeres atravesadas por la exclusión y el sometimiento.
Atravesadas por algo que no las deja vivir.

Una por la vida que se le va en la sangre que pierde… la otra que prefiere morir frente a lo que se viene.
Una habiendo malgastado todo lo que tenía para encontrar remedio… la otra con la imposibilidad de decir lo que le pasa atascado en la garganta hasta el punto de impedirle comer.
Una declarada por la religión -por ende por el Dios a quién le ha rezado- como impura y pecadora… que atada por la vergüenza que no perdona puede considerarse como muerta en vida.
La otra sometida por las mismas leyes a las que el padre representa… que prefiere morir a crecer bajo esas estructuras.


AMBAS SIN PODER DECIR.
AMBAS SIN NOMBRE.
AMBAS SIN ROSTRO.



Jesús se pone en camino por el pedido del padre de la niña y en el camino aquella mujer anciana y limitada por su enfermedad le sale al paso.
La mujer no espera a Jesús en su casa para que escuche sus lamentos sino que logra romper con las condenas de exclusión que lleva encima y sale a buscarlo.
Y movida por la inmensa necesidad de “VIDA” le basta con rozar el manto de Jesús aunque esto signifique contagiar de impureza.

“TAMBIÉN YO EXISTO”, grita el gesto de aquella mujer.
Como pidiendo permiso para vivir.

Y Jesús pregunta: ¿QUIÉN ME HA TOCADO?
¿Cuántos habrá entonces que lo tocan sin encontrarse?

Aquella Mujer es reconocida por Jesús… ahora tiene ROSTRO.
En él encuentra lo que no han podido resolver ni otros médicos ni otros remedios.
Jesús rompe con todas aquellas leyes que llevaban a la mujer al anonimato y a la exclusión.
Jesús la llama "HIJA" –ahora tiene NOMBRE- haciendo que se reencuentre con su dignidad fundamental que nada puede quitar ni ensombrecer.

Jesús libera su dignidad de MUJER de toda atadura exterior… y la conecta con la fuerza que la llevó a salir de sí e ir a su encuentro.

Ella se animó a salir de sus miedos… se atrevió a romper con las leyes que la retenían en la exclusión. No dejó que la venciera ni el dolor ni el miedo.
Ni que la amargura la consumiera.
AQUÍ EL VERDADERO MILAGRO.

A la joven, Jesús, llegará por pedido del padre que como último recurso ha ido detrás de Jesús, no teniendo miedo al rechazo de su propia gente y sin saber que el conflicto de su hija es con él y con todo lo que él representa.
Y nuevamente son los que rodean la situación que atados a lo previsto por la ley, y sin haber podido encontrar solución en ella para aquellas mujeres, hacen de mensajeros de la muerte cómo de los llantos en la casa.
Jesús pasando por alto todo eso se detiene en aquel movimiento del corazón de Jairo que lo llevó a salir de sus propios esquemas.

¡BASTA QUE CREAS!
Basta que guardes la primera intuición.
Basta que te aferres a lo valioso de la vida que es más fuerte que cualquier ley.

Y la intuición del padre se hace en Jesús PALABRA QUE LEVANTA DE LA POSTRACIÓN.
Se convierte en espacio de libertad frente a los mandatos que han elegido para ella… frente a las costumbres que la ataban a un destino no elegido.
LEVÁNTATE... CONFÍA. 
LEVÁNTATE... CREE.
El padre habiéndose conectado con lo valioso de la vida independientemente del cumplimiento de la ley es lo que desató la vida de la muerte.
AQUÍ EL VERDADERO MILAGRO.

Con Jesús caminemos… pongamos nuestros pies en sus pies y dejémonos encontrar por aquellas mujeres y por tantas personas que viven sumergidas en el anonimato... que son invisibles en nuestra sociedad y viven como excluidas de la vida necesitadas de espacios de escucha y libertad.
Devolvamos con nuestra atención y solidaridad “rostro y nombre” a tantas mujeres –también niños y ancianos- que viven sometidas a la agresión física o emocional en nuestras familias o en los lugares de trabajo.
Seamos capaces de dar espacio a toda persona para que pueda expresar sus sentimientos, sus temores, sus ideales y sus búsquedas; y sintiéndose acompañados no tengan que elegir "no vivir" o "no crecer" o "vivir mintiendo u ocultándose detrás de una máscara para complacer a los demás".
 
Seamos voz... pongamos el cuerpo como Jesús... caminemos a la par... re-descubriendo la dignidad de toda persona humana... valorándola por encima de toda norma –religiosa o cultural- y por encima de toda expectativa familiar-  porque solo Dios está por encima de toda conciencia humana.

Seamos parte de ese manto que pone en contacto a los demás con lo más verdadero que llevamos dentro.