domingo, 7 de julio de 2024

Lo que tenemos en común - lo de Jesús en nosotros. Mc 6, 1-6

Una vez más nos encontramos con que las palabras y los gestos de Jesús generan escándalo, ahora entre aquellos que lo han conocido..."los de su patria".

Jesús es juzgado por su gente como alguien que está haciendo algo que no es propio de él, algo incorrecto, algo que no podría estar saliendo de él... porque lo conocen.

Este es un hecho que los discípulos deberán recordar cuando sean ellos los que se encuentren con el fracaso de no poder hacer algo o cuando se encuentren frente al límite -a la resistencia, al no- que los demás le impongan -aún los más cercanos-... o cuando sea Jesús también para ellos un motivo de escándalo.

"¿De dónde saca todo esto?
¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? 
¿No es acaso el hijo...?...
Y Jesús era para ellos un motivo de escándalo."

Todo comienza con un asombro que podría haberlos llevado a comprender algo más de lo que estaba ocurriendo  pero fue aplastado inmediatamente por la duda y la vergüenza tal vez de confiar demasiado en un "carpintero".
Se habían hecho la pregunta justa -"¿DE DÓNDE SACA TODO ESTO?... ¿NO ES ACASO...?"- reconocen que están frente algo que no es común; pero inmediatamente al darse una respuesta muy rápida deciden quedarse con lo ya conocido y no hacer de aquella inquietud un camino de búsqueda.

"¿NO ES ACASO EL CARPINTERO...?
¿QUIÉN ES ESTE...?"

Pregunta fundamental que atraviesa todo el evangelio de Marcos.
Pregunta que atraviesa continuamente nuestra vida.

¿QUIÉN ERES JESÚS?

Pregunta que aquella gente buscará responder muy cerca y muy de prisa... Creyendo que las preguntas fastidiosas se resuelven liquidándolas con lo que ya se sabe en vez de dejarlas abiertas buscando y sufriendo la espera de lo no se conoce ni se controla.

Nos resulta muy fácil hablar de disponibilidad -de apertura, de diálogo, de escucha- pero tal vez -como aquella gente en Nazaret-  nos tenemos que dar cuenta que solo estamos dispuestos a recibir lo nuevo... "lo inesperado"... solo si entra dentro de nuestros parámetros... sólo si es compatible con nuestra programación. Pensemos que nos pasa con algunas situaciones de la vida que condenamos porque no son como deberían ser, olvidándonos que detrás, siempre hay una persona.

CUÁNTA FIDELIDAD LE TENEMOS A LO INSTALADO... 
al "siempre se hizo así"... a lo aprendido de una manera, etc.
Que poca es nuestra apertura y fidelidad a las formas y modos que surgen de la VERDAD del EVANGELIO que inquieta, y que no permite ser domesticado bajo ninguna forma o concepto.

"¿NO ES ACASO EL CARPINTERO, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?"
El encasillamiento cierra y asegura pero solo la inquietud, hermana de la escucha y del diálogo, nos mantiene abiertos frente a lo fastidioso que puede generarnos ansiedad y miedo.

Jesús no sólo no coincide con las expectativas que tienen de Dios sino que además tiene la "mancha" de una familia insignificante...
DE ALLÍ NADA PUEDEN ESPERAR.

No es posible un Dios tan cercano y tan humano... que no muestra perfección sino humanidad.
Y CÓMO NO RESPONDE A LAS PROPIAS EXPECTATIVAS -de cómo deberían ser las cosas-, en vez de soltar las imágenes falsas que se tienen de él o de lo que consideramos "normal" en la vida, declaramos QUÉ ÉL NO EXISTE.

Dios es experto en crear dificultades.

Para algunos el no ver se resuelve con el no creer; pero para otros justamente el ver se ha convertido en motivo de desconfianza y de dureza para con los demás.

Para algunos es mejor renunciar a Dios antes que a la imagen fabricada que ya no responde a sus pedidos.
Para otros el creer se ha convertido en una muralla desde dónde se juzga y se condena... desde dónde se deja afuera a todos aquellos que son diferentes... ¿estarán estos creyendo en el Dios de Jesús?. 

Lo de Nazaret también nos puede pasar a todos en muchos de los espacios de la vida.

Allí donde podíamos esperar coraje, participación y apertura de los demás, descubrimos indiferencia, cerrazón e incluso hostilidad.
Allí donde hubiésemos querido encontrar una mano fraterna 
que acompañe y reciba, una mirada de misericordia-, tropezamos con la desconfianza, con la duda, con el juicio y la condena... con esa pasión tan humana como es la envidia que convierte todo en una constante competencia dónde siempre tiene que haber un ganador y un perdedor.

Tal vez en esas situaciones convendría dejar de preguntarnos los "por qué" nos pasa lo que nos pasa... soltar las quejas de "esto no es justo"... o las lamentaciones del "por qué a mí".
Y tal vez descubrir que la incomprensión, la torpeza, el rechazo y lo mezquino que hay en nosotros y en los demás nos ayudan a aclararnos... nos ayudan a discernir mejor desde dónde hacemos lo que hacemos... qué estamos buscando en verdad.

SENTIRNOS EXTRAÑOS EN LA PROPIA CASA...

Aunque es desagradable nos ofrece también la posibilidad de sentirnos en casa en todas partes... aún entre aquellos que no están dentro de nuestros círculos.
ENSANCHA EL CORAZÓN.
Nos abre al encuentro de personas que no nos esperan ni nos conocen... y que probablemente de muchas otras maneras eran causa de escándalo para nosotros.
ALIGERA EL CORAZÓN.
Dejando de ser una víctima y aceptando el simple hecho de no haber sido tomado en serio.

"Y NO PUDO HACER ALLÍ NINGÚN MILAGRO, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos..."


Seamos capaces de detenernos... de mirar a los costados... y descubrir y llevar el corazón a las personas que se rebelan frente a la hostilidad y a la desconfianza general... y permanecen -como aquellos pocos enfermos- con sus llagas abiertas ante Jesús, el carpintero... sin dejarse intimidar por lo aprendido de Dios ni por lo que dicen en su nombre: "que ellos no son dignos".

Salgamos nosotros también al encuentro de esas personas que siguen esperando aun en medio del desaliento y del dolor... confiando en el Dios que los acompaña aún frente al juicio de otros que los ven condenados... con ellos tenemos la posibilidad de reconocer a Jesús... amigo de toda vida.

Y descubriremos 
que lo verdaderamente 
extraordinario 
de Dios en nosotros
es lo que todos tenemos en común
y no lo que nos diferencia.


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