sábado, 3 de diciembre de 2022

En EL DesierTo maniFestarE mi GloriA... Mt 3, 1-12

La historia de los profetas es en primer lugar la historia de aquellos que se dejaron alcanzar por la palabra... una palabra que además de tomarlos para sí, se les instaló en sus propias entrañas... no pudiendo hacer otra cosa después que ser canal de aquello que les quemaba por dentro.


"Entonces dije: No lo voy a mencionar, ni hablaré más en su Nombre. Pero había en mi corazón como un fuego abrasador encerrado en mis huesos: me esforzaba por contenerlo pero no podía..."  Jer 20,9

Es la historia de los "interiormente inquietos"... que ven signos donde los demás no ven sino cosas... escuchan "clamores" donde los demás solo ven una realidad violentada por la injusticia.

No hablan en nombre propio... incomodan siempre por qué denuncian lo injusto... lo ambiguo... el olvido... la dureza del corazón... obligando a un cambio de actitud.

Nos encontramos en este domingo con los profetas... con los hombres "AlcaNzadOs por la PalabRa": Isaías y Juan.


"Saldrá una rama del tronco de Jesé y un retoño brotará de sus raíces.
Sobre él reposará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temo del Señor..."
Is 11, 1-2

En tiempos en donde la vida se siente arrasada y no hay lugar para la esperanza... Isaías nos trae la imagen de aquel tronco viejo que es capaz de abrirse a la fuerza que viene de sus raíces... lugar donde se conserva la vida.

Cómo cambiaría nuestra relación con las personas... con nosotros mismos... con ciertas situaciones... que hemos dado por pérdidas... si fuésemos capaces de abrirnos a la mirada que surge desde aquello que hay de más verdadero en nosotros.

Y así como el "viejo tronco" -lo estéril... lo que está seco... la impotencia de la vida...- se abre a lo nuevo... en el Desierto es posible escuchar una "Voz que grita" anunciando que Dios viene.

Con Juan el pueblo de Israel vuelve a escuchar, después de mucho tiempo, la voz de un PROFETA... y no viene del templo ni de los grandes palacios sino del desierto.


"En aquel tiempo se presentó Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca». 
A él se refería el profeta Isaías cuando dijo: "Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos". 

Juan tenía una túnica de pelos de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre."

EN EL DESIERTO...

Imagen de nuestra historia personal cuando atraviesa situaciones que la llevan al límite... donde la libertad personal juega su mayor lucha... donde a la esperanza le sacan toda seguridad y protección... donde se experimenta el "sin sentido" y el desencanto bloquea la voluntad... donde se han secado las fuerzas y la ternura pareciera estar como en el fondo de un pozo.

Necesitamos volver a encontrarnos con que nuestro camino de liberación -de ser más Jesús- no es algo que sucede lineal-mente... sino que toma atajos... tiene idas y venidas... está lleno de confianzas y dudas... pasa por desiertos... entonces no nos podemos decir "todo está perdido".

También en el DESIERTO es posible Escuchar.
Supondrá dejar marchar lo que fue... soltar lo vivido en otros tiempos... abrirse a lo que vendrá y no se sabe... porque justamente ALLÍ DONDE NOS SENTIMOS HERIDOS ESTÁ NUESTRO VERDADERO ANHELO... EL LUGAR DONDE DIOS PUEDE ACTUAR.

Y esto sucede no sin antes exponernos a nuestras verdades a medias... a nuestros deseos torcidos... a las colinas del orgullo levantadas para evitar el encuentro con el otro... a esos abismos donde somos llevados por culpas que no soltamos...
Esto sucede no sin antes exponernos al miedo a quedar solos... a las vergüenzas que nos ocultamos... a las continuas dudas sobre si somos buenos o no... etc... PORQUE algo no puede nacer sin que otra cosa tenga antes que morir para dejar espacio.


EN LO VIEJO DE UN TRONCO -en la carne rota y herida de nuestra humanidad por la impotencia y la esterilidad-...
EN LA DESNUDEZ DEL DESIERTO - donde volvemos a experimentar-nos heridos... y en lucha...

DIOS TRAE LUZ, SE HACE PALABRA.
ES MIRADA NUEVA, SE HACE ACEPTACIÓN.
CRECE EN NOSOTROS.

Lo viejo y el desierto por la escucha y la apertura pueden transformarse para nosotros en espacios de liberación para lo nuevo.

Pero tal vez nosotros seguimos enganchados con ese dios que mira con desprecio lo que nosotros consideramos feo... con ese dios que está ahí para castigarnos... o probarnos... que para que él venga nos tenemos que convertir... siendo más profetas de Juan que de Jesús, del cual se separará en el anuncio de cómo es Dios... a quién nada debemos temer.

DIOS SE HIZO CARNE
PARA QUE EN NUESTRA CARNE LO DESCUBRAMOS A ÉL.

Es invitación a no rechazar nada de lo que nos pasa... permitirnos ser amados allí donde parece que nadie nos puede amar... soltar la duda sobre nosotros mismos... y abandonar esa espiritualidad que busca salvarse sólo/a.


 "Una voz proclama: ¡Preparen en el desierto el camino del Señor, tracen en la estepa un sendero para nuestro Dios! ¡Que se rellenen todos los valles y se aplanen todas las montañas y colinas; que las quebradas se conviertan en llanuras y los terrenos escarpados, en planicies! 
Entonces se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán juntamente, porque ha hablado la boca del Señor.
Is 40, 3-5

Entonces "las colinas del orgullo" construidas para asegurarnos pueden bajarse... "los valles de nuestra confianza" pueden elevarse... "lo torcido de nuestros afectos" que buscan agarrar y consumir pueden enderezarse y "lo escabroso de nuestros razonamientos" pueden abrirse a la novedad del Reino que tiene como criterio de autenticidad el buen trato y el servicio a los demás.

EN EL DESIERTO de nuestras vidas... si lo permitimos... somos liberados de tanta falsa seguridad y orgullo inútil -nos desengañan de nosotros mismos-... podemos hacer experiencia de "sabernos amados y sostenidos"... comprendemos quiénes somos y qué es lo mejor para nosotros - lo que realmente nos da vida... acontece la conversión.



Que podamos también ser
para los demás una "VOZ" que como Juan -medio desnudo y sin adornos- es capaz de expresar con la vida
"que no hay Omnipotente sino Dios" 
            (cfr.Cta Orden de san Francisco)




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