martes, 29 de abril de 2025

En tus manos, todo cobra sentido. Jn 21, 1-19

Las experiencias de pascua -de paso a la vida del resucitado- que nos vamos encontrando a lo largo de estos domingos, parten de la situación de límite o de oscuridad que viven los discípulos.


Y en cada una de ellas aparecen experiencias muy humanas en dónde la comunidad es invitada a experimentar esa transformación que hizo de los discípulos, testigos.


El texto con las palabras "otra vez", remarca la necesidad de que está experiencia nos sucederá muchas veces -una no basta-; y que de alguna manera tiene que ver con el cambio en la manera de comprender lo que se vive... de volver visible algún aspecto de la realidad que no se estaba viendo.

La comunidad reunida en torno a Pedro no sabiendo muy bien qué hacer después de la decepción vivida - después del fracaso absoluto de su maestro- reacciona como queriendo que todo volviese a estar en su lugar... como negando la realidad, busca en los mismos lugares de siempre... no mira el momento como una oportunidad... esta cerrada en la queja de lo que tiene que vivir...

No podemos controlar muchas veces lo que nos viene... o por dónde pasará la vida... pero si podemos elegir cómo vivir cada momento.

Tal vez convenga preguntarnos que buscaban al estar juntos... realmente la "comunión con la vida de Jesús" era lo que los encontraba; o la decepción vivida que no se iba -ni aun por la experiencia de las mujeres- los mantenía encerrados en una soledad que, sólo confundiéndose con los otros -haciendo lo que los otros hacían-, lograban calmarla interiormente.

¿Acaso no nos encontramos muchas veces queriendo huir de nuestra soledad, buscando todo el tiempo estímulos para no sentirla tanto?
Con Jesús, habían percibido una identidad profunda que los hacía libres para estar con los demás, y que también les mostraba cuando lo enfermizo se hacia presente.
Por eso, no es posible volver a ser los mismos.

"Pero esa noche no pescaron nada..." 
Queriendo volver a hacer las mismas cosas, desde aquellos lugares que hacía rato habían dejado, no resuelve ni los reproches, ni la desesperanza ni la desilusión vivida.
No resuelve lo que para ellos no tenía ninguna razón de ser: el fracaso, la muerte, el dolor.
De todo esto es imagen el no haber pescado nada.

Necesitan volver a reencontrarse... necesitan volver a recibirse, pero ahora, desde la impotencia por no poder resolver lo que les pasa... necesitan volver a caminar juntos... a saberse que no son sin los demás... aun ahora que no tienen espacio ni para ver ni esperar algo más.

Aun ahora cuando ni sus mejores esfuerzos son capaces de cambiar la situación.

Y este proceso, comienza con la presencia de un "desconocido" que, preguntándoles por algo para comer, los vuelve a conectar con la realidad... y al sacarlos de sus propias autolamentaciones, pueden ser capaces de reencontrarse con el verdadero sentido de los gestos sencillos que son, muchas veces, expresión de un don más grande... de todo esto nos habla la mesa servida, el pan y el pescado en las brazas.

Acaso, 
¿no era esto lo que habían aprendido junto a Jesús?

La noche, como el mar,  no habían sido más que signos de lo que les había pasado con lo vivido con Jesús y también entre ellos... 
cuando la vida nos hace caminar por senderos dónde parece que nos quitan todo.
cuando es el momento de volver a "echar las redes" desde lo esencial de la vida... desde lo que es vital y no desde lo que podemos seguir buscando afuera para remendar lo que perdimos.

Después de esto, Pedro y en él cada uno de nosotros, es invitado a encontrarse con la confianza en la vida y con la capacidad de amar que de seguro, para Pedro habían quedado sepultadas o al menos "agrietadas" con las negaciones vividas.

En la experiencia de Pedro, podemos acercarnos a lo que vivimos cuándo las situaciones personales, han socavado la confianza una y otra vez; ya sea por nuestros actos o por los actos de los demás.
En su experiencia, podemos percibir nuestros miedos a perder lo necesario para la vida... lo que hacemos para retener al menos algo... y cómo seguimos sin comprender ni aceptar lo gratuito del amor.


El diálogo de Jesús con Pedro, es el encuentro con la VERDAD del corazón...
al que se llega despacio... sin reproches porque se cierra... al que se llega dando vueltas (de esto son signo las preguntas)... una verdad que encierra lo que cada uno es, lo que cada uno puede... sin ropajes y sin falsas expectativas.
Una VERDAD que hace libres los espacios donde la capacidad de amar ha quedado encerrada.

"Señor, tu lo sabes todo, 
sabes que te quiero"... 
Amarte tal vez no...  pero quererte sí... tal vez estás pueden ser las palabras de Pedro.
Porque de seguro me seguirá saliendo apropiarme de vos y de lo que haces a través mío.
Porque de seguro mi impulsividad me dominará a veces.
Porque mis heridas me seguirán pasando facturas.

"Señor, tu lo sabes todo, 
sabes que te quiero"...  en tus manos, todo cobra sentido.

Una Verdad que se encuentra cuándo se deja vencer por la certeza de que es amado sin condiciones... de que el amor que lo habita lo amó justamente allí dónde él no podría haberse amado.
Habitado por un Amor que se abaja haciendo descubrir las posibilidades del corazón humano.

Ahora sí has comprendido Pedro, lo que significa que "darás la vida por mí...", le dirá Jesús.
Ahora sí podrás dejarte llevar... porque sabes quién eres en verdad.
Ahora sí... SÍGUEME.

EXPERIMENTANDOLO COMO EL PRIMER DÍA.

PASCUA, sólo lo que abrazamos se transforma. Jn 20, 19-31

Cuánta más dolorosa ha sido la frustración 
más dolorosa será la apertura. 
ENCIERRO y TEMOR.
Qué difícil resulta atravesar lo doloroso de la vida y no quedarnos justamente allí sin darnos cuenta de que eso nubla toda la capacidad de percibir la realidad.

Y si unas estructuras de pensamiento como el no querer "abrazar las heridas de la vida" no mueren... lo nuevo no puede nacer.
Que difícil permanecer en la "ESPERANZA" en medio del dolor sin que el pasado vivido lo domine todo; 
sin buscar culpables ni auto-reprocharse por haber elegido o no; 
sin que la ansiedad de sentirse desamparado nos lleve a alejarnos de todos; 

y sin que la sensación de impotencia del momento nos haga creer que nada podemos hacer, marcando así todas las decisiones.

Existe la necesidad de re-aprender muchas veces lo que significa hacer un proceso, cuando hay que atravesar la muerte, el dolor o cualquier situación dolorosa.
Tal vez habrá que animarse a dar pequeños pasos... el primero de todos: aprender a silenciarnos -dejando tantas creencias que llevamos dentro- y poner en palabras lo que nos ha pasado.
El segundo: dejarnos recibir por otros que sin juicios y desde una escucha atenta abrazan la vida que allí está herida.

De este proceso -que es pascua- nos habla el evangelio de hoy... compartiendo, estando juntos "cerrados y con temor", poniendo en palabras lo que han sufrido, lo que lástima, hacen experiencia de lo sagrado de la vida -de lo valioso que son- y son capaces de percibir que todo, absolutamente todo, lleva dentro VIDA.
Y allí experimentan PAZ... y el encuentro con la "vida hecha de límite" se vuelve "Cuerpo de Jesús", con llagas y todo, dónde el Amor siempre ha estado, haciendo que de las heridas broten nuevas posibilidades.

El "desde dónde mirar" lo que vivimos... como el "desde dónde vivir" es lo que transforma la vida... y esto sucede con el material que la vida nos da, sin negar ni ocultar nada.

Por eso, necesitamos aprender el arte de la espera que sabe "dejarse hacer" con lo que vive... no crecemos si andamos defendiéndonos de todo o quedándonos en la resistencia o en el enojo... u ocultándonos las heridas que llevamos dentro.  
Es posible esperar en esa Vida de Dios que está como un semilla muy pequeña en cada uno y que transforma el límite y el sufrimiento en un potencial de vida y sanación para los demás.

Y es allí, al "poner en palabras la vida", donde se conectan con quiénes son y a quiénes están llamados a ir... y la pascua, como camino de apertura, se vuelve MISIÓN.
Una ida a los demás que será "en nombre de Jesús", siempre y cuando esté atravesada por el don de la Reconciliación.
Habrá Jesús. 
HABRÁ VIDA DE DIOS SÓLO SI HAY PERDÓN.
Y PERDÓN como posibilidad siempre nueva.

Ese camino de "pasar del encierro a la apertura", "del miedo al anuncio", que vive la comunidad, Tomás también lo tendrá que hacer.
Tomás tendrá  que dejarse rescatar de los espacios que lo han encerrado hasta el punto de sentirse incomprendido y solo con sus llagas.
Y es así que al hacer experiencia de unas llagas -de unas heridas que mantenían la vida aprisionada...  que se reconocen... que se pueden narrar... que no se niegan..., Tomás puede reconocer sus propias llagas, las que mantiene seguras porque están ocultas, las que avergüenzan y bloquean la vida y lo dejan solo y enojado.

Cuanta VIDA sigue aprisionada porque no nos animamos a encontrarnos con nuestras heridas.
Cuántas heridas nos encierran y nos hacen andar con miedo.

NECESITAMOS TAMBIÉN QUE A NOSOTROS NOS RESCATEN DE LA ANGUSTIA Y DEL MIEDO, A LOS QUE PARECE QUE TERMINAMOS AMANDO.

Creer en el Resucitado  es creer que Jesús "amando en el extremo de la vida" mostró lo que está escondido como un tesoro en cada situación.

Que nos abramos a esa "mirada nueva" que es capaz de percibir al "QUE VIVE" en las llagas de los hombres y de las mujeres "de las manos rotas y abiertas" por la pobreza, por la enfermedad, por el desempleo, por la violencia... etc... etc.

"La VIDA que transforma todo en camino" vive en las "heridas abiertas del costado" de tantos que se encuentran solos, o se encuentran descartados, excluidos o padecen el dolor insoportable de la pérdida de un ser querido.


PERO
SEAMOS CONSCIENTES,
solos no encontraremos el camino.

domingo, 20 de abril de 2025

Sobre el madero de la Cruz... Jn 18, 1–19, 42

 
“Todo está cumplido”, 
e inclinando la cabeza, entregó el espíritu...

Y la Palabra se hizo silencio. 
Hasta su "espíritu" ... todo cuanto tenía para vivir.
Muere, como vivió... siendo el "entregado del Padre".

Su actitud vital frente a la muerte, como frente a la vida, nos habla de cómo es Dios y también nos habla de nosotros mismos... de que es posible llegar a ser plenamente humanos aprendiendo a Amar ... aprendiendo a aceptar las limitaciones y miserias de toda vida humana...aun la traición que vino desde dentro.

Hoy celebramos una entrega, no celebramos un sufrimiento.
¡Cuánta insistencia en el sufrimiento seguimos sosteniendo!
No es el sufrimiento de Jesús lo que nos salva.
Es su actitud de entrega sin límites...  es su Amor aun en la cruz.

La cruz, nos aporta la certeza de que es posible amar hasta en los extremos de la vida... de que no hay excusas para no hacerlo.

Por eso, lo que nos salva, no es si el Padre quiso o no quiso la muerte de su Hijo... o si la recibió como pago de nuestros pecados... etc.

Jesús, al permanecer en su decisión de amar, no sólo que lo hace creíble y digno de confianza, 
sino que además le aporta al amor, toda autenticidad.

De esa manera, al afrontar la pasión sin resistencias, aceptando lo que se le presenta, entregándose... ha desarmado toda oscuridad... le ha quitado a la muerte todo poder y toda tragicidad... ha transformado las heridas de la muerte en aberturas por dónde puede fluir la vida.

Toda situación humana, en Jesús, ha sido alcanzada; porque 
"no hay nada dónde Dios no ha amado".

Por su solidaridad con toda la humanidad, se convirtió en el hambriento, en el sediento, en el preso, en el enfermo, al que tenemos que auxiliar.

"Padre, perdónalos porque
no saben lo que hacen"

Allí dónde nosotros cerramos... allí donde nosotros, podemos llegar a herir hasta aniquilar... Jesús responde dándose todavía más.
Perdonar es seguir dando...
Su perdón es resurrección.

Su perdón no justifica ni disimula el mal. 
Permanece "no violento", en medio de nuestros arrebatos.
Desarmado se hace perdón... y de esa forma nos libera de ese círculo de culpas, venganzas y vergüenzas, que nos asfixia.

No sabemos lo que hacemos cuando nos negamos a recibir este perdón.
No sabemos lo que hacemos cuando no sabemos quienes somos.

La Cruz - el Crucificado - el que "pende de un madero" - el "Inocente"... nos recuerda hoy quienes somos... 

Atrayéndonos busca despertarnos a nuestra verdadera esencia... a nuestra verdadera identidad... 

Somos don, espacio, capacidad... para que Dios se siga dando.








VIDA MÁS VIDA. Jn 20, 1-9

¿Qué paso en Jesús?
¿Qué estamos celebrando en este día?

Aquella primera comunidad cristiana descubrió - en la vivencia cotidiana de lo aprendido de Jesús (de sus modos y de sus palabras) que él seguía VIVO en medio de ellos y que les comunicaba su VIDA.
¿Cómo transmitir esta experiencia?
¿Cómo darla a conocer para que otros lo vivan también?

Difícil fue la tarea de poner en palabras dicha experiencia; y difícil para nosotros hoy "descodificarla" para quedarnos con la verdad que allí se encierra y no quedarnos en los razonamientos de cómo es eso de la "resurrección"; o quedarnos en sentimientos bonitos que se van con el primer contratiempo que nos roce.

Las "mujeres del alba" como los discípulos corren a buscar a aquel... o a aquello que habían perdido... al mismo lugar de siempre.
En una tumba... en la oscuridad de los esquemas conocidos de cómo hay que vivir... en lo frío de los razonamientos o de eso que se considera justo... en lo sin vida de los encierros... en la dureza de las defensas que se levantan para evitar el encuentro... en la desolación o el desencanto que dejan muchas veces los afectos... allí será difícil encontrarse con la VIDA.

Allí no encuentran nada... solo unos elementos que les dicen que allí a la VIDA no es posible encontrar.

Por eso, tanto ellos, como nosotros ahora, tendrán que atravesar esa dinámica que está grabada en el corazón del "camino" humano: "si el grano de trigo no muere..."

La VIDA que estaba en ellos como está en nosotros no es posible encontrarla si antes algo no muere.

La tumba y todos esos elementos encontrados no son más que anuncios de que existe una VIDA -un modo de entenderla y vivirla, un modo de estar en ella- que no se limita... que no está limitada a esta vida biológica... que no está limitada a lo que pensamos, a lo que sentimos ni a lo que podemos.

Pero como aquellas primeras discípulas y discípulos, nosotros también nos ponemos a correr - nos aceleramos dramáticamente - cuando algo nos quitan, cuando algo oscurece nuestro camino... cuándo sentimos que perdemos.
Si la VIDA está en nosotros... no hay necesidad de correr detrás de nada ni nadie... toda situación, aun las más duras... todo momento... no será más que un espacio que, creando una apertura, invita al encuentro y a disponerse a darse a los demás.  

Lo que mezquinamos a los demás es proporcional al espacio que buscamos llenar en las tumbas de los actos repetitivos y automáticos dónde nada encontramos.

Por eso será necesario entonces una decisión en la que le demos más valor a esa VIDA que llevamos dentro que a todo aquello que nos hace andar a las corridas.

Será necesario aprender a mirarnos de otra manera y desde otro lugar... agudizando nuestra atención interior... abandonando las prisas y creyendo más en los procesos. 
Que muera -que se rinda- entonces ese que busca defenderse en los mismos lugares de siempre, sobre todo cuándo se encuentra con el límite. 

Y que atentos, conectados con la VIDA que tiene sabor a entrega y servicio, todo se convierta en un lugar de apertura... todo se convierta en camino. Qué lejos esta esto de lo que hoy llaman "tener experiencia de algo".


VIVE en medio nuestro. Lc 24, 1-12

La resurrección de Jesús es un "no" rotundo a la injusticia y a la violencia.

Es proclamar que tiene sentido… que vale la pena… que tendremos Vida plena si vivimos y amamos como Dios lo hace…
Ni los verdugos, ni los acusadores, ni los traidores tuvieron la última palabra.
La fiesta de la Pascua es, sobre todo, una fiesta de la vida recuperada, de la vida auténtica, de la capacidad de mantener la propuesta de Dios por encima de lo mezquino –aún de lo violento- que pueden venir de un sistema, de una institución…
 
La Pascua  es una fiesta que nace del deseo de celebrar de que vale la pena vivir desde la esperanza que surge de permanecer en el amor… nada tiene que ver con celebrar un sentimiento bonito.
 
Celebramos hoy que la existencia de ese hombre sencillo de Nazaret ilumina y cambia la historia humana.
Es una invitación a no dejar que las preocupaciones ni los dolores cotidianos nos hagan creer que sólo eso es la realidad y aten al corazón a la amargura.
La Pascua de Jesús nos abre los ojos a una vida que comienza justo en los límites de la vida… allí donde nada se espera ya.
 Una vida que no nace de la fuerza de voluntad o del poder o del deseo de querer imponer una opinión o un punto de vista.
Todo lo contrario.
 
La resurrección es  vida que nace del perdón.
Es vida que nace de la misericordia y la reconciliación.
Es vida que nace del amor en medio de lo injusto.
 
La Pascua es entonces la fiesta de la esperanza, de esa pequeña virtud que es resistente a cualquier situación.
La pascua es fiesta de la resistencia.
Con la resurrección, Jesús rompe el cerco de la impunidad.
Su actitud de reconciliación es un grito de justicia.

Jesús perdona a sus victimarios porque sabe que ellos están fanatizados por una moral que en nombre de Dios condena y excluye… porque en definitiva las instituciones religiosas y políticas "sólo hacen lo que saben".
Imponen la violencia y la intolerancia como los únicos medios para sentir que tienen el poder.

Pero, con la resurrección, Jesús apela a la justicia de Dios que es el absoluto respeto por la vida humana y la libertad de todo ser humano.
El perdón, entonces, nace de una conciencia madura, tolerante y verdaderamente libre y es lo que nos prepara para una reconciliación verdadera con los demás.
Porque la injusticia cometida no se remedia con una agresión mayor.

Jesús sabe que el perdón no hace desaparecer la atrocidad del crimen.
El perdón cuestiona la conciencia del agresor y la respuesta del ofendido.
Pues el perdón no es un recurso de emergencia para tapar con lindos sentimientos lo terrible de lo injusto.

La reconciliación y el perdón nacen de una fe muy profunda, de una confianza radical en el Dios de la Vida, de una nueva manera de ver la realidad.
Es ser conscientes en última que la vida no se rige ni se sostiene por la fuerza bruta sino que la vida está sostenida por una infinidad de lazos afectivos.
 
Lo aceptemos o no… nos resistamos o no… estemos dolidos o no… estamos hechos para la comunión.
 
De este modo, la historia humana, bajo la luz del nuevo día, muestra un rostro desconocido en el que predomina el encuentro, la generosidad, la entrega, la confianza, la tolerancia y el amor.
Una realidad que no se identifica con esa dinámica que sólo da para recibir… o da para invertir… para ganar algo…
Sino que nos muestra una nueva humanidad con los brazos abiertos… con las manos heridas pero abiertas… ofreciendo su palma como gesto de apertura sincera… (y no un puño cerrado).

Con la resurrección somos invitados a descubrir que la vida es un derecho que no se negocia… que la vida es única y cada existencia tiene un valor infinito.
De ahí el esfuerzo cotidiano por generar un diálogo creativo como único medio para resolver los conflictos que surgen entre nosotros.
 
Con la Resurrección necesitamos comprender cómo una transformación personal, una transformación al interior de un pequeño grupo, es capaz de cambiar el rumbo de la historia de esa comunidad, de ese grupo.
Esto fue lo que les ocurrió a los discípulos y discípulas de Jesús cuando se encontraron de repente con una realidad sorprendente que se les impuso: Jesús había resucitado.
 
No era la ocurrencia de unas mujeres desconsoladas o de algunos discípulos confundidos. Era la potente experiencia de una comunidad que había descubierto que Jesús los estaba llamando para continuar la misión amando como él… viviendo como él… anunciando el evangelio a los pobres.
Entonces, la resurrección  fue para ellos una experiencia que trastocaba sus expectativas y los ponía de nuevo en camino.

La acción más palpable de la resurrección de Jesús fue su capacidad de transformar el interior de los discípulos.
Los convocaba alrededor de su vida y los llenaba de su espíritu de perdón.
Los corazones de todos estaban heridos.

A la hora de la verdad, todos eran dignos de reproche: nadie había entendido correctamente la propuesta del Maestro. Por eso, quien no había traicionado a Jesús, lo había abandonado. 
Y si todos eran dignos de reproche, todos estaban necesitados de perdón.

Volver a dar unidad a la comunidad de seguidores, darles cohesión interna en el perdón mutuo, en la solidaridad, en la fraternidad y en la igualdad… era humanamente un imposible.  Sin embargo, la presencia y la fuerza interior del resucitado lo logró.
Cuando los discípulos de esta primera comunidad presienten interiormente esta presencia transformadora de Jesús, y cuando la comunican, es cuando realmente experimentan su resurrección.

Y es entonces cuando ya les sobran todas las pruebas exteriores de la misma.
La novedad del Resucitado arranca desde los cimientos las falsas seguridades y lanza a toda la comunidad a encarar la misión con una fuerza y una dignidad hasta ese momento desconocida.

jueves, 17 de abril de 2025

"Somos para darnos". Jn 13, 1-15

 "... sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto... y empezó a lavar los pies a los discípulos..."  Jn 13, 3-4

"He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi Pasión..." Lc 22, 15



Sabemos que las actitudes verdaderas no se improvisan, y sobretodo, cuándo la vida está en riesgo... y que aquello que se sostiene desde la apariencia, con el tiempo -dónde ocurren las decepciones- o en la situación difícil, se quiebran.

Jesús, consciente del momento vital que vive, decide seguir caminando hacia "más abajo"; decide seguir encontrándonos allí dónde estamos... allí hacia dónde muchas veces vamos en búsqueda de saciar nuestros vacíos y necesidades.
Cómo había hecho con la Samaritana... Jesús camina al encuentro de aquellos anhelos que son infinitos, porque están hechos a imagen de Aquel que los hizo.

Jesús se pone a los pies; allí quiere encontrarnos... aun con el barro de esos caminos que hicieron alejarnos de nosotros mismos y por ende de la Vida que nos habita.

Qué difícil resulta aceptar que es allí dónde lo vamos a encontrar, cuando seguimos sosteniendo una imagen de Dios, rígida y dura, que sólo acepta lo que consideramos "puro y digno".

Recorrer estos días con Jesús, a través de las celebraciones, es nuevamente ser invitados a permitir que se trastoquen nuestras imágenes de Dios... y junto con ello los modos de entender la vida... y descubrirnos llamados nuevamente, a caminar hacia otras direcciones... hacia lo más pequeño, hacia lo que no cuenta, hacia lo más pobre... con una actitud, la de la entrega y el servicio.

Dios en Jesús, se hizo camino... y no de cualquier modo. Es un camino que comenzó en la pequeñez del pesebre... en lo desapercibido de Nazareth... en las mesas de publicanos y pecadores... en los caminos de la gente... muriendo siendo "contado entre malhechores".
Es un camino que va hacia lo más bajo de nuestra condición humana... hacía lo más lejano de Dios -podríamos decir-. De esa manera su "salida de Dios y su volver a Dios", se transforma en un gran abrazo que no deja nada fuera... a nadie fuera.

Muchas veces no sabremos cómo, pero todo lleva dentro, como en semilla, la promesa de una vida nueva.
Podemos mirar entonces, nuestra vida y el mundo, con un poco más de esperanza, porque no hay nada dónde Dios no ha amado.

Nos haría mucho bien ser consciente de esta certeza cuando, muchas veces, somos incapaces de aceptarnos... cuando no nos toleramos a nosotros mismos... cuando creemos que no es posible seguir caminando... 

Jesús nos muestra cómo Dios ha decidido estar en nuestras vidas, sosteniendo desde abajo, animando, bancando, amando en medio de toda situación... por eso podemos confiar que, en medio de nuestra fragilidad está ya la vida que nos fortalece... en medio de toda oscuridad está ya la luz... en medio de toda cerrazón está ya la apertura... que cuando sentimos que morimos, que somos partidos, en medio de esa muerte, está ya la Vida que no se termina.

Nada entonces tiene la fuerza de cerrarnos indefinidamente.

Todo Jesús es "donación del Padre"... todo lo ha recibido de él... todo lo que es y su misión, es don del Padre.
Por eso, todo Jesús es espacio, lugar, momento, palabra, gesto... por dónde Dios nos llega... por dónde Dios se dona a nosotros.
Cómo el pan que se parte... cómo lo vino haciendo desde siempre... cómo se dejará abrir el viernes santo sobre una cruz.

Seamos conscientes de la necesidad que tenemos de recibirnos a nosotros mismos... de aceptar lo que sentimos, lo que vivimos cómo lo que es... porque nadie puede darse si primero no se tiene... no se recibe.

Por eso, en estos días, callemos nuestros diálogos interiores que sólo hacen que nos volvamos a poner en el centro...

Y miremos... contemplemos... no para decirnos donde estamos con respecto a Dios, sino para que surja la admiración y el asombro, ante un Dios que nos encuentra allí dónde estamos... que nos invita a confiar lo que hay en nuestra vida... a aceptar agradecidos la vida como ella está (aun con todo lo que hay que mejorar).

Miremos para ser sorprendidos... para ser seducidos a encontrar felicidad en darnos... que es allí donde se juega lo verdadero...
que somos libres, verdaderamente libres, cuando dejamos de buscar autoafirmarnos... que es allí donde encontramos la paz porque los demás dejan de ser enemigos.

Contemplemos para descubrir, con muchísimo agradecimiento, la ocasión de vida que hemos sido para mucha gente.

Y recordemos que todo esto sucede en la noche.. en el silencio de una habitación en medio de una Jerusalén alborotada y ruidosa; allí Jesús siguió siendo lo único que quería ser "el entregado del Padre"... expresando de esa manera lo que significa "amar hasta el extremo"... Jerusalén no se enteró ... cómo sucede con el grano de trigo que cae en tierra y muere.




domingo, 13 de abril de 2025

Hasta "dar la vida"... Lc 22,14 - 23,56


Nos encontramos comenzando a recorrer estos días que de manera "litúrgica" (simbólica) condensan el drama de una vida entregada a los demás.

De estos días surgen para nosotros "unas respuestas, unos modos" a esas preguntas que siempre están ahí, y que muchas veces son la razón de nuestros sufrimientos; preguntas que no siempre nos animamos a mirarlas de frente:
¿Qué buscamos en la vida? 
¿Cómo queremos vivir? 
¿En qué vale la pena gastarla? hasta la pregunta de ¿Cómo queremos morir?

JESÚS HA DECIDIDO IR A JERUSALÉN.
Habiendo agotado todas las maneras para transmitir una nueva manera de mirar la vida, de entender a Dios... habiendo sido rechazado su mensaje...

JESÚS SIGUE DECIDIENDO DARLO TODO 
Aun cuando el rechazo de los jefes religiosos y el no entender de sus discípulos lo arroje a esa soledad, que hace hasta preguntarse, "si todo esto habrá valido la pena"...
JESÚS SIGUE DECIDIENDO DARLO TODO.

Jesús entra a Jerusalén montado en la cría de una asna... evocando aquel gesto profético del rey manso y humilde... la gente lo aclama.
Los RAMOS no indican más que el camino "hacía más abajo" que Jesús ha decidido recorrer.
Camino marcado por la violencia, el odio y el poder de aquellos que ven su sistema religioso peligrar ante el anuncio de un Dios que no condena a nadie. Que ama "sin condiciones" a todos... dónde no hay "privilegiados".

Así es la FE, 
camino, 
obstáculo, 
rechazo, 
silencio, 
espera, 
entrega.

"MIREN LA HUMILDAD DE DIOS Y DERRAMEN ANTE EL SUS CORAZONES"

Dice San Francisco.

Miren la humanidad de Dios - Jesús - respondiendo a la violencia con perdón... al odio con ternura... al poder con libertad... AMANDO SIEMPRE... como vio hacer a su Padre... dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas.

Nuestro corazón está hecho a imagen de su Corazón... es posible entonces "PERMANECER EN EL AMOR" -seguir confiando- en medio del dolor y la muerte;
es posible "PERMANECER EN EL PERDÓN" en medio de la violencia y la injusticia;
es posible "PERMANECER EN LA BONDAD" en medio del rechazo y la incomprensión.

Nada nos justifica cerrarnos indefinidamente... ni responder con violencia a la injusticia... ni buscar solo nuestro bienestar... ni pretender que nos satisfagan nuestras necesidades o se sanen nuestras heridas para entonces amar... "para entonces creer".

La Pascua de Jesús -como lo ha sido toda su vida- nos invita a mirar cómo la fe se convierte en libertad en medio de las ausencias; se hace espera en medio del silencio... se convierte en entrega en medio de los rechazos y fracasos.

Pero nosotros seguimos insistiendo que todo esto -de la semana santa- es "por nuestros pecados"... en el pago de una deuda... en un Dios necesitado de la sangre de su hijo para quedar satisfecho...  en el sufrimiento injusto de ese hijo como parte de un plan... como lo pensamos también en nuestra vida -para purificarnos - para conseguir la salvación - etc.

Con la PASCUA de Jesús, cómo con toda su vida, nos invitan a descubrir que hay otro modo de vivir la realidad... esa realidad - a veces injusta y dolorosa- que muchas veces quiere imponerse cómo toda la verdad que existe.



Pero, así como aquella comunidad que sufrió el fracaso de sus modos de entender a Dios... que necesito tiempo para encontrarse con el sentido de lo que habían vivido en Jerusalén... con lo que les proponía Jesús; nosotros también, necesitamos tiempo, para que la "humanidad de Dios" -sus modos de mirar y de entender-, que ha amado hasta dar la vida, transforme nuestros modos de amar haciendo de ello el sentido de nuestras vidas".

Que su "humanidad decidida a amar sin límites" ilumine nuestras faltas de confianza... nuestras continuas búsquedas de seguridad... nuestros miedos a ser rechazados... etc.

¿Quién podrá detener la fuerza del AMOR hecho ternura y perdón cuando ha decidido ir hasta las últimas consecuencias?

"Las aguas torrenciales no pueden apagar el amor ni los ríos anegarlo..."
CantC. 8,9






sábado, 5 de abril de 2025

Y JESÚS les hizo un lugar en su MESA. Jn 8,1-11

"Bendito seas Señor porque no soy pagano.
Bendito seas porque no me hiciste mujer.
Bendito seas porque no soy ignorante..." 
reza una oración del Talmud recitada varias veces al día - y que hoy puede darnos un poco de luz sobre la situación de exclusión que sufría la mujer en medio de aquel pueblo.

Jesús ha subido a Jerusalén para la fiesta de las Chozas o de las Tiendas - fiesta de la cosecha y la vendimia que después de la experiencia del desierto se había convertido en una fiesta de Acción de Gracias por lo vivido. Y el día más solemne -cuenta el evangelio - Jesús se había proclamado como la "Fuente del Agua viva".

Y buscando formas y excusas para detenerlo porque ponía en riesgo el sistema religioso... fariseos y escribas -considerándose jueces intachables- le traen a una mujer "encontrada en adulterio".
Pero, ¿dónde está el hombre con quien se encontraba? ¿porque esta ella sola?... la ley exigía el castigo para ambos.

La situación se presenta sin salidas para Jesús... decida lo que decida se arriesga a ir contra la ley... comienza "por escribir en el suelo"..., tal vez no haya sido nada más que eso... pero tal vez -como nuevo Moisés que escribió las tablas de la ley - invitaba a ponerse en contacto con aquel mandamiento más esencial.

O tal vez cambio de posición de estar "de pie" -arriba y lejos- a estar "agachado" -abajo y cerca-... poniéndose de parte de la que está sola... tal vez para mirar y escuchar con ella... tal vez para abrazar, desde lo más profundo, esa desesperación que la llevo por lugares tan oscuros y perdidos... 
No sabremos con certeza porque de ese gesto, pero qué
importantes que son los cambios de perspectivas.

Fijemos por un momento la mirada en aquella MUJER... seguramente como la tradición lo ha expresado en el arte: está arrastrada y tirada... sola... con miedo a levantar la cabeza... doblada sobre su propia culpa que no deja emitir palabra... sin defensa porque solo el honor del hombre cuenta.

nota: el adulterio solo lo cometía la mujer casada porque deshonraba al marido de quien era propiedad - no había adulterio si era un hombre casado con una mujer soltera. Cuántos "trogloditas" sigue habiendo en el mundo que se creen dueños de las personas y las someten.

En aquella Mujer, podríamos decir que se encuentra toda la historia de las mujeres de su pueblo expuestas a cualquier trato - sin posibilidad de defensa - oprimidas y violentadas, consideradas solo por lo que daban... donde aquella oración "bendito seas porque no me hiciste mujer" tomaba rostro de desigualdad y exclusión.

En ella, también esta nuestra historia, la de cada uno de nosotros - esa historia marcada por lo injusto del desamor o del no reconocimiento en la propia dignidad.
Esa historia herida, por lo enfermo del otro, con lo que nos seguimos culpando... sintiéndonos como presos de lo vivido... llevándonos a no querernos y a despreciarnos.
Esa historia que muchas veces queremos ocultar o negar... provocando solo enojo -un gasto excesivo de energía para que los demás no se den cuenta-, o posturas rígidas y reacciones desproporcionadas hacia los demás.
Esa historia marcada por las pérdidas sufridas... por la soledad sentida como abandono.
Esa historia no amada ni aceptada; no reconciliada, que nos enferma -hasta físicamente en muchos momentos-.

Y unas palabras desencadenan ESPERANZA.
Unas palabras que al principio parecen venir de muy lejos:

"El que no tenga pecado que arroje la primera piedra...
E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo..."

Y porque no quieren hacerse cargo de aquella muerte que los llevaría a enfrentarse con la prohibición civil de no poder impartir ese tipo de justicia... se retiran...

Allí queda desbaratada la tradición y la ley, que tantas veces habían usado para excluir y mantener la desigualdad entre las personas, y sobre todo con las mujeres.

NO HABRÁ NUNCA NADA QUE, EN NOMBRE DE DIOS, PUEDA SER CITADO PARA LLEGAR A EXCLUIR O CONDENAR A ALGUIEN.
PORQUE NADA PUEDE OSCURECER EL VALOR DE LA PERSONA HUMANA.

Y tal vez la Mujer seguía con la mirada hacia abajo... y nuevamente unas palabras vienen en su rescate...

"Mujer ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?..."

Pregunta que desarma cualquier prisión en donde nos hubiésemos encerrado... pregunta que libera del auto-reproche y de la dependencia a la mirada y al juicio de los demás... es una pregunta que nos rescata de la culpa que nos hace vivir "incómodos y enojados con nosotros mismos...es una pregunta que invita a mirar hacia adelante.
"Abriré un camino por el desierto... 
para apagar la sed de mi pueblo..."

Son palabras que invitan a creer y a confiar más en su mirada que en la propia.
Son palabras que vienen haciendo recordar el lugar de donde salimos... lugar con olor a hogar... donde la mirada de Dios basta.

"Ella respondió: Nadie Señor..." 
ya han desaparecido todos... no hay nadie que acuse... ni yo misma "quisiera".

En la mujer, también son liberados aquellos hombres que se creían puros... son liberados de su propia imagen que buscaban conservar a costa de los demás.
Podían dejar caer aquellas piedras que no eran más que sus propios aspectos no queridos ni aceptados... ocultos y negados... detrás de los actos de aquella mujer.

"Yo tampoco te condeno... 
Vete, y en adelante no peques más..."


La mujer podía ahora recomenzar su vida desde una mirada nueva; desde una relación de igualdad con los demás... desde una perspectiva nueva.
Era reencontrada con su SER AMADA SIN CONDICIONES.

Podía "correr hacia adelante" - como san Pablo- su pasado, en Jesús, ya no era más una piedra con que castigarse.

Y recibía aquella invitación "en adelante no peques más", no como condición para conservar lo recibido... o desde el miedo a perderlo... sino desde el agradecimiento de haber sido encontrada y amada allí en su mayor fragilidad... fue como decirle: cuídate!  porque eres valiosa!...
Si Aquel que le había regalado perdón sin preguntarle -y sin que ella se lo hubiese pedido-... no la acusaba... entonces, en adelante, nadie podía hacerlo... podía dejar de mendigar y vivir desde la marginación.

Mientras el mundo la quería callada, Él la escucho.
Mientras otros la señalaban, Él la llamó Mujer -cómo a su madre-
Mientras otros la dejaban tirada y fuera de la sociedad, Él le hizo un lugar en su mesa.

Ahora, 
¿será que seguimos sintiendo que no somos amados?
¿será que estamos instalados en la culpa?

Seguramente con el correr del tiempo, esta experiencia de "aceptación de lo inaceptable" - de perdón y liberación- habrá traído a su vida una renovada paz... una alegre paciencia con sus futuras fallas, porque había comprendido que "no hay nada que Dios no perdone"... y más aún cuando recordara, de dónde había sido rescatada... dónde le habían dicho que era aceptada sin condiciones.

Y seguramente conservaba los deseos de tantas otras mujeres que bajo la opresión y la desigualdad seguían soñando con un encuentro que libere... que iguale relaciones... que sane y no condene... que posibilite caminar hacia adelante.

SÓLO UNA MIRADA -EXPRESIÓN DE UN AMOR SIN LÍMITES- 
FUE CAPAZ DE HACER SURGIR UNA RESPUESTA AGRADECIDA.
Y SOLO UN AMOR ASÍ PUEDE CONVERTIRSE EN PASIÓN DE UNA VIDA.


Jesús amigo de toda persona humana.
Amigo de igualdades.

Crea en nosotros un corazón más libre.
Con menos condenas hacia los demás.
Capaz de abajarse para abrazar y levantar.
CAPAZ DE CREER QUE EL PERDÓN 
Y EL AMOR VAN PRIMERO.
Amén


Y de seguro, aquella Mujer, 
habría hecho de su herida -aceptada y liberada-,
una lucha por la igualdad de las demás.


Nota al pie. Es posible reconocer que en el mundo -cómo en nuestra Iglesia- falta mucho para expresar aquellos modos de Jesús que no dejan a nadie fuera... y no sólo a las mujeres...
pero también es posible reconocer que Jesús, no tuvo necesidad de levantar la voz ni de agredir a nadie para abrir un espacio. 
No eran acciones reactivas, pero si contundentes y firmes... eran gestos salidos del corazón... de un corazón que decía que Dios ama... sólo ama.
Y esto transformó el mundo.