jueves, 26 de diciembre de 2024

Nuestra vida está escondida con Cristo, en Dios. Jn 1, 1-18

Habiendo elegido caminar "al modo de Jesús" es haber aceptado ir detrás de un Dios que no se presenta con gritos, ni con imposiciones, ni bajo ciertas formas que obligarían a creer; y se muestra en lo que tiene de noche, de pobre, de abierto la vida misma... convirtiéndose así en camino de transformación de toda situación humana.

Es haber aceptado que por más sentimientos lindos que tengamos -sobre todo en estos días-, el camino sigue siendo hacia el centro de uno mismo dónde Dios está; y esto supone encuentro con lo que hay de oscuro y desagradable en cada uno de nosotros.

Por eso, volver a pasar por el corazón las imágenes del nacimiento de Jesús, que es narrado en medio de la noche, sin lugar para nacer, en un pesebre... es una invitación a mirar a través de esas imágenes y encontrarnos con la certeza que anuncian: Dios presente en toda persona humana... Dios en toda humanidad, en nosotros y en los demás... en todos.

El mismo Dios que se hizo tan cercano, tan palpable en la persona de Jesús, está presente también en nosotros.
Y es posible percibirlo, ser conscientes de ello, sobre todo cuando somos capaces de dejar que la "Vida" que está como en el pesebre "envuelta en trapos" se despliegue, liberándola de tanto miedo y de tanto prejuicio que la mantiene atada.

Dios está dónde está el amor.
Dónde la aceptación es más fuerte que la negación.
Dónde lo auténtico se expresa.
Dónde el abrazo se convierte en luz en medio de la desesperanza.
Dios está dónde hay "puertas abiertas y manos tendidas".
Dónde hay otros.
Dónde la tolerancia se convierte en espacio que posibilita toda vida.
Es Navidad.


En Jesús, como lo expresa el evangelio de Juan, somos invitados a descubrir como fuimos pensados... es cómo si Dios en Jesús -en su modo de vivir el estar habitado- terminará de explicarnos la creación... cuál es el sentido de la vida... con qué fin fuimos creados... cuál es nuestra vocación... dónde alcanzar plenitud... por dónde caminar.

Haciéndonos dar cuenta de que dentro de nosotros fluye la misma vida que estuvo en Jesús. Solo si estamos abiertos a vivir esa realidad somos liberados, "salvados", de todos esos "estilos de vida" que atan la vida a la satisfacción de nuestras necesidades, haciéndonos esclavos de cosas y personas; como así también de todas esas formas de apropiación tan contrarías al amor.
 
Jesús, identificado con nosotros y "volcado" totalmente hacia Dios, nos descubre como está Dios en nosotros, amándonos tal como somos, invitándonos a vivir desde nuestro verdadero ser. 
Su modo de vivir su humanidad abierta, es camino.

Que sea Navidad en nosotros. 
Que sea Belén en nosotros.

Que la pobreza de nuestros intentos por vivir al modo de Jesús, tan parecidos a la pobreza del pesebre, no nos escandalice ni desanime.
Permitamos que lo roto - lo que está abierto, lo que huele mal- que hay en nuestras vidas, cómo aquel establo de Belén, permanezcan ahí invitándonos a un camino de profunda aceptación.

Porque desapropiándonos -no tomando como certezas absolutas lo que pensamos y sentimos- somos capaces de recibir  lo que no puede nacer de nuestros cálculos - lo que es dado a todos cómo don.
Para que desde lo roto que nos descentra y nos silencia, aceptado y amado, se cuele lo más auténtico que tenemos en nuestras vidas; y sea posibilidad para que los demás puedan acercarse.


Lo que comenzó junto al barro, en Jesús Dios nos termina explicando a que nos desafía su presencia en nosotros desde siempre...
Su humanidad habitada es el camino.

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