"Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él.
Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
FELICES..."
Jesús como el nuevo Moisés... como Maestro de vida... sobre el Monte... introduce a los discípulos como a la gente que lo seguía en el programa de su vida.
Y cuánta sorpresa debe haber tenido aquella gente -formada en la lógica de la retribución- cuando Jesús comenzó por llamar BIENAVENTURADOS... DICHOSOS... FELICES... a los pobres... a los que lloran... a los que pasan hambre... a los que se preocupan por los demás...etc.
Las BIENAVENTURANZAS son propuestas como camino para encontrar felicidad... para que la vida tenga sentido... caminos donde calmar los anhelos de verdad y de vida verdadera que todos llevamos dentro.
Y al mismo tiempo revelan cómo Dios ha decidido llevar a cabo en nosotros su plan de hacernos más libres... más plenos... más humanos... más hermanos entre nosotros.
Cada BIENAVENTURANZA descubre los rincones donde el corazón humano busca seguridad... apoyo... refugio fuera de Dios... "rincones" de donde surgen el miedo y la desconfianza que cierran los caminos para una verdadera fraternidad entre nosotros.
LE DESCUBRE AL CORAZÓN UNA FELICIDAD QUE NO DEPENDE DE LAS CIRCUNSTANCIAS FAVORABLES SINO DE SU PROPIA CONDICIÓN.
De donde puso su confianza... de lo que busca.
De lo que prioriza en la vida... o de lo que niega.
De quienes olvida... y al servicio de quién está.
Las BIENAVENTURANZAS rompen con los esquemas humanos de lo que es sensato o lógico... y solo se entienden desde la experiencia de encuentro con el "Dios que nos habita" que re-sitúa todas las cosas.
Las BIENAVENTURANZAS vienen a iluminar aquellas situaciones que tocan a todo ser humano... y que aunque solo afecte a un grupo no por eso deja de afectar al resto... como ejemplo basta mirar la pobreza de algunos que clama a la puerta de la comodidad y riqueza de los demás.
Las BIENAVENTURANZAS iluminan el límite... la ausencia... el vacío... la necesidad escogida o impuesta... que dejan al descubierto la pobreza de la cual estamos hechos.
POBREZA que revela nuestra total dependencia de DIos... por la cual - como otros "anawin" ("los pobres de Yavé" como los describe la Palabra de DIos) hacemos experiencia de que SÓLO DIOS ES NUESTRO ÚNICO REFUGIO Y NUESTRA ÚNICA ESPERANZA...
Las BIENAVENTURANZAS crean una alternativa... aún en medio del límite y de la necesidad es posible responder desde la confianza en el Dios que nos habita.
Por eso ninguna situación - por más dolorosa e injusta que sea- es justificación para tratar a los demás de mala manera.
Las BIENAVENTURANZAS nos proponen encontrarnos con la felicidad -más allá de lo que vivimos de favorable o no- prefiriendo en nuestra vida pasar hambre que ser nosotros causa de que otros pasen hambre...
Prefiriendo llorar a ser nosotros causa de llanto para otros...
Prefiriendo la Misericordia al resentimiento que amarga y levanta murallas...
Prefiriendo pasar necesidad a ser nosotros la causa de que otros la padezcan...
Prefiriendo permanecer en el diálogo y en la apertura aun siendo mal-interpretados o "señalados".
Las BIENAVENTURANZAS nos proponen encontrarnos con la felicidad.
Prefiriendo optar por la Justicia a la condena que humilla y niega toda posibilidad de cambio.
Prefiriendo buscar la bondad en todos y no mirar desde el prejuicio o desde la falla.
Prefiriendo lo justo... lo digno para todos... como camino para la paz.
Las BIENAVENTURANZAS nos proponen un camino de FELICIDAD
buscando hacer felices a los demás.
Siendo esto lo que más expresa nuestra humanidad.
Con aquella ORACIÓN atribuida a San Francisco recemos:
SEÑOR, haz de mi un instrumento de tu paz.
Que allá donde hay odio, yo ponga el amor.
Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que allá donde hay error, yo ponga la verdad.
Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que allá donde desesperación, yo ponga la esperanza.
Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría.
Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, cuanto consolar,
ser comprendido, cuanto comprender,
ser amado, cuanto amar.
Porque es dándose como se recibe,
es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando, como se es perdonado,
es muriendo como se resucita a la vida eterna.
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