Seguirlo y dejar que nuestras búsquedas se pongan en diálogo con la persona de Jesús provocará muchas veces en nosotros duda y resistencia.
Que difícil nos resulta ir más allá de las valoraciones que surgen en nosotros cuándo no se cumplen las expectativas que buscamos o cuando los modos son tan diferentes a los esperados.
Somos capaces de renunciar a la libertad que se nos ofrece con tal de no pasar hambre... con tal de no renunciar a nuestras pocas y pobres seguridades. Esta experiencia del pueblo en el desierto es lo que provoca la murmuración contra Moisés... de la misma manera pasa con Jesús.
¿Cómo creer que viene de lo alto si podemos establecer su existencia en nuestra historia humana?
"¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José?
Nosotros conocemos a su padre y a su madre..."
Desde el conocimiento que tienen les resulta excesiva la invitación a creer en su palabra y que trastoque la perspectiva desde dónde vivir o que buscar.
Percibamos también en nosotros está dificultad de creerle a su vida haciéndonos conscientes de tantas búsquedas de autoafirmación que ignoran la presencia de un otro.
Como así también podemos percibirla en nuestros modos de relación posesivos, egoístas y cerrados que nada tienen que ver con los modos de Jesús.
CONOCEMOS DE DIOS LO QUE VIVIMOS.
Porque a Dios que es Amor sólo se lo conoce amando.
Y en esa experiencia de Dios se nos regala conocer a Jesús.
Por eso confiarle nuestra vida a Jesús es aceptar de parte de Dios que él nos encuentre allí dónde estamos... con nuestros hambres que nos ciegan y nos embrutecen... y nos ayude a vivirlos desde un sentido más grande... dónde experimentemos ese paso de la muerte a la vida por el simple hecho de amar.
POr amar como Jesús, nuestra vida se despega de cuánto la limita -de las ilusiones que la cierran-; de cuánto es para los judíos de aquellos tiempos obstáculos para creer.
¿Cómo es posible que sea la carne... lo más bajo, lo limitado... el lugar donde podemos encontrar el verdadero camino?
Para aquellos hombres no es posible que el encuentro con Dios se realice en la carne de aquel que saben bien de dónde viene.
JESÚS ES ENCARNACIÓN.
Y no hay fuera de Jesús -de su carne- lugar donde el Espíritu se manifieste.
En su carne todo ha sido asumido... porque "lo que no se asume, no se redime" diría Ireneo de Lyon... y solo quién se asume se puede entregar.
Si esto es así, TODA NUESTRA HUMANIDAD es una posibilidad para el encuentro; aunque para alcanzar esta comprensión nueva haya que bajar hasta lo más oscuro que llevamos dentro... porque nada ha quedado fuera de la reconciliación comenzada en la carne de Jesús.
En nuestra propia carne -quebrada y dolida- nos podemos encontrar con esa posibilidad que nos da el Espíritu a aprender a reconocer y asumir el propio caminar... aceptando agradecido lo recibido como don, como capacidad... como también las limitaciones, los dolores, las heridas y las frustraciones con lo que tienen de traba y de posibilidad...

Cuanta demonización de nuestra humanidad llevamos dentro.
En Jesús el camino de encuentro con Dios se ha hecho carne.
HUMANIDAD. HISTORIA.
POR ESO TODA VIDA ES SAGRADA.
No podemos entonces manipular ni usar ninguna vida... tampoco podemos juzgarla ni condenarla porque todo es privación de posibilidad.
"Comer su carne... beber su sangre" es alimentarnos con sus modos de vivir... es encontrarnos con que Dios está comprometido con nuestra carne... es dejarnos llevar por sus maneras de tratar a los demás... es mirar a través de sus ojos y acercarnos a la vida como él lo hace.
JESÚS SE HA HECHO EUCARISTÍA.
PAN QUE SE PARTE Y SE REPARTE.
Mostrándonos así la razón de nuestra existencia:
SOMOS PARA DARNOS.
Nuestra vida se expande cuando nos dejamos abrir y repartir... aun con sus arrugas y durezas como el pan... de otra manera la vida como el pan, guardado en un cajón, se reseca y es incomible.
Un pan que se deja repartir habiendo aceptado sus durezas y arrugas.
Un pan que en tu inocencia se encontró con el anhelo profundo de vivir sin dañar a nadie ni a nada.
Un pan que hace sagrada la vida de todos y de todo.
Un pan que hace del perdón un camino de libertad de todo enojo y de todo resentimiento.
Un pan que hace del perdón un camino de libertad de todo enojo y de todo resentimiento.
Un pan que no deja a nadie fuera.
Un pan que encuentra su alegría al ser consumido.
Un pan que encuentra su alegría al ser consumido.
Un pan que alimenta y fortalece en el camino.
Un pan que cura la injusticia.
Un pan que crea libertad.
ESE PAN NO ES MÁS QUE NUESTRA CARNE,
NUESTRA VIDA,
NUESTRA HISTORIA,
QUE AL SER ANIMADA POR EL ESPÍRITU,
Un pan que cura la injusticia.
Un pan que crea libertad.
ESE PAN NO ES MÁS QUE NUESTRA CARNE,
NUESTRA VIDA,
NUESTRA HISTORIA,
QUE AL SER ANIMADA POR EL ESPÍRITU,
ENCUENTRA SIEMPRE NUEVAS POSIBILIDADES PARA ACEPTARSE Y DESPUÉS DARSE.
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