El año que hemos comenzando nos vuelve a enfrentar a lo que creíamos de cierta manera superado. Nos volvemos a encontrar con la incomodidad de tener que aislarnos, de tener que cuidarnos al encontrarnos y saludarnos; se intensifican los miedos en algunas personas y en otras el desinterés, el cansancio, la hartura.
Nuevamente la situación externa nos exige detenernos… volver a pensarnos… volver a situarnos frente a la vida de los demás… y tal vez hacernos conscientes de lo que sostiene la vida… de lo que le da sentido… de esa vivencia interna que mueve a vivir de una determinada manera todas las cosas.
En este sentido el evangelio de Juan que volvemos a escuchar por segunda vez en este tiempo de navidad, nos puede acercar algunas pistas que nos ayuden a transitar lo que vivimos. Un evangelio que surge justamente de la experiencia de una comunidad cristiana que ha ido encontrando en Jesús lo que Dios había pensado como proyecto de humanidad… y por ende dónde encontrar a Dios.
Y más allá de las dificultades con las que se fueron encontrando, aquella comunidad fue haciéndose consciente de que, lo que los judíos encontraban en la ley –que para ellos iluminaba y salvaba la vida- , ellos lo fueron encontrando en Jesús.
"En la Palabra estaba la Vida y la vida era la luz de los hombres”. Jesús era para ellos quien les daba vida porque los hacía descubrir la que el Padre le había dado a él.
Esa Vida circula en nosotros como "aire nuevo"... y esta verdad está al comienzo del camino de nuestra vida… vivamos lo que vivamos entonces, nada podemos perder… todo puede ser posibilidad para encontrarnos con esos fondos que solo hablan de vida.
"Y la Palabra se hizo carne..."
“Carne” es toda humanidad sometida a la debilidad y al mismo tiempo posibilidad de apertura al Espíritu. Entre los hebreos el ser humano es un todo. Al decir entonces que se hizo carne quiere decir que Dios asumió toda la humanidad… asumió todo lo humano, aun lo más bajo.
No nos peleemos con nuestros fondos más oscuros o con aquellas cosas que no podemos controlar… que la presencia de Dios en nosotros sea una realidad que nos lleve a reconciliarnos con lo que se da en la vida… y a perdonarnos también.
En este tiempo, la reconciliación con lo que se da y el perdón a uno mismo, serán tal vez las mayores expresiones de apertura al Espíritu.
"Vino a su casa, y los suyos no la recibieron..." Como a mucha gente de su tiempo, también a sus discípulos les fue difícil descubrir en Jesús la presencia de Dios. Un Dios hecho camino de humanidad... sin cosas fantásticas... sin sorpresas. Perdonando siempre... poniendo el corazón en la miseria humana... no condenando a nadie, al contrario, rompiendo sentencias. Así también hoy a mucha gente le cuesta ver la presencia de Dios en nosotros… ¿será porque hablamos mucho de Jesús pero nada más?
"Pero a cuantos le recibieron les da el poder para ser hijos de Dios..." Más que un poder a recibir, es el descubrimiento de una realidad que está en cada uno de nosotros.
Lo realmente importante para aquella comunidad no es la relación biológica entre padre e hijo, sino aquella que surge de una relación dónde el hijo hace lo que ve hacer a su padre… ahí radica el verdadero nacimiento para Juan.
En este tiempo de Navidad –en medio de la incomodidad del momento- volvamos a ese proyecto de Dios que en Jesús lo podemos ver plasmado.
Demos gracias al momento de amanecer.
Guardemos la tolerancia en nuestros vínculos.
No hablemos de más.
Pidamos perdón.
Recemos. Conectémonos con lo esencial de la vida.
Respiremos… que la reconciliación sea vida.
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