domingo, 18 de octubre de 2020

Restituir "LO DE DIOS" en la vida de SU GENTE. Mt 22, 15-22

"Devuelvan al César lo que es del César, 
y a Dios, lo que es de Dios."

Nos encontramos ante una de las respuestas de Jesús, en medio de uno de los muchos conflictos que se le presentan, que muchas veces hemos reducido a una simple cuestión: la de la relación iglesia-estado o fe y política; y como sentimos que tal vez no nos atañe a nosotros,  nos desentendemos de esto con muchísima rapidez. 

Y lo de Jesús, como siempre, va mucho más allá de las cuestiones prácticas o de comportamientos concretos porque estos, aunque exigen respuestas inmediatas, nos alejan muchas veces de lo que realmente está en discusión, dejándonos en la superficie de las interminables discusiones. 

Justamente porque el evangelio no nos da una respuesta concreta hasta donde llega la fe... que parte se mezcla con la política... es que se dan muchas interpretaciones. 

Aquí será conveniente volver a considerar que la realidad que vivimos las personas es algo complejo... en cada momento de la historia valoramos las cosas de formas distintas... etc; por ende la palabra de Jesús será siempre una invitación a decidir desde un valor más grande, en favor de la libertad y del bien de los demás, atendiendo a quienes menos tienen y denunciando cualquier atropello.

El texto comienza con una pregunta que, aunque pareciera que la intención fuese la de no pagar impuestos, plantea una situación mucho más compleja: estamos ante la experiencia de un pueblo sometido que siente no sólo vergüenza por pagar impuestos sino que además siente que traiciona a Dios con esto, porque solo a Él le debe toda fidelidad y todo reconocimiento.

En esa historia, fariseos y herodianos -acomodados y oportunistas- le preparan un trampa a Jesús sin ningún espacio para poder maniobrar. Diga lo que diga se pondrá en contra de algunos y a favor de otros.

¿CUÁNTAS COSAS SON PRESENTADAS HOY DE ESTA MANERA? 
Necesitamos aprender a mirar desde otro lugar donde lo esencial que une y no divide sea un espacio superador.
La superficie siempre nos llevará a partidismos. Lo esencial no sólo nos dice que somos uno sino que además facilita el encuentro y el diálogo.

Frente a la pregunta, Jesús se ve obligado a entrar en un juego en donde tendrá que declarar sus verdaderas intenciones... con quienes quiere caminar... de qué lado se pone... a quienes defiende... su respuesta lo ubicará como un "oportunista más" -amigo del sistema- o como un rebelde.

Jesús aunque les descubre que no hay una búsqueda auténtica de la verdad, acepta la pregunta y pide que le muestren una moneda, algo que él no tiene.
Los defensores de la ley no dudan en hacer uso de las monedas, lo que los hace parte de ese sistema.

Tal vez a nosotros nos estaría faltando un poco de esa libertad de Jesús que justamente por no tener ningún poder, por no poseer nada, ni privilegios, ni fuerza... tiene libertad de hablar y sus palabras son creíbles.

"Ellos le presentaron un denario. Y él les preguntó:
-¿De quién es esta figura y esta inscripción?"

Jesús los invita a mirar más allá del conflicto entre Dios y el César y a descubrir que es lo que realmente se está poniendo en juego... porque el no estar con el César no significa que se esté con Dios... con sus modos... con sus maneras.

Mirando la imagen y la inscripción de la moneda es muy fácil reconocer que es lo que le corresponde al César... pero lo más difícil ... lo que realmente está en juego... es descubrir lo que le corresponde a Dios y para esto habrá que buscar en otros rostros... donde la imagen de Dios -aunque a veces borrosa o dañada- se encuentra.

Y es justamente en esa humanidad que ha sido privada de su dignidad -en su libertad y en sus necesidades básicas- dónde Dios quiere ser restituido.

Pero cuántas veces nos encontramos considerando a Dios como alguien que viene a liberarnos de nuestras responsabilidades sociales, a darnos privilegios, excepciones.
Cuando Jesús está de por medio, los compromisos aumentan y no hay lugar para exenciones o rebajas.
O cuántas veces hemos utilizado a Dios como si fuese un César, exigiendo obediencia, privando libertades y dando castigos.
Cuando la comunidad cristiana se hace con este poder, hay alguien y hay algo que siempre queda fuera: Jesús, su evangelio y mucha gente lastimada. 
O cuantas otras el César se ha creído Dios; y se ha olvidado que en el cumplimiento de sus deberes con la gente está restituyendo las cosas de Dios.

Salgamos de nuestros encierros y desánimos, apostemos por todo aquello que es más humano, valorando la vida de las personas teniendo detalles de cercanía y empatía... ampliando la capacidad de diálogo, escuchando todas las voces -sin censura ni juicios-, dejando que aparezcan dentro las verdaderas intenciones... sin vergüenza y sin absolutizaciones. 

Seamos capaces de poner en diálogo 
la primacía de Dios -que quiere ser restituido en la vida de su gente- y la libertad de nuestra conciencia CON los derechos y los deberes del estado.
 

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