Tal vez en las palabras de Agustín "nos creaste para ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que no descanse en ti" podríamos encontrar un poco de luz para reinterpretar lo que celebramos hoy.
Podríamos decir que la fiesta de la Asunción de María nos habla de lo que está en el origen... en el camino... y en la meta de toda la creación; y que para presentirlo tendremos que detenernos... y hacernos conscientes de esa Presencia que todo lo sostiene, más allá de las apariencias de las cosas o de las situaciones de la vida... habrá que aprender entonces a mirar, "porque lo esencial es invisible a los ojos".
Celebrar esta fiesta es celebrar al Dios que invita a salir "de prisa" e ir al encuentro de toda realidad para que allí hagamos experiencia de la Vida que todo lo transforma."En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel..."
La habían dejado sola y sin un plan, y en medio de la incertidumbre, María se pone en camino: así comienza toda experiencia cristiana.
El encuentro será entre dos mujeres necesitadas.
Dos mujeres con los ojos abiertos, atentas a la vida.
Dos mujeres gestando vida nueva, palpando con sus manos la vida.
Mujeres felices y confiadas en una palabra que no surgió de ellas.
Ambas anunciadas que la vida está en movimiento y clama dentro, en lo profundo, en ellas y en toda realidad.
Dos mujeres tocadas por la experiencia de Dios, comprometidas en su libertad.
Dos mujeres en dos etapas diferentes de la vida... aun de la experiencia de fe.
¿Dónde sentimos que clama la vida para nosotros?
¿Acaso no escuchamos los anuncios que nos vienen de tanta vulnerabilidad alrededor nuestro?
"lo que hicieron con el más pequeño
de mis hermanos a mí me lo hicieron"
¿Quiénes son estos pequeños que llevan el rostro y el clamor de Jesús?
Clama la vida que se siente excluida y marginada.
Clama la vida entre los adultos mayores abandonados en su soledad.
Clama la vida en medio de quienes buscan su identidad fuera de lo considerado como "normal".
Clama la vida entre los niños y niñas que son víctimas de todo tipo de desigualdad y violencia.
Clama la vida en medio de los jóvenes que desean encontrar el sentido de la vida más allá de todo mandato familiar o cultural.
Clama la vida entre las mujeres víctimas de la trata.
Clama la vida en medio de las familias que sufren todo tipo de carencias.
Clama la vida de tantos hombres y mujeres que buscan comunidades cristianas más abiertas, más solidarias, más fraternas.
¿DÓNDE ESTÁ CLAMANDO LA VIDA? porque es justamente hacía allí dónde estamos invitamos a caminar para encontrar. Porque no hemos nacido para estar quietos o para buscar sentirnos siempre cómodos e instalados.
Hemos sido creados para salir al encuentro.
Y para que en el encuentro "salte de alegría" lo más verdadero de nuestra humanidad tendremos que saber abrazar con la mirada y el servicio la vida, así como se presenta, así como esta...
Abrazar la carencia y la debilidad como así también el don y la capacidad.
¡Cuánta necesidad tiene nuestro mundo de abrazo, de ternura, de hogar!
Abrazar es brindar humanidad en medio del límite y de la fragilidad que parece condenar a las personas a la desesperación.
Abrazar es contagiar coraje y confianza en los procesos que vamos recorriendo cada uno.
Abrazar es escuchar sin juzgar; mostrar cercanía.
Abrazar es dialogar y perdonar el error.
Abrazar es rezar juntos percibiendo una Presencia.
Abrazar es brindar fraternidad a un mundo que sigue corriendo detrás de las apariencias.
Aquellas mujeres fueron capaces de mirar por debajo de las apariencias cuál era el fondo de la realidad que estaban viviendo... quién daba sentido a quién... y fueron capaces de mirarse desde allí y se encontraron.
No tuvieron miedo de detenerse -de vivir el instante- atravesando así la piel de la realidad y percibir que dentro, de ellas como de toda realidad, iba ocupando más espacio esa dimensión de la vida que llena todo de sentido.
"...¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído..."
A ejemplo de estas mujeres, tal vez como comunidad de fe necesitaremos favorecer el encuentro... para eso tendremos que animarnos; en primer lugar a abrir los brazos, recibiendo a todos, atentos a que nadie se sienta rechazado, dejando la condena, buscando que cada uno encuentre su lugar.
Tendremos que animarnos a seguir decidiendo que el camino pasa por salir al encuentro, cargando sólo con misericordia.
Tendremos que ser una comunidad cristiana más humilde, abierta a la escucha y más preocupada por comunicar una buena noticia que por buscar ocupar lugares.
Necesitaremos seguir creciendo en la atención al sufrimiento de los demás... siendo para ellos esperanza capaz de descubrir vida y bondad dónde aparentemente sólo hay muerte y desesperación.
"Y María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava..."
Habiéndose sentido mirada y abrazada en la Misericordia, en su pequeñez y pobreza, María se hace toda ella "una mirada al mundo".
Mira la historia humana -sus rostros y sus situaciones que se chocan- con la mirada en la que ella misma se ha sentido mirada.
Y sus ojos descubren, por debajo de las apariencias, cuál es el fondo de la realidad... y las mira tal como Dios las mira.
Que el canto de María resuene cada vez más fuerte en nuestros oídos de tal manera que corrija nuestra capacidad de percibir la realidad... y de esa manera escuchar los innumerables gestos sencillos de servicio, de perdón, de humanidad que la van transformando a la luz del Don que lleva dentro.
A esa identificación con Dios llegó María...
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