jueves, 4 de julio de 2024

Seamos parte de ese manto. Mc 5, 21-43

Nuevamente nos encontramos ante un relato donde cada detalle quiere decirnos algo invitándonos a no quedarse simplemente en la capacidad de sanar de Jesús… como si de eso dependiera la “VIDA” que nos quiere contagiar.

En primer lugar llama la atención la disponibilidad y la apertura de Jesús para dejarse encontrar.

En "dejarse encontrar" no hay condiciones…cualquier persona –sea quien sea- desde su necesidad puede acercarse a él.
Pero aunque hay muchos alrededor de Jesús, solo unos pocos se encontrarán con él.

NOSOTROS, ¿DÓNDE ESTAMOS? ¿DÓNDE NOS UBICAMOS?
¿Hemos sabido acercarnos a Jesús dejando que nuestras carencias aparezcan… o somos parte de esa multitud hambrienta de novedad… o de esa que encasilla a Dios en unas formas que tienen que cumplirse?
¿O somos parte de esa gente que estando alrededor de Jesús marca el territorio clasificando quienes pueden o no acercarse a Jesús?

En el camino aparecen dos mujeres diferenciadas entre sí por estar ellas en los extremos de la vida… la hemorroísa en la vejez habiendo estado doce años enferma y la joven de doce años al inicio de su propio camino donde deja de estar sujeta a su padre y pasa a estar sujeta a su esposo.

Ambas mujeres atravesadas por la exclusión y el sometimiento.
Atravesadas por algo que no las deja vivir.

Una por la vida que se le va en la sangre que pierde… la otra que prefiere morir frente a lo que se viene.
Una habiendo malgastado todo lo que tenía para encontrar remedio… la otra con la imposibilidad de decir lo que le pasa atascado en la garganta hasta el punto de impedirle comer.
Una declarada por la religión -por ende por el Dios a quién le ha rezado- como impura y pecadora… que atada por la vergüenza que no perdona puede considerarse como muerta en vida.
La otra sometida por las mismas leyes a las que el padre representa… que prefiere morir a crecer bajo esas estructuras.


AMBAS SIN PODER DECIR.
AMBAS SIN NOMBRE.
AMBAS SIN ROSTRO.



Jesús se pone en camino por el pedido del padre de la niña y en el camino aquella mujer anciana y limitada por su enfermedad le sale al paso.
La mujer no espera a Jesús en su casa para que escuche sus lamentos sino que logra romper con las condenas de exclusión que lleva encima y sale a buscarlo.
Y movida por la inmensa necesidad de “VIDA” le basta con rozar el manto de Jesús aunque esto signifique contagiar de impureza.

“TAMBIÉN YO EXISTO”, grita el gesto de aquella mujer.
Como pidiendo permiso para vivir.

Y Jesús pregunta: ¿QUIÉN ME HA TOCADO?
¿Cuántos habrá entonces que lo tocan sin encontrarse?

Aquella Mujer es reconocida por Jesús… ahora tiene ROSTRO.
En él encuentra lo que no han podido resolver ni otros médicos ni otros remedios.
Jesús rompe con todas aquellas leyes que llevaban a la mujer al anonimato y a la exclusión.
Jesús la llama "HIJA" –ahora tiene NOMBRE- haciendo que se reencuentre con su dignidad fundamental que nada puede quitar ni ensombrecer.

Jesús libera su dignidad de MUJER de toda atadura exterior… y la conecta con la fuerza que la llevó a salir de sí e ir a su encuentro.

Ella se animó a salir de sus miedos… se atrevió a romper con las leyes que la retenían en la exclusión. No dejó que la venciera ni el dolor ni el miedo.
Ni que la amargura la consumiera.
AQUÍ EL VERDADERO MILAGRO.

A la joven, Jesús, llegará por pedido del padre que como último recurso ha ido detrás de Jesús, no teniendo miedo al rechazo de su propia gente y sin saber que el conflicto de su hija es con él y con todo lo que él representa.
Y nuevamente son los que rodean la situación que atados a lo previsto por la ley, y sin haber podido encontrar solución en ella para aquellas mujeres, hacen de mensajeros de la muerte cómo de los llantos en la casa.
Jesús pasando por alto todo eso se detiene en aquel movimiento del corazón de Jairo que lo llevó a salir de sus propios esquemas.

¡BASTA QUE CREAS!
Basta que guardes la primera intuición.
Basta que te aferres a lo valioso de la vida que es más fuerte que cualquier ley.

Y la intuición del padre se hace en Jesús PALABRA QUE LEVANTA DE LA POSTRACIÓN.
Se convierte en espacio de libertad frente a los mandatos que han elegido para ella… frente a las costumbres que la ataban a un destino no elegido.
LEVÁNTATE... CONFÍA. 
LEVÁNTATE... CREE.
El padre habiéndose conectado con lo valioso de la vida independientemente del cumplimiento de la ley es lo que desató la vida de la muerte.
AQUÍ EL VERDADERO MILAGRO.

Con Jesús caminemos… pongamos nuestros pies en sus pies y dejémonos encontrar por aquellas mujeres y por tantas personas que viven sumergidas en el anonimato... que son invisibles en nuestra sociedad y viven como excluidas de la vida necesitadas de espacios de escucha y libertad.
Devolvamos con nuestra atención y solidaridad “rostro y nombre” a tantas mujeres –también niños y ancianos- que viven sometidas a la agresión física o emocional en nuestras familias o en los lugares de trabajo.
Seamos capaces de dar espacio a toda persona para que pueda expresar sus sentimientos, sus temores, sus ideales y sus búsquedas; y sintiéndose acompañados no tengan que elegir "no vivir" o "no crecer" o "vivir mintiendo u ocultándose detrás de una máscara para complacer a los demás".
 
Seamos voz... pongamos el cuerpo como Jesús... caminemos a la par... re-descubriendo la dignidad de toda persona humana... valorándola por encima de toda norma –religiosa o cultural- y por encima de toda expectativa familiar-  porque solo Dios está por encima de toda conciencia humana.

Seamos parte de ese manto que pone en contacto a los demás con lo más verdadero que llevamos dentro.


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