P Casaldáliga
Hay ciertos relatos en el evangelio donde parece que nos invitan a mirar hacia ciertos lugares donde hoy no miraríamos… las reacciones de un viejo y de una viuda en un templo (cfr. Lc 2, 22-40)
Ambos han guardado algo muy valioso pero difícil de conservar: la esperanza.
¿Cómo se hace para permanecer en la esperanza cuando nada queda? ¿Cuándo las pérdidas parecen tener la palabra más fuerte en nosotros?
¿Cómo se hace para permanecer en la esperanza cuando desde muy joven, como Ana, te has visto cercada por la pérdida, el vacío y la carencia?
"La agraciada" significaba su nombre en hebreo, pero su vida tenía otros registros...la exclusión... la vulnerabilidad...
¿Cómo se hace para permanecer en la esperanza cuando parece que solo saboreas amargura y decepción de vos misma?
"La agraciada" significaba su nombre en hebreo, pero su vida tenía otros registros...la exclusión... la vulnerabilidad...
¿Cómo se hace para permanecer en la esperanza cuando parece que solo saboreas amargura y decepción de vos misma?
¿Dónde apoyarnos cuando el ánimo parece desgastarse como el vestido más nuevo? ¿Cuándo el entusiasmo no nos quiere acompañar más? ¿Cuándo el realismo escéptico nos lleva a replegarnos afectivamente porque el abandono es insoportable?
¿QUÉ FUERZA ESCONDE ENTONCES NUESTRA VULNERABILIDAD QUE ES CAPAZ DE PERMANECER EN LA ESPERANZA CONTRA TODA ESPERANZA?
Simeón y Ana son testigos de la esperanza que no brilla con fuerza ni hace mucho ruido… han sido capaces de no cerrar la ventana de sus vidas y decir basta… continuaron eligiendo la vida… no sé si sabían hacía donde los llevaba esa terquedad pero le permitieron a la ternura que viene del contacto con la vida que los mantuviera abiertos.
No se quedaron en sus auto lamentaciones ni en la nostalgia de tiempos pasados… no le permitieron que los aislarán… se mantuvieron en la apertura… no de forma omnipotente… sino con pasos muy pequeños… salir de la casa… caminar y mirar el cielo... atender lo de Dios… atender a los demás... verlos... hacer silencio... ver a un niño… ver lo que pasa... hablar con una madre… escuchar a un viejo… saludar a extraños... hablar con la gente que parece escondida... expuestos a ser mal mirados...
Podrían haberse quedado a morir… encerrados en sus miedos a que algo les pasará… aislados… quejándose tal vez, de que nadie los visitara...
PORQUE NO HABÍAN CERRADO LA VENTANA… PORQUE NO SE QUEDARON ENCERRADOS… PUDIERON RECONOCER LA VIDA HECHA CARNE...
PORQUE NO LE TUVIERON MIEDO A LA PROPIA VULNERABILIDAD PUDIERON RECONOCER A DIOS HECHO UNO DE NOSOTROS "HUMANO, FRÁGIL Y VULNERABLE".
Le permitieron a la vida… aún en medio de las situaciones contrarias… a que los transformarán…a que fueran luz para lo que había de oscuro en la propia vida…a la ternura para lo que había de rígido… a la misericordia para lo que había de no aceptado… a la alegría para lo que había de bloqueado en la propia… a lo nuevo para lo que había de inflexible… a la inquietud para lo que había de estancado… al amor –al contacto con los otros- para lo que había de marchito…

Luz. Ternura. Misericordia.
Alegría. Novedad. Inquietud. Amor...
les alcanzarán la Vida Verdadera… JESÚS.
Esto les exigió un trabajo arduo con el propio corazón… de mucha escucha y atención... de aprender a callar... de permitirle a la lentitud que obligaban los años a darle un ritmo de no prisa a la vida...
No se podía pasar por alto lo que la vida les iba regalando.
De esta manera se fueron encontrando con aquel recurso humano más genuino… el ADN como dice un padre obispo… CON LA ESPERANZA… la expresión más genuina de Dios en nosotros… LA VIDA QUE NO SE BANCA QUE LE PONGAN LÍMITES... que le digan hasta acá…
“Somos un mar de fueguitos” dice un hombre Negua…
que necesidad tenemos de descubrirlo.
QUE EL SEÑOR NOS ENCUENTRE
ALIMENTANDO LA ESPERANZA.