¿Qué es aquello que más defendemos? ¿Cuáles son nuestros mayores miedos? ¿De dónde surgen nuestros enojos?
¿De qué se alimenta nuestra oración?
¿Qué creemos que Dios tiene que hacer por nosotros?
Éstos podrían ser algunos de los interrogantes que el evangelio de este domingo nos presenta pedagógicamente después de habernos narrado la experiencia de que todos estamos habitados por la Libertad y por la Caridad de Dios.
Experiencia que surge como don del encuentro con Jesús donde todos estamos llamados a sentirnos convocados... buscados y sobre todo amados.
CON JESÚS LOS ESQUEMAS DE EXCLUSIÓN SE HAN ROTO.
SOMOS AMADOS.
Y NO HAY REGLAS PARA ESO O ALGO QUE PODAMOS HACER PARA CONSEGUIRLO.
ES DON.
Cuánto de lo mejor de nosotros mismos permanece dormido por no creerlo.
Y por seguir creyendo que algo tenemos que hacer, cuánto malhumor nos provoca al darnos cuenta de las fallas -o de las caídas como las llamamos- que no nos hacen vernos bien... y por ende... creer que se pone en riesgo el amor que creímos ganar.
Existe en nosotros una tendencia a medirlo todo por lo que nos beneficia que hace que nos perdamos de lo realmente importante... al menos más Jesús.
Jesús había hecho unos cuantos milagros -curando enfermos, multiplicando panes, etc- todos signos de la llegada del Reino de Dios -de ese Dios que está en toda vida y en contra de toda forma de sometimiento.
Pero muchos se quedaron en los gestos y no en lo que ellos significaban... se quedaron en las necesidades resueltas... hasta tal punto que quisieron hacerlo rey.
-¡Listo!...todo resuelto... -habrían sido sus palabras-
Reduciendo así lo que se les ofrecía a la necesidad o a la carencia sentida.
El pueblo de Israel esperaba justamente un mesías liberador y político que arrancaría todo dominio romano de sus tierras... que volviese a actuar aquellas maravillas que contaban sus padres y repetían los profetas cuando Dios salía con ellos al campo de batalla o como cuando los llevaba en brazos como un padre a su hijo... (cfr Oseas 11, 1-4.8-9)
Pero no es así el actuar de Jesús ni tampoco sus palabras van en ese sentido... recibe a todos... da palabras de consuelo a todos... provocando así una dinámica de aceptación que libera y sana a judíos y a extranjeros.

De ahí la sorpresa en los que lo escuchan... "¿quién es este... no es el hijo del carpintero?".
¿Quién es para decir como son ahora las cosas?.
¿Quién es para cambiarlas?.
Y Jesús los interpela citando el actuar de otros dos profetas: Elías y Eliseo que socorrieron, por mandato de Dios, las necesidades de dos extranjeros.
¿QUIENES SERÍAN HOY LA VIUDA DE SAREPTA O EL CIEGO NAAMAN?
¿Quiénes son los que hoy escuchan esa palabra que libera rescatando personas?
¿Quiénes son los que hoy se experimentan sanados de su ceguera que los llevaba a auto-despreciarse?
En cambio los que se creen sanos y justos no pueden percibir... ni aceptar... porque esto significaría reconocerse pobre... enfermo... pecador.
NECESITADOS DE UN SALVADOR.
Esto provoca ira...
Cuando los esquemas que protegen los privilegios que algunos creen haber conseguido por lo bueno que han hecho se caen - se rompen -... no sólo quedan desorientados, sin seguridades... sino también provoca mucha violencia y necesidad de defenderse.
Pero justamente cuando ciertos esquemas se caen y quedamos desestabilizados también es una oportunidad para que lo mejor de nosotros surja...
Pero esta no fue la opción que nos narra el evangelio... "¿No es este el Hijo del carpintero?"... y quisieron después despeñarlo.
Subestimar al otro es muchas veces la mejor defensa para seguir en lo mismo.
Algo no muy lejos de nosotros cuando hace tiempo somos oyentes de la palabra... porque la conocemos demasiado o porque ya sabemos quién es aquel que la explica.
Cuánto comentario que hacemos por lo bajo para no querer escuchar o cuántas acciones en favor de los más pobres son puestas bajo sospecha como si no fuera evangelio... solo para no tener que caminar por allí.
DE CUÁNTO NOS PROTEGEMOS QUE POR ESO NO ESCUCHAMOS.
Y NO CAMINAMOS.
Y NUESTRA HUMANIDAD SE EMPOBRECE Y SE VACÍA.
Jesús es camino hacia el encuentro con lo más verdadero que hay en nosotros y esto nos lo ha mostrado siendo uno más -es el testimonio de los vecinos que nada vieron de extraordinario... "es el hijo del carpintero" - y justamente por eso no pudieron creerle.
Jesús se supo amado sin condiciones y no podía no dejarse llevar por la fuerza de ese amor... por eso recibía al pobre... al enfermo... al pecador... al último... a todos... tratándolos como lo que eran... también amados de Dios.
"El que dice: amo a Dios, y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve? Es es el mandamiento que hemos recibido de él: el que ama a Dios debe amar a su hermano."
1Jn 4, 20-21
Sólo un amor sin condiciones es capaz de sacar lo mejor de nosotros mismos.
La no exclusión surge justamente de un corazón reconciliado - de un corazón que sin merito alguno se sabe amado; porque sin esto se creerá con derechos a excluir a algunos a partir de su propia "vida intachable" con la cual cree haber "comprado" el amor.
"Las aguas torrenciales no pueden apagar el amor, ni los ríos anegarlo.
Si alguien ofreciera toda su fortuna a cambio del amor,
tan sólo conseguiría desprecio..." Cant. 8,7

Porque "si no tengo amor, no soy nada" (1Cor 13,2)
JESÚS TODO LO DISCULPA.
JESÚS TODO LO CREE.
JESÚS TODO LO ESPERA.
JESÚS TODO LO SOPORTA.
Pero muchos no lo quisieron entender porque eso amenazaba el sistema de privilegios que los protegía.