domingo, 16 de febrero de 2025

EN SU AMOR, la vida prevalece. Lc 6, 20-26

Podríamos acercarnos al evangelio de hoy, preguntándole a Jesús, qué es lo que ha percibido en su propia humanidad que, al mirar la realidad, no se deja llevar por la desesperación ni por la indiferencia, sino que le surge decir "felices ustedes..."

Todos, somos conscientes de las situaciones difíciles que atravesamos como humanidad, en dónde muchas personas se siguen experimentando fuera de una estructura que parece decirles que "no hay lugar para ellos".
Y también somos conscientes, de la importancia de la mirada, que podemos tener frente a la realidad del otro... sabemos que el sentido que le damos a una misma situación hace la diferencia... esa primera interpretación puede abrir y levantar la esperanza o puede cerrar y atar al desaliento...

"Que nos convirtamos en gente misericordiosa o en asesinos, depende mucho de quien nos cuente acerca de la vida..." H. Nouwen

Sabemos que estamos atravesados por el dolor y la injusticia, en donde muchos sienten, que las atraviesan solos -ni escuchados ni acompañados-... y hacia donde otros, miran y pasan como simples espectadores de una realidad que ya han dado por pérdida en muchos de sus aspectos... o simplemente no les interesa porque tendrían que dar de su tiempo o les traería más "problemas" a la vida.

Jesús se encuentra con la mirada de aquellos que experimentan en sus vidas algún tipo de carencia o de situación injusta... y al decidir no pasar de largo, es capaz de encontrarse con esos modos de mirar - de interpretar, de juzgar y de condenar- que atan, a la vida y sus posibilidades, a la resignación o a la postergación porque parece no haber una alternativa...
Y es justamente allí, donde Jesús escuchando "sus gritos", se pone en contacto con los anhelos que aquellas situaciones de injusticia y de hambre muestran... por eso: ¡Felices ustedes los pobres... Felices ustedes los que lloran... Felices ustedes los que tienen hambre..."

Es una palabra que quiere romper con unos modos de mirar la realidad, y de encontrarse con ella, que nada tienen que ver con las posibilidades más humanas y más auténticas que todos llevamos dentro.

Las "bienaventuranzas" surgen del encuentro de la vida, atravesada muchas veces por la injusticia y el dolor, por la pobreza y la desesperanza, con el "Corazón de Jesús" que es capaz, de percibir allí mismo la fuerza ("los anhelos"- "el deseo de plenitud") que tiene, la propia vida, de abrirse caminos a través de las peores circunstancias.

Son una invitación a darnos cuenta que, cuando la vida atraviesa esos momentos, no nos sale ser espectadores...

¿Quién puede ser espectador cuándo algo le duele?

Ante esto, podemos tomar una actitud pasiva, cerrándose en el resentimiento y no permitiendo ningún tipo de ayuda; o seguir pensando en la idea de un Dios que permite tales cosas y por ende hay que aceptarlas creyendo también que después llegará una recompensa - si no es aquí será más adelante, en el cielo-.
Pensamientos que parecen amortiguar la situación que vivimos, no descubriendo que el hoy cargado de dolor y de injusticia, guarda todavía en su interior la posibilidad de responder, con más humanidad, con más apertura y entrega, con más vida, con más Jesús, a la dificultad.

Por eso las bienaventuranzas, quieren sacarnos de esa mirada negativa que evita todo dolor o conflicto -que lo interpreta como castigo o como injusto- negándose a crecer y hacerse más responsable de sí mismo. 

Liberándonos de nuestra ceguera, son una invitación a percibir que la carencia sentida nos conecta con la urgencia de buscar, no sólo para nosotros mismos, sino también para los demás aquello que nos hace más humanos.

La carencia llamada "bienaventurada" se convierte también, en expresión del clamor de muchos que los que están "saciados", les puede resultar difícil ver.

Jesús llama bienaventurados a los que
experimentan estas carencias  - no para pedirles que se conformen - sino para que descubran que nada podrá arrebatarles jamás la posibilidad de buscar para sí y para los demás aquello que hace más saludable y humana la vida.

PORQUE esa carencia, ese dolor, o esa situación, no son toda la REALIDAD - 
no es todo lo que percibimos o pensamos como VERDAD.
DIOS seguirá siendo la "última realidad de las cosas" - 
"el Fondo de todas las cosas".

Necesitamos entonces descubrir que en la búsqueda de pan para los demás es saciado el hambre de vida y de sentido que tenemos.
Que en la preocupación por no ser causa de lágrimas para los demás somos consolados.

Necesitamos descubrir que no podemos pasar por la vida, siendo indiferentes y lejanos a los demás... y que no basta con no ser la causa de la pobreza o del llanto de los demás... sino que el bienestar que buscamos para nosotros, se encuentra en el camino de compromiso por el bienestar de los demás.

La FELICIDAD es un camino de SOLIDARIDAD.

De esto nos hablan las carencias sentidas.
Las injusticias que nos atraviesan.
El dolor que siente el corazón en las situaciones que vivimos.

Que pueden ser,
una fuente inagotable de vida, 
tanto para nosotros cómo para los demás.

Y no porque Dios las quiera o las permita.
Están ahí... vienen.
Generadas o no.
No seamos nosotros la causa para otros.
Permitamos que nos liberen de la ceguera.
No nos resistamos...

Porque ninguna de ellas es más fuerte, 
que la capacidad humana de crecer, aún en medio de ellas.

"El mundo es de nuestro Padre Dios.
No permitas que nunca lo olvide.
Que aunque el mal parezca fuerte,
Dios sigue siendo el soberano.."




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